Adriana Fargo se muerde los labios con angustia: su hija de 7 años se encuentra bajo los escombros de su escuela, parcialmente derruida por el terremoto. La busca es desesperada y larga en la escuela Enrique Rebsamen de Coapan, en el sur de la capital mexicana, donde el derrumbe causado por el terremoto sepultó a casi medio centenar de niños. Al menos 32 menores, de entre 7 y 13 años, han muerto y casi una veintena siguen atrapados. Otros 24 han sido rescatados con vida.

El derrumbe de la escuela se ha saldado además con el fallecimiento de, al menos, cinco adultos, según el diario El Universal. Durante la noche, equipos de voluntarios retiraron escombros mientras se sumaba gente a la búsqueda.

Las escenas son caóticas en los alrededores de la escuela, donde los padres esperan con angustia noticias de sus hijos. «Están sacando a niños pero no sé nada de mi hija», balbucea Adriana, con los ojos enrojecidos. Más tarde, un soldado grita: «Familiares de Fátima Navarro». La niña vive. Otros padres siguen esperando.

«Ningún ser humano puede imaginar mi dolor», afirma horas después Adriana en un refugio improvisado, mientras sigue esperando noticias. Su marido trabaja al lado de cientos de soldados, bomberos y miembros de los servicios de rescate que separan con prudencia los escombros en busca del menor signo de vida. Con picos y palas, pero también con las manos desnudas.

«Silencio, por favor. No caminen, no respiren, intentamos escuchar voces», grita un policía. Durante la noche, un equipo de voluntarios, con linternas frontales, transporta grandes vigas de madera para sostener techos que amenazan con hundirse. La zona está acordonada por el Ejército.

Tras el terremoto que el pasado 7 de septiembre causó más de 100 muertos, las autoridades mexicanas aseguraron que habían inspeccionado todas las escuelas. Y, sin embargo, al lado de Adriana Fargo, otras madres envueltas en mantas esperan ansiosas noticias de sus hijos.