Miles de personas asistieron ayer en la plaza de San Pedro del Vaticano a la procesión de las Palmas del Domingo de Ramos, que por primera vez presidió el Papa Francisco y que abre los ritos litúrgicos de la Semana Santa. Olivos centenarios traídos de la sureña región italiana de Puglia (Apulia) y palmas procedentes de Sanremo (Italia) adornaron la plaza vaticana, donde entró el pontífice en medio de los aplausos de los presentes.

Francisco, revestido con ornamentos rojos y con el báculo llevado por un ayudante, presidió la procesión, que salió del palacio pontificio y se dirigió hacia el obelisco de Sixto V, instalado en el centro de la plaza vaticana.

En la jornada en la que la Iglesia conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, el Papa llegó al recinto vaticano en medio del cántico Hossanna, a bordo de un papamóvil descubierto.

Delante del obelisco, adornado como toda la plaza con flores y plantas con las que se evocan a los cinco continentes, el pontífice bendijo las palmas y las ramas de olivo, símbolos de la paz.

Después se leyó el Evangelio de Lucas que narra la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, tras lo cual la procesión se dirigió hacia el altar mayor levantado en el atrio de la plaza vaticana para oficiar la misa. Una homilía en la que el pontífice denunció las guerras, los conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero y de poder, la corrupción, los crímenes contra la vida humana y contra la creación y dijo que con Cristo se puede vencer el mal que hay en los hombres y el mundo.

“Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la Humanidad!”, aclamó. “Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo ya toda la creación”.

El Obispo de Roma aseguró que Jesús en la cruz siente todo el peso del mal “y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección, con Cristo todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo”.

El papa dijo también que un cristiano jamás puede ser una persona triste y les exhortó a no dejarse vencer por el desánimo “incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables”. “Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener cosas, sino de haber encontrado a Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos”, señaló. H