Paciencia, pasión, amor por las señas de identidad de su tierra y sus gentes, ideas claras y una alta dosis de respeto hacia las diferencias. Eran algunas de las muchas virtudes que hacían de Pasqual Batalla la persona natural y próxima que era.

Y es que el que fuera primer teniente de alcalde de Vila-real y concejal de Normalització Lingüística y Tradiciones hasta el día de su fallecimiento, el pasado martes, vivía con auténtica pasión todo aquello en lo que creía y en lo que trabajaba.

Lo hizo --y dejó profunda huella allá por donde pasó-- durante su larga etapa como maestro en Tales, Vila-real, Rossell y Nules, en este último municipio durante 29 años en el colegio Pius XII. Tanto es así que no faltaron las muestras de cariño expresadas por exalumnos en su página personal de Facebook.

Un trabajo que compaginó con las tareas de concejal en el Ayuntamiento desde que en 1999 ocupó uno de los sillones de la sala de plenos en representación del Bloc, junto a la ya veterana Maria Gràcia Molés. Desde su labor política no falló en ningún momento a sus ideales de defensa y promoción de la lengua y las costumbres de Vila-real y su País Valencià.

Durante su vida, y como buen vila-realense, estuvo vinculado a un buen número de movimientos asociativos, como la Congregació de Lluïsos, las pusirimeras, las rosarieras o la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y Virgen de la Soledad, de la que fue cofrade de honor.

Su defensa de la idiosincrasia valenciana la ligó a su vinculación con Acció Cultural del País Valencià. Una trayectoria vital que, el pasado mes de enero, le hizo merecedor del reconocimiento público expresado por la asociación Micalets del Regne de València, durante los actos conmemorativos del 311º aniversario del asalto y quema de la villa por parte de las tropas del rey borbón Felipe V.

Proximidad

Durante décadas también dejó bien patente su vila-realerismo con su entrega con el mundo de la fiesta. Miembro fundador de la peña L’Embolic, por todos era conocida su buena mano para elaborar el tradicional empedrao en numerosos momentos de la fiesta. Tan fue así que, años después, se popularizó esta costumbre hasta el extremo que la Comissió de Penyes oficializó un concurso de paellas que, de alguna manera, se convertirá en un homenaje póstumo a la figura de Batalla en el ámbito festivo.

Paranyer de pro

Y qué decir de su cariño por el parany, una modalidad de caza tradicional que defendió con uñas y dientes hasta el final de sus días. No en vano fue presidente de la asociación de paranyers Apaval de 1998 al 2011, durante cuyo mandato logró a salir a hombros de sus compañeros de afición en Valencia, tras aprobarse en Les Corts una modificación de la Ley Valenciana de Caza que abría las puertas a su práctica legal, aunque nunca se hizo efectiva al contravenir una norma estatal.

Las comidas en su parany llegaron a ser un clásico. Y en ellas participaron, saboreando los guisos que Batalla elaboraba en persona, desde políticos a amigos o, incluso, los funcionarios que trabajaban en sus respectivas concejalías, a quienes trataba como solo él era capaz de hacerlo, con afecto y respeto hacia la labor que desarrollan en su día a día.

Su aportación a la sociedad vila-realense, a la que sirvió durante sus 65 años de vida, no acaba con su labor política, que efectuó atendiendo con serenidad y aprecio a todo tipo de colectivos ciudadanos, sino que también contribuyó a hacer visible la riqueza patrimonial de su pueblo, como colaborador de la revista Poble, con su sección A cau d’orella, cuya recopilación le sirvió recientemente para publicar el libro Històries de Molins.

Y la huella que ha dejado en su ciudad natal quedó bien patente el miércoles y el jueves, cuando miles de vecinos expresaron sus sentidas condolencias a la familia y participaron en un último adiós emotivo y cargado de aplausos en agradecimiento a su dedicación.