La vida de Shirley Davis dio un vuelco después de salir al escenario de la sala madrileña La Riviera, como invitada de un concierto de Sharon Jones. Responsables del sello español Tucxone Records quedaron impresionados y le propusieron grabar con su banda The Silverbacks. Dicho y hecho, en el 2015 Davis se instaló en Madrid y en el 2016 vio la luz su primer disco con el grupo, 'Black rose'. Tras su paso, este viernes, por Lleida, lo presenta el sábado en Barcelona (sala Almodobar, 22.00 horas), dentro de la gira Girando por Salas.

¿Cómo fue a parar a Madrid acompañando a Sharon Jones? Sharon era mi mentora. La conocí en Australia, donde he vivido 24 años, y la acompañé a unos conciertos por Europa. Empezamos en Brighton y luego volamos a Madrid. Cantar con ella en La Riviera fue mi mejor presentación posible en España.

Nació en Londres. ¡Tengo una larga historia! Me casé a los 16 años y tuve un hijo a los 20. Y para mí la música consiste en una serie de viajes que he hecho al lado de muchos artistas. Mi primera banda acompañó a Wilson Pickett en una gira por Australia. He hecho dance music con Deepface y soul con Deep Street Soul, he colaborado con Blowfly y con Betty Harris.

¿Qué impresión le produjeron The Silverbacks, una banda de soul española? Me encantaron porque tocan de corazón. Marc [Ibarz] piensa en mí cuando compone y adopta un punto de vista femenino. Como en 'Black rose'. Al principio no me gustó la letra y le pedí que la cambiara una vez, y otra… Y de repente se convirtió en algo mágico.

¿Esa rosa negra lanza un mensaje de identidad racial? No, la canción habla de algo que no existe, una rosa negra, que es un producto de laboratorio. Nunca he visto una. La canción no dice que la rosa sea yo, no hay reivindicación política ni nada parecido, sino que se refiere a un mito, un símbolo romántico que no existe. No soy una persona política.

En 'Two worlds' parece que hable de diferencias sociales. Es la única canción que es un reflejo de los tiempos. Pero no veo el mundo en términos de blancos y negros. Vivo en España y al principio me sentí un poco aislada pero luego encontré mi lugar. Lo explica la canción 'My universe'. Comencé a hacer pruebas en bares pequeños: al empezar estaban vacíos y al terminar se habían llenado. ¡Soy una encantadora de serpientes, lleno la sala de energía y de gente que no habla inglés pero canta conmigo canciones en inglés! Y es puro, no necesita la política.

Su noción del soul tiende al clasicismo. ¿De ahí vienen sus influencias? La mayor es Marva Whitney, cantante del grupo de James Brown. Abrí sus conciertos en Australia con Deep Street Soul y de ahí salió mi colaboración con la banda japonesa Osaka Monaurail. En los conciertos incluimos piezas de ella y de Sharon Jones, que siempre me daba los mejores consejos. Eran artistas de verdad, como Amy Winehouse, y por eso la gente las quería.

¿Le interesan estrellas pop que utilizan la música negra, como Beyoncé o Rihanna? No, esas chicas no escriben sus canciones, lo suyo va de dinero, simplemente. No poseen ni controlan su música, tan solo la cantan.

¿Cree que Beyoncé no controla su música? No, es ilusionismo. No quiero sonar como ella, ni vender mi cuerpo. Soy una madre que este año cumplirá los 43. No quiero ser Beyoncé, ni un estereotipo, ni ser tan sexual en las actuaciones. Quiero sentirme cómoda cantando.

Tras año y medio viviendo en Madrid, ¿cree que está llegando a la gente? Estuve un tiempo preguntándome cómo hacerlo y me di cuenta de que el indicador era ver a la gente cantando las canciones. Luego vienen a verme y no saben explicarse muy bien en inglés pero me felicitan, me dan las gracias y me dan grandes abrazos, y no hace falta añadir nada más.