El joven del Grao de Castellón rociado por su expareja con pipas de calabaza molidas --a las que tenía una gran alergia-- asegura que, de no haber acudido corriendo al centro médico más cercano podría "haberme ahogado en dos minutos". "Las pipas me entraron en los ojos, por el cuello y la cara. Mi suerte fue que no tenía la boca abierta y que no las respiré porque se me hubiera hinchado la garganta de una forma tremenda", explica a Mediterráneo.

Cabe recordar que, como publicó Mediterráneo en exclusiva este miércoles, la Policía Nacional de Castellón ha detenido a una joven de 24 años a la que acusa de un presunto delito de lesiones tras atacar a su expareja y padre de su hija, de 23 y vecino del Grao de Castellón, lanzándole a la cara una bolsa de pipas de calabaza, a las que el hombre sufre una grave alergia.

El suceso sorprendió a los trabajadores del Mercat Central de Castellón, donde la víctima trabaja como pescadero y donde se produjo la agresión.

Según explica el gerente del Mercat, José Luis Hernández, y la propia víctima a Mediterráneo, la arrestada se presentó en las instalaciones hace unos días y esperó tras una pared a tener a la vista al afectado. Según muestran las cámaras de seguridad del recinto, pasó más de 10 minutos aguardando al varón. Cuando el joven se acercó a la zona, ella se dirigió hacia él y le lanzó parte de las pipas molidas que había llevado consigo hasta el Mercat.

Instintivamente, el trabajador dio varios pasos hacia atrás y volvió a ser rociado con los frutos secos por su expareja, que, según revela él mismo, se acercó con sigilo hacia donde estaba y solo le gritó: «¡Toma, hijo de puta!».

REACCIÓN

Tras el doble ataque y ante la mirada atónita de vendedores y clientes --la agresión se produjo durante la mañana y con decenas de personas haciendo sus compras--, el afectado salió corriendo del Mercat, a sabiendas de que en pocos segundos las consecuencias podían ser fatales. «Corrí hasta el centro de especialidades Jaume I porque es el que nos pilla más cerca para que me pudieran atender y pinchar cuanto antes», recuerda el joven.

El vigilante de seguridad de las instalaciones sujetó y echó a la agresora, a la que el afectado denunció en la comisaría provincial de la Policía Nacional cuando se recuperó del ataque.

Los investigadores la arrestaron más tarde acusándola de un delito de lesiones, castigado en el Código Penal con penas de tres meses a tres años de cárcel o con una multas de seis a 12 meses.

La detenida quebrantó la orden de alejamiento que le impedía aproximarse a la expareja, tras una denuncia de malos tratos que ella interpuso contra él.

Sin embargo, el herido sostiene que dichas acusaciones fueron falsas y destaca: «Es ella quien ha quebrantado la orden, lanzándome a conciencia un fruto seco al que yo tengo una gran alergia y que podría haber tenido consecuencias muy graves».