Viajaban en condiciones inhumanas, poniendo en serio riesgo sus vidas, ocultos en camiones frigoríficos durante 40 horas a tan solo cuatro grados de temperatura. La Guardia Civil, la Policía Nacional y Europol han desarticulado una mafia --con seis detenciones en Valencia y otra más en Bilbao--, que cobraba entre 3.000 y 10.000 euros a refugiados iraquís y sirios por ocultarlos en camiones frigoríficos para llegar hasta el corazón de Europa.

El destino concreto era el Reino Unido, pasando antes por España, ocultos en tráilers, hasta puertos del norte del país.

La localización de ocho víctimas (cuatro adultos, tres niños y un bebé de 18 meses), hace ahora un año, fue clave para esclarecer el entramado de inmigración ilegal, que movía a los polizones de manera clandestina a través de la A-23. Todo apunta a que esas ocho víctimas subieron a un tráiler en el área de servicio de Barracas, según ha podido saber el diario Mediterráneo. El conductor de un camión, que circulaba desde Murcia, se detuvo en la provincia para descansar y revisar algunos problemas detectados en la ventanilla tractora.

Tras la parada --en la que se sospecha que la mafia ayudó a los refugiados a romper el precinto y sustituirlo por otro, forzando también la cerradura del vehículo pesado--, el chófer reanudó la marcha y fue a la altura de Villafranca del Campo (Teruel) cuando el conductor comenzó a oír fuertes golpes y gritos que provenían del interior del vehículo.

El hombre detuvo el camión y se dio cuenta, según declaró él mismo en sede judicial, de que llevaba a un grupo de personas, algo que, según testificó, desconocía por completo.

Agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional iniciaron sendas investigaciones para el esclarecimiento de estos hechos, lo cual llevó a coincidencias entre ambos cuerpos y a la creación de un equipo conjunto de trabajo, coordinado por el Centro de Inteligencia y contra el Terrorismo y el Crimen Organizado, con la finalidad de desmantelar la organización criminal asentada en Valencia y sus ramificaciones.

Las investigaciones iniciales se centraron en un individuo iraquí --nacionalizado español y residente en València-- que ejercía como cabecilla de la trama. Sus integrantes actuaban con absoluto desprecio por la vida de las personas transportadas, llegando incluso a golpearlas o suministrarles hipnótico si entraban en pánico durante el largo viaje.