¿Por qué a los británicos nos interesan tanto las clases sociales?, se interroga la escritora inglesa Sarah Waters. No sabe dar la respuesta. Y si ella, que se ha dedicado a reutilizar la quintaesencia de la literatura de su país apuntalada en el melodrama folletinesco, las historias de fantasmas y la intriga criminal, no atina a establecerlo quizá sea porque la respuesta no es sencilla. Se podrían considerar sus novelas como una aproximación tras otra a ese tema y la sexta,' Los huéspedes de pago' (Anagrama), prolonga el camino. Después de haber ofrecido pormenorizados y muy entretenidos retablos de la Inglaterra victoriana y de los años posteriores a la segunda guerra mundial, Waters se traslada en esta a los felices 20, concebidos no como un momento alocado de faldas cortas y charlestón sino como algo más bien sombrío, un tiempo de duelo por los muertos de la guerra y de la gripe española. Es también un revuelo de huelgas, vindicaciones sociales femeninas, de liberación sexual (la primera clínica que receta anticonceptivos en Londres data de 1926) y una cierta salida del armario social de los homosexuales.

Las figuras de ese paisaje son una mujer (y su madre) de clase alta que ha perdido a sus hermanos en la reciente contienda y la pareja de jóvenes burgueses que entran a vivir como inquilinos en la mansión, un triángulo sentimental que estalla por lo más imprevisible (aunque tratándose de Waters, lesbiana militante, no tanto). Con el enamoramiento de las dos mujeres. “En mi investigación de la época me puse a buscar datos sobre la vida cotidiana y me encontré con uncrimen, que causó mucho revuelo en la prensa, la historia de una mujer, Edith Thompson, casada con un hombre mayor y un amante joven que fantaseó en unas cartas a éste con la posibilidad de que alguien matara a su marido. El resultado fue que el amante disparó al marido a bocajarro un mal día en plena calle. Pensé ¿qué ocurriría si cambio el sexo de los amantes? ¿Cuál sería la respuesta de la policía?”, explica Waters.

Este cambio no es caprichoso, porque supone la piedra de toque en una escritora que se ha propuesto contar lo que en su momento no se podía describir con libertad: pormenorizadas escenas de tórrido amor entre mujeres. Esa es la modernidad de su escritura. “Mi respeto por el pasado es total -explica- he tenido que encontrar un equilibrio entre el lenguaje y la mentalidad de la época, pero también reflejar mis preocupaciones. Por eso me dedico a describir una pasión lésbica, algo que por supuesto existía entonces, pero que el registro oficial no ha recogido. Le debo eso a la historia”.

El amor entre la lady acartonada y la chispeante burguesa podría situarse -así lo ha destacado la prensa inglesa- en un decorado estilo ‘Downton Abbey’, serie de la cual Waters se confiesa admiradora, aunque sea muy consciente de que trasmite una mirada amable y nada conflictiva a un capitalismo paternalista. La fascinación por la serie en Gran Bretaña bien podría interpretarse como un síntoma. De ahí que sea fácil vincular esa sensación falsamente idílica sobre los viejos fastos británicos - “devolvamos la soberanía al Reino Unido”-, que ha provocado el Brexit. “En parte tiene que ver con eso, por supuesto -admite Waters- crear una ficción sobre el pasado olvidando que entonces mucha gente se dejó la piel. Pero no todos lo que votaron por la salida de Europa son unos estúpidos, mucha gente votó desencantada por la política del país. No todos tienen dinero para viajar al continente y disfrutar de su belleza. Hay mucha gente en el Reino Unido que no ha salido nunca del país y siempre es fácil echarle la culpa al otro”.

Mientras eso ocurre, Waters ha vuelto a conquistar a sus lectores con otro producto inequivocamente 'british', como todos los suyos. La sorpresa, sin embargo, está en la cartelera de cine donde todavía puede verse en Barcelona, 'La doncella', la versión que el realizador coreano Park Chan-wook ha hecho de la novela 'Falsa identidad', una de las más populares de la autora. “Me gusta el resultado, introduce muchos cambios pero mantiene la esencia de la historia, en especial su espíritu feminista y es tan rica en lectura que recomiendo verla dos veces”.