Vila-real volvió a revivir ayer una de sus ferias más tradiciones y con mayor arraigo que se celebran en la ciudad, como es la Fira de Santa Caterina. Miles de vecinos y visitantes no quisieron perder la ocasión de reencontrarse con su pasado y disfrutar de una de las muestras de tradición más antiguas de la provincia y que cuenta con la distinción de fiestas de Interés Turístico Provincial desde el 2011 por su repercusión y atractivo turístico.

El tiempo, en esta ocasión y pese al descenso de las temperaturas registrado esta pasada semana, donde el frío apareció de repente, no fue obstáculo --a diferencia de la lluvia del pasado año--, para disfrutar de esta muestra que reúne en Vila-real a unos 270 vendedores a finales de noviembre y que, como destacó la concejala de Economía, María Dolores Parra, se calcula que genera una repercusión económica de 400.000 euros en un solo día, con el paso de 40.000 visitantes.

Los dulces típicos, como los turrones o los mazapanes, junto a los frutos secos, las castañas asadas, el maíz o las típicas llonganisses de Santa Caterina volvieron a ser los reyes de una cita en la que tampoco faltaron las tradicionales paradas de embutidos, juguetes y adornos para el belén.

La tradicional mocadorà, compuesta por dulces y frutos secos, volvió a ser la protagonista entre los encantados enamorados. H