Aunque llevaba ya unos cuantos años apuntando maneras, Estonia ha dado la campanada en el último informe PISA, el estudio internacional que mide los avances educativos de los países desarrollados y de un buen puñado de economías en vías de desarrollo. Tercero en Ciencias, sexto en Comprensión Lectora y noveno en Matemáticas, el pequeño país báltico se ha convertido en el nuevo faro al que se dirigen todas las miradas en materia de educación. Junto con sus vecinos finlandeses (a los que incluso han adelantado en Ciencias y en Matemáticas), pedagogos, maestros y políticos estonios han empezado a ser los invitados 'estrella' en foros educativos de todo el mundo para explicar cómo lo han hecho.

“Efectivamente ahora tenemos una buena posición en Europa y, la verdad, estamos satisfechos, pero tampoco tenemos una especial obsesión con PISA. Seguimos trabajando como siempre hemos trabajado”, explica Viivi Lokk, jefa de la unidad de Educación General en el gobierno de la ciudad de Tallin, la capital estonia. “Desde hace unos años, tenemos un nuevo currículo y quizás ahora se ha empezado a notar ya su influencia”, prosigue Lokk, que hace unos días visitó Barcelona para participar en una de las jornadas ‘Ara és demà’ que organiza el Consell Escolar de Cataluña.

Estonia, con una superficie que viene a ser el equivalente a una Cataluña y media, tiene una población de 1,3 millones. Su tasa de inmigración es superior a la española, pero con la particularidad de que sus extranjeros llegan casi todos procedentes de territorios de habla rusa (la propia Rusia, Ucrania y Bielorrusia), que resulta que además es idioma cooficial junto con el estonio. Eso facilita enormemente la integración de los recién llegados. Estonia es tal vez uno de los países más pobres de la OCDE, pero tiene, en palabras de la misma organización, “uno de los sistemas educativos con resultados superiores a la media”.

AULAS FUERA DEL AULA

“Las nuestras son escuelas que salen fuera de la escuela, con lo que nuestros alumnos trabajan fuera del aula, en cualquier espacio. Se plantean cuestiones a partir de situaciones reales para trabajar, no solo a partir de libros y de otros materiales tradicionales”, cuenta la responsable educativa de Tallin, donde se concentra un tercio de la población del país. “Y se ha demostrado que esta manera de trabajar es efectiva”, subraya.

Uno de los puntos flojos del sistema educativo estonio es, sin embargo, el profesorado, según constata la OCDE. La de maestro, señala el organismo internacional, no es una profesión atractiva para los estudiantes universitarios más brillantes. "Somos un país joven, que logró la independencia en 1991, pero nos encontramos con que muchos de nuestros profesores fueron formados aún en la época soviética", confirma Lokk.

“Tenemos una plantilla envejecida, pero ofrecemos muchos apoyos a los docentes para que encuentren nuevas maneras de enseñar, para que incorporen el nuevo currículo”, se apresura a añadir. “Hemos hecho también una apuesta importante por las nuevas tecnologías y por la robótica como herramientas de aprendizaje”, subraya.

EL DIRECTOR CONTRATA A SUS MAESTROS

En su opinión (también en la de la OCDE), la clave del éxito estonio es el alto grado de autonomía que tienen las escuelas. “El director del colegio tiene plena libertad para decidir cómo trabajan y a qué profesores va a contratar y de cuáles va a prescindir”, indica.

Cada director de escuela recibe en Estonia un dinero anualmente del gobierno local “y le da el destino que él cree que debe darle”. “Es él el que marca las prioridades”, afirma Lokk. “El municipio -agrega- tiene la posibilidad de incrementar hasta el 30% la financiación en escuelas con buenos resultados”. Es tal el grado de rivalidad entre colegios que genera este sistema, que cuando los niños empiezan la educación obligatoria a los 7 años, las escuelas más demandas realizan entrevistas a los aspirantes para seleccionar a sus futuros alumnos.