Rodrigo Hernández no lo ha tenido fácil desde que el pasado verano acordara con el club abandonar el abrigo del filial para pasar, con todas las consecuencias, a ser uno más del primer equipo. Con 20 años casi recién cumplidos —nació en Madrid el 22 de junio de 1996—, el centrocampista recibió el 16 con la ilusión de hacerse con un hueco en una posición en la que Bruno Soriano, el capitán, y Trigueros ejercen su tiranía. Además, el madrileño vio cómo llegaba al club Alfred N’Diaye, que muy pronto dejó de ser un central para Escribá y pasó a engrosar la nutrida nómina de mediocentros. Con unas características físicas muy marcadas (un pivote de gran presencia física gracias a su metro noventa de estatura), para Rodrigo no cabía la reconversión, el camino que inició Jonathan dos Santos ya desde la etapa de Marcelino.

La etiqueta de promesa y joya de la cantera, quedó ahí, estancada. Pasó la previa de la Champions en blanco; siguió un inicio de Liga y de Europa League en el que alternó el banquillo y las decepciones, muchas veces, de quedarse fuera de la lista. En la octava jornada llegaron los primeros minutos, que se repitieron en la novena, pero siempre con un papel puramente testimonial. «Mi momento está por llegar», decía el centrocampista en los momentos más bajos, aunque siempre ha contado con el apoyo de un vestuario que le cuida y las palabras de aliento de Fran Escribá, que desde el primer momento vio en el futbolista «al Bruno del futuro del Villarreal».

DOS TEMPORADAS EN UNA. Parecían meras palabras, hasta que un día todo comenzó a cambiar. Rodrigo, que no llegó al centenar de minutos en los primeros 16 encuentros oficiales de esta temporada, está al borde de los 700 en los 16 últimos. Los partidos a cero se han reducido a la mínima expresión y las titularidades —siempre caras con Bruno y Trigueros en el mismo equipo— se van sucediendo, la última ante el Sevilla, en el encuentro que parece haber marcado definitivamente el paso de promesa a realidad del centrocampista —«se marcó un partidazo», no dudó en alabar Escribá— y que ha demostrado que la presencia de Rodrigo no es incompatible con la de Bruno y Trigueros en el mismo once: los jugones siempre encajan, y más cuando comparten el mismo ADN, el de la escuela del Villarreal.

REVISIÓN DE CONTRATO. Rodrigo acaba contrato en el 2018, una fecha demasiado cercana. Por ello, el club amarillo ya se ha marcado como uno de sus más inminentes movimientos revisar el contrato del madrileño, una vez certificada su validez para el fútbol de élite y el peligro de que otros clubs puedan lanzarse a la caza de uno de los mediocentros sub-21 más cotizados del fútbol nacional. Después de Mario, Trigueros, Asenjo… Rodri puede ser el próximo en la operación blindaje.