La mágica y atractiva belleza del Mont Blanc (4.810 metros) mostró ayer su vertiente más dramática y desgraciada cuando un alud se llevó por delante la vida de nueve alpinistas que ascendían hacia la mítica cumbre por la conocida ruta de los cuatromiles. Dos de los fallecidos son un vecino de Sant Joan de les Abadesses (girona), Esteve Martínez (38 años), y un bombero de Madrid, Joaquín Aguado, responsable del Grupo Especial de Rescate en Altura. Entre el resto de víctimas mortales hay tres montañeros alemanes, otros tres británicos y un suizo, según explicaron ayer responsables del rescate en Chamonix.

La avalancha sorprendió a un grupo de unos 30 alpinistas en el collado del Monte Maldito, a unos 4.300 metros de altura, sobre las cinco de la mañana. Las condiciones meteorológicas eran “excelentes”, explicaron fuentes de la Meson de la Montagne de Chamonix, aunque sí que se producían fuertes rachas de viento de hasta 60 kilómetros por hora. “Una placa de hielo de unos 40 centímetros de espesor se ha desprendido y ha arrastrado a los montañeros”, explicó Philippe de Rumigny, prefecto del departamento de la Alta Saboya. En el operativo de salvamento participaron más de 100 personas.

RIESGO O IMPRUDENCIA // El accidente, que reabre una vez más el debate de la seguridad en la montaña, donde se puede minimizar el riesgo pero nunca eliminarlo por completo, no fue debido a ninguna imprudencia sino producto de la desgracia, según los expertos. Lo constata también el hecho de que miles de montañeros ascienden al Mont Blanc durante los meses de verano por la travesía de los cuatromiles, una vía algo más peligrosa que la que asciende por la ruta del refugio de Goûter y la arista de las Bosses, mucho más concurrida al no tener tanta dificultad técnica. De todas formas, ninguna de las dos vertientes supone nada especial para alpinistas bien preparados y con cierta experiencia.

“La vertiente del Monte Maldito es algo más expuesta que la de Goûter ya que en la zona del collado, en la ruta hacia la cumbre, se pasa por una zona de seracs (bloques de hielo fragmentados)”, explica Conrad López. Precisamente, este experto alpinista estuvo la semana pasada en el Mont Blanc, que pretendía ascender con unos clientes para luego lanzarse en parapente. “Había mucha nieve, ya que nevó mucho e los últimos meses de la temporada de esquí, y tuvimos que suspender la travesía”, explica López, que atribuye el accidente de ayer a una “fatalidad”. “A veces, la montaña tiene estas cosas tristes”, asegura. “Ningún boletín meteorológico preveía que hubiera peligro de avalanchas”, explicaba ayer consternado Eric Fournier, alcalde de Chamonix, reforzando la sensación de fatalidad.

Dentro de la tragedia, un gran alivio invadió al equipo de rescate ya que cuatro montañeros que se daban por desaparecidos en el accidente aparecieron ya avanzada la noche. La Gendarmería explicó que ninguno de ellos se encontraba en la zona de la avalancha. Dos de ellos suspendieron la excursión que tenían prevista mientras que la otra pareja cambió de itinerario. H