Corría el año 1914, más concretamente el 14 de febrero, cuando nació en Vila-real María Gil Esteller --en el Registro Civil y oficialmente María Josefa; y en el de la Iglesia, bautizada como María Gracia--, una mujer que acaba de celebrar junto a los suyos su 104 aniversario, uno más que sumar a una vida cargada de historias que, en su gran mayoría, le han dejado buenos recuerdos. Amigas, hijo y nuera, sus nietas y sus bisnietos le acompañan en su día a día para, como asegura tajante, «estar muy mimada y sentirse como una reina».

María forma parte de ese selecto grupo de poco más de 150 residentes en la provincia de Castellón que han cumplido o superan los 100 años de existencia --solo una treintena de ellos hombres y más de 120 mujeres-- y, por tanto, son ya parte de la historia castellonense. Son libros abiertos con miles de anécdotas de vida que las nuevas generaciones ni siquiera alcanzan a imaginar.

La memoria de María sigue siendo prodigiosa para su edad y, pese a tener algunas lagunas --por otra parte, algo muy lógico-- recuerda con cariño muchos de los capítulos de su vida: el nacimiento de su hijo Vicente; cuando se casó con Vicente Llorens, Llorquet; cuando su retoño inició su relación con la que sigue siendo su nuera, María Sebastiá, de la que afirma que es «como una hija»; o cuando marchó por un tiempo a Pamplona, donde pudo esquivar las penurias de la posguerra con sus tíos, a quienes les ayudaba en su tienda La Huerta Valenciana, en la capital navarra.

Homenaje diario

María recibe el homenaje y cuidado diarios de todos quienes le rodean: su hijo y su nuera, Vicente y María; sus nietas Judith, Gema y Esther; sus bisnietos Daniel, Lucas, Gael y Adrián; y su hermana Pilar que, a sus 91 años, también rebosa una envidiable vitalidad. Tampoco faltan las visitas de conocidas, especialmente de Lolita, una excompañera del almacén de naranjas que, incluso, «viene cada semana a darme la comunión». Y es que esta entrañable vila-realense trabajó durante una década en la cooperativa Cosecheros que, tras fusionarse con Cofrutvi, en 1999, pasó a denominarse Real Export.

Con todo, no han faltado los momentos tristes en su larga vida, como los estragos de la guerra civil que, junto a su familia, le obligaron a guarecerse en el refugio de Herrero y después a marchar hacia Guadassuar para evitar las bombas; o el arresto, en ese mismo periodo, de su marido que, afortunadamente, duró muy poco.

Sus recuerdos han quedado, en parte, entre las paredes de las casas en las que habitó en su niñez, juventud y madurez, en las calles Santa Bàrbara y Buenos Aires. Recuerdos que aún comparte con sus seres más queridos.