El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, arremetió ayer contra el feminismo «radical o de género» y aseguró que «el demonio ha metido un gol desde sus propias filas» a la causa feminista, al referirse al 8 de marzo.

Munilla reflexionó, durante su intervención el programa Sexto Continente, de Radio María, sobre la huelga feminista del jueves, y lo hizo diferenciando dos tipos de feminismo, el «femenino», que busca la igualdad jurídica y legal entre hombres y mujeres, y el «radical o de género», que pretende equiparar en todos los aspectos a ambos sexos.

En su opinión, el «feminismo radical o de género» tiene como «víctima a la propia mujer y a la verdadera causa femenina». «Es curioso cómo el demonio puede meter un gol desde las propias filas. El feminismo, al haber asumido la ideología de género, se ha hecho una especie de hara kiri», afirmó el obispo donostiarra.

CRÍTICAS // El prelado criticó que el feminismo radical defienda las causas del «aborto libre y gratuito», así como «el lesbianismo y el bisexualismo» y le reprochó también que apoye la anticoncepción. Afirmó que el aborto se ha convertido en un «genocidio femenino» porque en países como en China se utiliza para que no nazcan mujeres, al tiempo que ha criticado el «cortoplacismo» de los partidos políticos por no abordar auténticas políticas de natalidad. «Para reactivar la natalidad, hay que dignificar la maternidad», dijo el obispo.

Munilla admitió que «existe un problema de fondo, el abuso hacia la mujer existe, existe un abuso que nace desde una concepción machista, en la que ese abuso de la fuerza y del poder por parte del hombre o de ciertos hombres, se convierte en un pecado contra la mujer». Ese machismo se deriva, según el obispo donostiarra, de vivir «a nivel no racional» sino hacerlo a «nivel animal». «Ahí se generan relaciones machistas, basadas en la ley del más fuerte», reflexionó.

En su opinión, el cristianismo «ha prestado un gran servicio a la dignidad de la mujer», por ejemplo «al defender la monogamia» y al rechazar el divorcio. «El hecho de que alguien pueda tener cinco mujeres reduce a la mujer a una condición casi de objeto», argumentó Munilla.