Ana María M., la mujer que encontró la muerte en junio del 2015 en su casa de Vinaròs a manos de su hijo, tal y como él mismo confesó, tardó unos diez minutos en morir, tras recibir un total de 34 puñaladas. Así lo confirmaron ayer los forenses que practicaron la autopsia a la fallecida y que determinaron que la primera cuchillada que recibió la mujer fue en el cuello y por la espalda, sin posibilidad de defensa.

Los médicos confirmaron durante la segunda y última jornada del juicio celebrado en la Audiencia Provincial contra Samir B.M. que el joven, de 22 años, dirigió las puñaladas hacia órganos vitales y que las heridas en las manos de la víctima indicaban que trató de protegerse. El fiscal decidió rebajar ayer de 42 a 34 años su petición de prisión para el acusado por los delitos de asesinato e incendio y es que el joven sostuvo en todo momento que, aunque él mató a su madre, no causó el fuego, alegando que fue el novio de la mujer quien inició las llamas para intentar ocultar el cadáver.

Las acusaciones sostuvieron, sin embargo, que el joven fue el único que, sospechosamente, no colaboró en la extinción del fuego.

Los efectivos de Criminalística de la Guardia Civil explicaron que en la casa había claros indicios de Diógenes, afirmando que la habitación en la que se encontró a Ana María M. era «más bien una escombrera». Una versión confirmada también por los bomberos del Consorcio Provincial de la Diputación, quienes, de hecho, pasaron literalmente por encima del cuerpo sin vida de la mujer, sepultado bajo varias mantas, durante las labores de extinción.

Los agentes de la Benemérita explicaron que la sangre que había en la casa «se intentó limpiar, aunque en la fregona no había rastros» y los bomberos advirtieron de la grave explosión que hubiera podido producirse de no haberse intervenido rápido.

«Pretendo que este crimen no quede sin castigo. ¿A quién le interesaba un incendio? A Samir para deshacerse de las pruebas», apuntó el fiscal. El jurado popular comienza hoy a deliberar.