Nada nos salva de la muerte. A lo que Pablo Neruda añadió que, al menos, «que el amor nos salve de la vida». Difícil encontrar un porqué a que uno ponga en riesgo la suya por amor al arte. Una reflexión que quizá queda lejana hasta leer el parte de heridos. Pero la realidad es que eso ocurre cada mañana en Pamplona. Ayer, quinto encierro de los Sanfermines, los toros de Núñez del Cuvillo no dejaron heridos por asta, pero sí uno con procedencia castellonense.

Los de Medina Sidonia salieron arropados por los cabestros de corrales, pero poco tardaron en estirarse por la cuesta de Santo Domingo con un toro negro echando peligrosas miradas por la parte derecha. A la altura del Ayuntamiento, un ejemplar jabonero tomó ventaja para enfilar así la calle Mercaderes.

Varios de los cuvillo cayeron en la curva, arrollando y pisoteando a los mozos. Antonio Oset, de Betxí, precedió a la manada en este punto con la camiseta del CD Castellón. Escudo y afición que no están para disgustos tras un ascenso que les empuja a soñar de nuevo. Y quizá por eso, o por ese milagro que se repite mañana tras mañana, todo quedó en eso y la torada siguió por la calle Estafeta muy disgregada.

El astado jabonero tomó distancia en el vial y entre sus hermanos se crearon huecos en los que intentaron situarse Samuel Valero y Sergio Pérez, de Almassora; Martín, de les Alqueries; o Mateo Ferris, de Onda. En Telefónica, donde corrió el también almassorí Gonzalo, se formó un grupo tras el líder y, al tomar el tramo que se dirige hacia el callejón, tres astados tropezaron con mozos. El mayor momento de peligro se vivió en la misma puerta de acceso al coso pamplonés, donde un toro castaño quedó tendido en el suelo. Y el jugarse la vida a cambio de nada o quizá de todo volvió a quedar patente. Joaquín Ferrando, de Benicarló, tomó parte en la situación y lo cogió del rabo para levantarlo mientras otros mozos lo citaban. Los cinco primeros cuvillos entraron a chiqueros a los dos minutos y 15 segundo, mientras que el último no lo hizo hasta los dos minutos y 50 segundos.

ONDENSE HERIDO // Sin embargo, la historia del quinto encierro no terminaba ahí para los castellonenses. El parte de Cruz Roja llevaba las iniciales del conocido corredor ondense Joan Varella Cerdà. «Traumatismo dorsal en la rodilla y policontusiones de pronóstico leve», rezaba el balance provisional del encierro, además de 8 puntos de sutura en la oreja que no fue causada por asta, a pesar de la confusión inicial.

«Me he puesto delante de la manada, me ha fallado la rodilla y me he visto en el suelo», explica a Mediterráneo este habitual del tramo de Telefónica. Allí se produjo el percance. «Me pasó toda la manada por encima», comentaba mientras guardaba reposo en el piso en el que pasa los días en la capital navarra. Sin embargo, este no es el percance más grave que ha tenido en sus 20 años de experiencia en el encierro, onomástica que celebraba esta edición en la que sí le había acompañado la suerte en los días anteriores. «En el 2012 me pusieron 11 grapas en la cabeza, así que no es el más grave», afirma Varella, de 38 años.