Visto para sentencia. Así quedó ayer el juicio contra unos padres de nacionalidad rumana, residentes en Almassora, acusados de maltratar, presuntamente, a su hija cuando esta tenía 10 años. La fiscal solicitó dos años y siete meses de cárcel para la madre biológica, Michaela N., por malos tratos, y siete años y medio para el padrastro, Marian U., por violencia doméstica y abuso sexual.

La vista oral comenzó sobre las 10.00 horas con el interrogatorio de los acusados, que negaron los malos tratos y los abusos sexuales, pero, en cambio, sí reconocieron emplear la violencia física moderada para educar a su hija. “Alguna vez sí que le he dado alguna bofetada como un día en que no quería cenar y tiró la comida a la basura”, decía Michaela. Y apuntó: “Todas esas cosas se las ha metido en la cabeza su cuidadora, Azucena”.

Por su parte, el padrastro afirmó: “Solo le hemos dado algún cachete, pero no he abusado sexualmente de ella. Jamás”.

Fue la cuidadora de la niña quien aseguró: “Un día la vi con sangre en la nariz y al preguntarle me contó los malos tratos. Entonces decidí ponerlo en conocimiento del colegio para que investigaran”. La directora del centro educativo explicó: “La alumna me contó que su madre le pegaba y que el novio de su madre le besaba en la boca y le tocaba sus partes mientras la bañaba y se ponía encima de ella en la cama... Un día le vimos unos rasguños y lo pusimos en conocimiento de los servicios sociales del Ayuntamiento de Almassora”.

Del mismo modo, las psicólogas del consistorio aseguraron que la menor sentía “miedo” hacia su madre. “Nos contó que siempre estaba castigada o encerrada”.

Asimismo, la psicóloga de la Diputación que la atendió en el centro de acogida manifestó: “La niña sentía que su madre no la quería, que no la protegía y le tenía miedo. No quería volver con su madre en absoluto”.

LA VÍCTIMA // La víctima prestó declaración detrás de un biombo para no ver a sus padres. Así, afirmó: “No quiero volver a ver a mi madre porque me da miedo. Un día me estiró del pelo y me golpeó la cabeza con la punta de la mesa. Me hizo una cicatriz. Me pegaban sin motivo y continuamente. Además, el novio de mi madre aprovechaba cuando ella no estaba para darme besos en los labios y tocarme las partes de las chicas. No me parecía que lo hacía jugando. Se echaba sobre mí y me tocaba con las manos”.

En un momento dado, la menor, al recordar los hechos rompió a llorar desconsoladamente. Los forenses coincidieron en que su relato es “veraz”. H