Una presa ha desvelado que la guardia urbana de Barcelona Rosa Peral, también encarcelada, le comentó que había envenenado a su novio, policía municipal, antes de que este fuera asesinado y quemado dentro de un coche. Según la declaración de A. G. R., la agente, acusada junto a otro agente del crimen de Pedro L., le dijo que estaba buscando a un sicario y un arma para matar a su exmarido. «Rubén tiene que morir y punto», le reveló.

A. G. R. declaró el 14 de noviembre del 2017 en el juzgado de El Vendrell que investiga el crimen de Pedro L. y que mantiene en prisión a Rosa Peral y a su compañero policía y amante Alberto López como los presuntos autores de la muerte. A raíz de la versión ofrecida por la reclusa y, sobre todo, de la posibilidad de que Rosa Peral pretendiera captar a un sicario para acabar con la vida de su exmarido, ese juzgado se ha inhibido a favor de los de Barcelona. El motivo: el presunto delito (buscar un sicario) se había cometido en centro penitenciario de Wad-Ras, donde está encerrada ahora la agente.

La nueva testigo, A.G.R., es «amiga» y compañera Rosa en esta prisión. En su declaración, la interna de Wad-Ras sostuvo que la guardia urbana le explicó un día cómo murió el que había sido su novio, Pedro L., cuyo cadáver fue encontrado el 4 de mayo del año pasado calcinado en el maletero de un vehículo abandonado en las inmediaciones del pantano de Foix. Rosa mantuvo ante su compañera su versión de que la muerte la ejecutó Albert, pero después le dijo: «Cómo no notan que antes yo lo envenené».

BUSCANDO INFORMACIÓN

Los médicos forenses todavía están por concretar cómo murió Pedro L. En un primer examen determinaron que fue estrangulado. Sin embargo han aparecido otras hipótesis, que pueden ser compatibles con la primera, como que podría haber fallecido a causa de un disparo (a Rosa le falta una bala de su cargador de la pistola reglamentaria) o de un hachazo. Durante la investigación, los Mossos han buscado el hacha, por indicaciones de la propia acusada, pero no la han encontrado.

La presa ahora testigo, que está en la cárcel por un incendio, detalló que cuando Rosa llegó al centro penitenciario le comentó que su compañero Albert, también encarcelado por el crimen y con quien mantenía una relación sentimental, había matado a su novio y que había quemado el coche donde trasladaron el cadáver. Un día, según su versión, vio a la urbana acusada mirando en internet si con el análisis de un cadáver calcinado se podía averiguar de qué había fallecido.

La agente, según esta testigo, también le pidió si la podía ayudar para buscar un sicario para que matara a su exmarido, Rubén, o si podía hacerle magia negra para acabar con su vida. E, incluso, si conocía a alguien que pudiera proporcionarle un arma. A. G. R. le contestó que no podía echarle una mano porque ella «no era una asesina». Según Rosa, su exmarido «le quería quitar las niñas y le estaba puteando la vida y le menospreciaba». «Lo quiero muerto, Rubén (su exmarido) tiene que morir y punto» y «le odio», le dijo. Quería que un sicario matara a su exmarido en el trayecto de su domicilio al colegio de sus hijas o que «le diera un tiro de gracia en casa».

Esta misma proposición, sostiene la reclusa, se la hizo a otras internas. A. G. R. fue a hablar con la directora de la cárcel, que trasladó el asunto a los Mossos.