Uno de los principales motivos de la huelga feminista está relacionado con la atroz violencia machista, que provoca, según incide la convocatoria, que miles de mujeres “no puedan ser autónomas, dueñas de sus vidas y de sus cuerpos” y “vivan con miedo” hasta que, en unos casos, dan el difícil paso de denunciar para tratar de salir de la espiral de los malos tratos, y en los supuestos más trágicos, son asesinadas, incluso después de haber puesto en conocimiento de la policía su sufrimiento. En el 2017 fallecieron 49 víctimas, cinco más que el año anterior. De todas ellas, sólo 11 habían presentado denuncia, pero tres además no continuaron con el proceso y se acogieron al derecho a no declarar contra tu pareja, normalmente por el miedo a que este acabara con sus vidas, lo que tristemente acabó sucediendo.

Y es que el pavor, la vergüenza, la alienación es un patrón común en las víctimas, mucho más que las coincidencias en su capacidad económica, su edad o su nivel de estudios.

Nieves (prefiere ocultar sus apellidos) da buena cuenta de ello. Durante 15 años sufrió el acoso de su pareja, sin atreverse denunciar por "terror". “Tenía miedo a que al salir de la cárcel, me matara”, relata. Una situación parecida vivió Lola (nombre ficticio), pero más tiempo: 36 años. Cada noche se acostaba en un lateral de la cama y descontaba las horas hasta que al otro lado del colchón olía a alcohol y nicotina. Generalmente el terror solo se materializaba en insomnio. Otras veces en palizas. Dependía del grado de alcohol y el humor con el que abriese la puerta de madrugada el señor con el que se había casado embarazada a los 18 años. Los motivos para soportar el infierno eran sus hijos, la pena, el qué dirán y dónde denunciar. Un día, una vecina le dijo que solo había un motivo: el miedo. Y que dos niños sin madre sí sería el infierno. Lola se personó entonces en la Guardia Civil y no hubo réplicas ni segundas oportunidades.

Ella tuvo suerte a nivel judicial y policial. Nieves, no. Y tampoco muchas de las mujeres a las que ayuda en la red de supervivientes de la Fundación Ana Bella, por eso desconfía del sistema.

El Pacto de Estado

Y eso que la ley integral contra la violencia machista supuso, según un consenso generalizado, un gran avance, pero evidentemente hay que mejorar la atención, protección y la prevención, a tenor de las más de 200 medidas incluidas en el Pacto de Estado contra el maltrato, el primer firmado desde el 2000, que entre sus principales novedades incluye que no haga falta denunciar para acceder a los recursos y que se amplíe el concepto de violencia machista a todo tipo de agresiones hacia la mujer.

El acuerdo contiene una inversión de 1.000 millones en cinco años, cuyos 200 primeros no acaban de llegar por la falta de presupuestos en 2018.

A la espera de que el grueso de las medidas se ponga en marcha, es esclarecedor el análisis de tres investigadores del Instituto Andaluz de Criminología, José Luis Díez, Ana Isabel Cerezo y María José Benítez, que han estudiado rigurosamente los diez primeros años de aplicación de la ley integral y su conclusión -recogida en el libro ‘La política criminal contra la violencia sobre la mujer pareja’- es que hay luces y sombras. Por ejemplo, según los datos recabados, las órdenes de protección y otras medidas cautelares merecen “una valoración positiva”. Por contra, en los tribunales se “exagera” el uso de los malos tratos ocasionales en menoscabo de los habituales, que suponen condenas más severas.

Las órdenes de alejamiento

Es lo que le sucedió a Nieves, que pasó años “de juzgado en juzgado” y finalmente su pareja sólo fue condenado a un año de prisión, precisamente por la última agresión, cuando persiguió a su expareja con un cuchillo por la calle y gracias a un amigo y la gente “que se echó encima de él” pudo salir con vida. No fue la única vez, en una ocasión la encerró en casa y también la amenazó con un arma cortante y pudo zafarse, con la nariz ya rota, cuando llegó su hijo y el entonces su marido paró. Pero se juzgó cada suceso por separado y en varias ocasiones el agresor fue absuelto por falta de pruebas. También le pusieron una orden de alejamiento, que rompía cada vez que le veía en gana pero, cuando la policía llegaba, él ya se había marchado.

Tras la pesadilla, Nieves ha pasado página y el mensaje que da a las supervivientes es que del maltrato se puede salir. “Cuando lo estás sufriendo te crees una cobarde, pero no lo soy, tuve la mala suerte de encontrarme con un monstruo y he ganado”, reflexiona. Mientras que Lola avisa: "Las personas maltratadoras no cambian. No os autoengañéis".