Que los amigos son como una gran familia podría ser literalmente verdad, si se confirmaran los resultado de un polémico estudio publicado el 10 de julio en la revista PNAS. Según el trabajo, una persona tendría un parecido genético superior con sus amigos que con los desconocidos. En realidad, este parecido sería muy pequeño: los genes compartidos con un amigo serían apenas el 0,1% más que los compartidos con una persona cualquiera. Sin embargo, esto es o que cada persona comparte con sus primos de cuarto grado, con los cuales compartimos los tatarabuelos.

Estos resultados han generado gran controversia en la comunidad científica. Los autores del estudio (Nicholas Christakis y James Fowler, de las universidades de Yale y de California, respectivamente) no excluyen que se pueda decir que los genes influyen en la creación de amistades. Sin embargo, un alud de científicos críticos han destacado que el efecto observado podría ser ficticio.

Los autores se han basado en un experimento llevado a cabo desde mediados del siglo pasado en la ciudad de Framingham, en EEUU. Los médicos recolectaron gran cantidad de datos de salud entre los ciudadanos de esa ciudad. Además, a cada uno de ellos le pidieron identificar una persona de referencia, que consideraban su amiga, por si se perdía su traza. Esta información se reveló de utilidad: proporcionó un mapa de las amistades que permitió descubrir que los amigos tienen más genes en común que los que no están conectados.

Pero muchos científicos han criticado la idea. ¿De qué manera se puede saber qué genes tiene una persona, para escogerla como amiga? “Me parece algo muy cogido por los pelos. Está claro que las relaciones sociales se forman en base a la afinidad, pero suele ser algún rasgo macroscópico”, apunta Albert Díaz Guilera, investigador en ciencia de las redes. Lo más probable es que haya algún factor externo que justifique el fenómeno observado. “Experimentamos una simpatía natural por personas de nuestro mismo estrato social, fruto de tener una historia compartida”, observa José Luis Molina González, investigador de la misma disciplina. En otras palabras, individuos de origen étnico común o que han vivido durante generaciones en el mismo lugar, y que entonces tienen ancestros comunes y genes más parecidos, tendrían más probabilidad de estrechar amistad.H