Los demógrafos dibujan en el mapa un Castellón con un futuro un tanto sombrío. Si nada lo remedia, la provincia perderá población en los próximos diez años: de los 571.747 habitantes de ahora a los 544.831 en 2026. La emigración superará a la inmigración y las muertes seguirán ganando la partida a los nacimientos. Es lo que habrá. Y en los municipios del interior la sangría va a ser todavía más exagerada. O mejor dicho, ya lo es. En 19 localidades del interior de Castellón apenas quedan cien habitantes. En otras 46 hay censados entre 101 y 500.

«No hay nada que hacer. A los pueblos mas pequeños le quedan tres telediarios. Muchos ya no tienen ni farmacia, ni panadería ni banco. Los jóvenes se van y las casas están vacías. Solo quedamos la gente mayor. El problema es que si no se hace algo pronto dentro de unos años aquí no vivirá nadie». Así describen el panorama quienes viven en los pueblos y hablan de un problema que hasta ahora se ha olvidado: el del despoblamiento rural, que alcanza de pleno a la mayoría de los municipios del interior de la provincia y que preocupa, y no poco, a todos los alcaldes.

Un ejemplo. En la última cumbre de alcaldes, celebrada el 22 de febrero, el primer problema que se planteó fue la pérdida de población en el interior. Hubo unanimidad. Tanta, que el presidente de la Diputación, Javier Moliner, anunció una cumbre para consensuar y poner en marcha toda una batería de medidas para evitar que los municipios más pequeños de la provincia se sigan apagando.

3.000 VECINOS MENOS EN 4 AÑOS

La solución no es fácil porque el problema es mayúsculo. Y lo es porque las localidades del interior de Castellón de menos de 3.000 habitantes han perdido cerca de 6.000 vecinos en los últimos cuatro años. Pero eso solo es el último capítulo de un fenómeno, el de la despoblación, que viene de lejos. Dos ejemplos. Morella tiene ahora 2.504 habitantes. Hace diez años tenía 2.802.

A Atzaneta del Maestrat le ha sucedido algo muy similar, de los 1.463 vecinos del 2006 a los 1.286 del año pasado, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). «Nuestros pueblos se mueren. La densidad de población del territorio rural de Castellón es muy baja, y los pueblos han comenzado un declive muy peligroso de cara a garantizar la supervivencia», alerta Juan Carreras, alcalde de Tírig, que describe que en el municipio cada año mueren una veintena de personas y solo nacen dos o tres niños.

Tírig todavía puede presumir de tener niños pequeños en sus plazas, pero hay varias decenas de localidades de la provincia donde los nacimientos no son nada habituales. En 47 localidades del interior (el 34,8%) no nace un niño desde hace más de un año y en otras doce tan solo se contabiliza un alumbramiento. ¿Consecuencia? Quienes vieven en los pueblos son cada vez menos y también cada vez más viejos. En Castellón, la edad media de la población de los municipios de menos de 100 habitantes es de 54,6 años. La edad media en la capital baja a los 40 años. «Se trata de un problema grave y al que hay que hay que buscar soluciones.

La clave está en unir esfuerzos y poner en marcha medidas urgentes», defiende Rhamses Ripollés, alcalde de Morella, que recuerda también que según el Instituto Serranía Celtibérica, a la que la propia capital de Els Ports pertenece, Castelló figura en el listado de las diez provincias españolas más gravemente afectadas por la despoblación.

ESCUELA Y EMPRESAS, CLAVE

La espiral en la que han entrado la mayoría de los municipios del interior empieza a ser peligrosa. Sin niños no hay escuela ni instituto. Sin vecinos no hay tiendas, ni bancos, ni bares. «Cuando un pueblo pierde la escuela, pierde el poder de atracción de parejas jóvenes para establecerse. Cuando un pueblo pierde el consultorio médico, motiva que la gente mayor prefiera ir hacia un pueblo más grande o una ciudad para tener médico y hospital cerca de casa. Si se añade el cierre de las oficinas bancarias, y otros servicios como la farmacia, el centro de día ... las personas consideran llegada la hora de irse. Y cuando unos se van, otros también, hasta dejar el pueblo al borde de la desaparición», describe el alcalde de Tírig que visa de que «un territorio sin gente es un territorio desaprovechado, sin vigilancia ni protección del patrimonio y sin capacidad de regeneración».

El diagnóstico está claro pero lo que falta ahora son soluciones que den resultado. «Hay que hacer un frente común y luchar por las infraestructuras. También habría que reclamar cambios legislativos y una fiscalidad específica que permita a los municipios atraer empresas que creen empleo y fijen la población», resume el alcalde de Morella. Atraer empresas es una de las claves. Quizás la más importante del Plan urgente contra la despoblación que reclaman los alcaldes.