“Todos llegamos pero ninguno nos quedamos”, escribió Jordi Martínez, añorado compañero de El Periódico de Cataluña, al pie de la fotografía reproducida sobre estas líneas, la última que colgó en su página de la web especializada Flickr en noviembre del 2007. Jordi nos dejó repentinamente pocos días después, pero sus fotos siguen ahí (www.flickr.com/photos/47873020@N00/) “y ahí seguirán, para quien quiera verlas”, dice su hermano Jaume. “Es una manera de que el recuerdo de Jordi permanezca”, añade. Sí, hay vida digital más allá de la muerte. Esta foto había sido visualizada en Flickr 1.200 veces hasta ayer, y entre las decenas de comentarios, algunos recientes, se pueden leer testimonios de amigos -“a muchos los conocía, pero a otros no, y sus mensajes me permitieron ponerme en contacto con ellos”, explica Jaume- y homenajes espontáneos de visitantes como Queralt: “No te conocía, pero siento que con tus fotos me queda un pedacito de ti”. Y también abundan simples valoraciones de la imagen por parte de usuarios que no se han apercibido de las circunstancias. Como concluye en su comentario Desdibuix-Miquel, “Jordi no ha muerto, sus fotos están bien vivas”.

Y es que más allá de los problemas legales que puedan generar, las páginas de fallecidos en las redes sociales se convierten también, en muchos casos de forma espontánea, en un espacio para el homenaje y la expresión del duelo por parte de quienes les quisieron, y en una huella destinada a perdurar. Teniendo en cuenta que cada año mueren 5 millones de usuarios de Facebook, era solo cuestión de tiempo que la compañía buscara una fórmula comercial, todavía incipiente, para ello. Así, el mausoleo digital consiste en convertir el muro del difunto en una página de mensajes en su memoria accesible solo para los amigos confirmados.

En el caso de los personajes públicos, es habitual que los fans inunden de mensajes de despedida sus páginas oficiales en las redes sociales y las creadas por admiradores. H