La vida en el campo o en la granja ya no es la de antes. Hoy los pueblos de Castellón están bien comunicados, tienen acceso a todas las comodidades y la incorporación de maquinaria permite a los agricultores y a los ganaderos faltar algún día a sus puestos de trabajo. Incluso cogerse unas vacaciones. Sin embargo, la imagen del trabajo duro que no da para vivir o la sensación de que solo se quedan en la agricultura quienes no valen o no les gusta estudiar sigue pululando. La consecuencia es clara: los jóvenes continúan dando la espalda al sector y eso que este año cultivos como la almendra o el aceite van a alcanzar algunos de los precios más altos de la historia. Pero ni así.

Que la agricultura y la ganadería siguen sin seducir a los jóvenes de Castellón lo demuestran los datos del Ministerio de Empleo. Quienes se dedican como autónomos a cultivar las tierras o a producir carne son ahora 3.240 profesionales en la provincia (datos del pasado mes de octubre), 54 menos que hace justo un año. En el 2008 eran casi 6.000. “La incorporación de jóvenes al sector es cero. Hay muchas dificultades y la Administración tampoco ayuda nada”, resume Juanma Mesado, secretario técnico de La Unió de Llauradors y también máximo responsable de la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE) de la Comunitat.

Los jóvenes no quieren ser llauradors y las organizaciones agrarias llevan años advirtiendo que el relevo generacional es una cuestión urgente en España y, en Castellón, todavía más. Casi la mitad de los agricultores de la provincia tiene más de 65 años y los mayores de 55 representan el 71% de quienes se dedican a las labores del campo. Los menores de 35 años apenas representan el 4%. “Si en el conjunto nacional los datos son malos, en Castellón todavía son peor”, apunta Héctor Molina, agricultor de 37 años y presidente de la sectorial de Jóvenes de la Federación Provincial de Agricultores (Fepac).

SIN un SUELDO FIJO // Pero, ¿por qué casi nadie quiere ser agricultor en Castellón? Hay varios motivos, pero uno de los principales es que se trata de un sector que nunca garantizada un sueldo fijo al mes. “A pesar de que en estos momentos hay ciertos cultivos que son rentables, el problema es que el agricultor nunca sabe lo que va a cobrar ni cuándo. Es comprensible que los jóvenes prefieran trabajar en una empresa de azulejos antes que en el campo”, argumenta Juanma Mesado.

No todo es cuestión de dinero, aunque tiene un peso muy importante. Las organizaciones agrarias critican la falta de ayudas a la incorporación de jóvenes y las dificultades de acceso a los créditos y a la tierra. “En la Comunitat Valenciana no hay ayudas desde hace tres años. Ahora todo apunta a que en diciembre habrá una nueva convocatoria que, en cualquier caso, no tendrá efectos hasta el 2016”, lamenta Mesado.

Héctor Molina también es de los que apunta a que la falta de ayudas es un hándicap importante. “La Administración nos ha dejado de lado y, por ejemplo, en el sector de la ganadería, las subvenciones son anecdóticas si se comparan con la inversión inicial que debe hacer un empresario”.

No hay ayudas públicas y el acceso a la tierra es prácticamente imposible. Y eso que, según las estadísticas que maneja Fepac-Asaja, en la Comunitat hay 170.000 hectáreas de tierra cultivables en estado de abandono. “Comenzar de cero es muy arriesgado y quien lo hace es porque hereda tierras o explotaciones ganaderas”, sentencia Molina.

QUÉ SE PUEDE HACER // El panorama pinta gris oscuro, pero las organizaciones agrarias aseguran que con algo de voluntad las cosas podrían llegar a cambiar. “No hay una fórmula mágica, pero sí un conjunto de medidas que podrían incentivar el relevo generacional. Las ayudas son necesarias, como también un marco que dé seguridad al sector tanto desde el punto de vista económico como jurídico y social”, dice Mesado.

Molina apunta una tercera fórmula: la profesionalización. “Hay que innovar, crear proyectos y demostrar que de este sector se puede y se debe vivir”. H