Muere Maraya, una leyenda del 'bou al carrer' en Burriana
Su manera tan personal de rodar a los toros lo convirtió en un mito

Maraya, rodando un toro. / Alberto de Jesús
Jorge Casals
Juan Vicente Montón Aguilella, conocido por todos como Maraya, ha muerto esta madrugada a los 71 años. Se va una auténtica leyenda del bou al carrer en toda la provincia, aunque particularmente en Burriana. Casado con Amparo, deja dos hijos, Amparo y Juanvi, y un nieto, Cayetano. A partir de las 16.00 horas, los innumerables amigos que deja podrán acudir al tanatorio Conejero de la localidad para darle el último adiós.
Su manera tan personal de rodar a los toros ha dejado una huella imborrable que ha hecho ganarse el reconocimiento de todos los aficionados, que ahora lloran desconsolados a uno de los grandes. Toda una vida, más de medio siglo, jugándosela delante de los toros, pisando terrenos prohibidos que solo él era capaz de pisar creyendo firmemente en sus facultades y conocimientos. Ahora, este adiós le convierte en un mito de los bous al carrer.
Trayectoria
Nacido en 1950 en Burriana, su nombre sonó con fuerza en la década de los 70 y los 80, pero sin duda, sus momentos más esplendorosos llegarían con su madurez, en los 90, los años dorados en los que protagonizó capítulos escritos con letras de oro. Idolatrado en La Vilavella, donde la complejidad de sus recintos le ayudaba a marcar diferencias, se ganó el respeto en ambos barrios.
En Sant Roc protagonizó momentos emotivos como la salida de un toro de Miura en 1992, al que le pudo con velocidad y mucho valor para dejárselo llegar. No menos fue en Sant Xoxim, donde prácticamente se metía dentro del toril para ser el primero en recibir al astado en un alarde de valentía sin precedentes, y donde mejor lucía su velocidad en sus largas y duras calles. Y todo sin despegarse de su cigarrillo, en la boca o en la mano, que en aquella época era tan habitual, al igual que lo era vestir jeans y camisa en verano, un “rara avis” en la actualidad, donde impera el short y la camiseta de tirantes.
Maraya desafió todas las leyes hasta entonces impuestas en la calle. Por donde parecía imposible pasar, él lo hacía. Sus rodadas mantenían el suspense, pues nunca se dio un ápice de ventaja, todas fueron para el toro: darle salida, la distancia larga, salir de cara, dejarlo llegar... Ese fue su fuerte. Su tauromaquia se resume en esa manera de parar al toro de Cuadri en Nules el año 1993, con 43 años, unas imágenes convertidas en virales dadas su emoción.

Maraya embolando un toro. / J. Centelles
Embolador
Triunfó también como embolador. Aprendió con la cuadrilla de Pepe Badía, de Onda, pero pronto formó la suya propia, en la que estuvo en activo hasta hace muy pocos años. Su seriedad y eficacia como rodador la aplicó también en el pilón de embolar, encargado de las tareas más importantes como colocar la tenaza y cortar la cuerda, fuese el toro que fuese, incluso cuando su edad comenzaba a menguar sus facultades pero no su valor.
En 1995 sufrió la cogida más fuerte de su vida en Onda. El toro Señorito, de Machancoses, no le perdonó esa fidelidad que siempre mantuvo a la hora de rodar con sinceridad y darle todas las ventajas al animal. Le fracturó siete vértebras y dos costillas, pero no su amor propio, que se mantuvo firme durante muchas décadas.
Su última aparición fue en las fiestas de Burriana del 2019, cuando recibió en la puerta de toriles al famoso astado Nubarrón.

Maraya, en la puerta de toriles junto a 'Nubarrón'. / torodigital
Transmitió la afición a su hijo, que probó suerte como torero.
La afición de bous al carrer pierde a un icono, un referente muy querido y admirado. D.E.P.
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