La provincia se ha vestido, de nuevo, de gala para honrar a algunos de sus miembros más destacados. Y, por primera vez, ha reconocido con la Alta Distinción de la Diputación a una persona, y no a un colectivo, como había sucedido en los dos años anteriores con la Universitat Jaume I y Porcelanosa. Castellón ha saldado la deuda que le debía «en su historia», como dijo el presidente de la corporación provincial, Javier Moliner, con la labor de Avel·lí Corma, reputadísimo científico moncofense que investiga desde hace décadas en busca de materiales más eficientes y formas de producir energía más limpias.

Corma, en un discurso reivindicativo, también hizo una lectura económica, en la que criticó que la industria «ha perdido peso específico en el PIB de la provincia», hasta situarse en el 11%, por debajo «del 17% de la media de España y del 20% que recomienda la Unión Europea para el 2020». Por ello, afirmó: «Ha llegado el tiempo en que la política ha de dirigirse al resurgimiento del impulso creador industrial para así generar puestos de trabajo y nuevas posibilidades».

Un guante que recogió inmediatamente después Moliner, quien destacó que Castellón, su economía y sus oportunidades «crecen». «Pero tampoco nos conformaremos mientras no haya más trabajo y de más calidad».

Al lado del talento

En este punto señaló que la Diputación provincial «está al lado de aquellos que apuestan por Castellón y generan ocupación, al lado de las buenas ideas y del talento». Y «para que nada se escape», un año más, volvió a exigir «las infraestructuras que nos deben». Sin concretarlas, resaltó: «No pido más de lo que merecemos y nos corresponde, porque somos una tierra de primera y queremos vivir como tal». Esto es algo que ayudaría a superar una de las lacras que sufre la provincia y que Moliner citó como una «prioridad»: evitar el éxodo rural.

En un acto que llenó, por tercer año, el salón de actos del palacio de las Aulas, Moliner glosó las bondades de la provincia: «Es una tierra que quiere ir a más, porque somos soñadores y no nos dan miedo los cambios».

Y Corma, emocionado al recibir la medalla de oro y el Arquer que le acreditan con la Alta Distinción de la provincia --aunque el galardón debería ser «colectivo» para con todos los que le rodean, dijo--, resaltó que, como le recordaron sus amigos de la Penya el Trull de Moncofa hace 21 años tras lograr el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología con una placa que decía «quien olvida sus raíces pierde su identidad», él quiso venir a trabajar a València, junto a su casa, para «mejorar» su tierra, acompañado por compañeros que dejaron la suya.

Y en este punto hizo su primer alegato social: «Este es el país que yo quiero y en el que yo creo; solidario y abierto y que sepa conservar su cultura y que respete e integre todas las otras». No podía escoger un escenario mejor para pronunciar estas palabras. A dos metros lo escuchaba Enrique Giménez, el tío Enrique, que ha dedicado su vida a la integración del pueblo gitano y que fue reconocido con el Mérito a la solidaridad. Junto a él, Carlos Latre (Mérito a las artes), Bruno Soriano (Mérito deportivo) y Marie Claire (Mérito a la innovación).

Formación laboral

Una industria esta, apegada a la tierra, más si cabe que el resto de la provincia. Y, para todas ellas, Corma pidió «un sistema educativo más fuerte y renovado, para que los jóvenes lleguen al mercado laboral con un nivel más adaptado a las necesidades actuales». No en vano, y como investigador, apeló a continuar transfiriendo a las empresas «el conocimiento que se genera en las universidades». En suma, «una sociedad más justa basada en los principios de igualdad de oportunidades, tolerancia y solidaridad», finalizó.