Tener una dieta que nos aleja de las enfermedades es una posibilidad completamente real y casi tan antigua como la vida.

Ya lo decía Hipócrates: «una buena alimentación nos mantendrá alejados de las enfermedades»

Y lo decía allá por el siglo V antes de Cristo, cuando afirmaba que el alimento es parte del tratamiento, y que con una buena dieta nos mantendremos alejados de las enfermedades.

¿Sabemos cómo es la dieta que nos aleja de las enfermedades?

Teniendo en cuenta esta máxima podemos hacernos la pregunta de qué hacer para cuidar nuestro intestino.

La respuesta la conocemos todos. Pero…

Otra cosa es la fuerza de voluntad que necesitamos para llevar a cabo los cambios necesarios y mejorar nuestra alimentación y nuestra forma de vida.

Además, el sedentarismo propio de la sociedad actual tampoco beneficia en nada a nuestro tracto digestivo.

Y por eso hacer deporte, respirar aire puro, andar… es elemental para sobrevivir a los niveles de estrés a los que estamos sometidos diariamente.

¡Ah! y, por supuesto, eliminar la ingesta de alcohol.

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No consumir los alimentos procesados ni ultra procesados

Si hay un asunto sobre el que los especialistas son unánimes es la conveniencia de suprimir de nuestra dieta todo lo procesado.

Lo sano es todo aquello que no ha sido manipulado por la industria, porque ese tipo de productos contienen altas dosis de azúcares. Y si algo sobra en nuestro organismo son precisamente los azúcares.

Las legumbres, las hortalizas, los cereales, los tubérculos y las frutas tienen que ser los ingredientes predominantes en nuestra dieta diaria.

Si además sabemos cocinar estos ingredientes, algo tan básico, rico y sano como una patata se puede convertir en un súper alimento.

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Patatas, cereales, legumbres y arroz, mejor al horno… y enfriar antes de comer

Son unos alimentos fundamentales para nuestra dieta, pero es imprescindible saber cocinarlos… y comerlos.

Por eso se recomienda que los productos ricos en almidón (tubérculos, cereales, legumbres o arroz) se cocinen en el horno, siempre que se pueda.

Y lo que quizás le resulte más sorprendente: en vez de comerlos nada más prepararlos, se recomienda introducirlos en el frigorífico para que se enfríen.

De esta manera, los azúcares contenidos en estos productos son fermentados de forma distinta por las bacterias, generando éstas una serie de metabolitos que mejorarán nuestro sistema inmune.

Así ayudaremos a que nuestros órganos funcionen mejor, incluida nuestra microbiota.

Lejos de suponer un engorro más en nuestro complicado día a día, esta técnica nos permitirá tener nuestra propia comida rápida (abrir la nevera y comer), pero convertida en un super alimento.

Los mejores productos son los de temporada

A la ya sabida recomendación de comer hortalizas y frutas, le añadimos un elemento más. Que los hagamos siempre con productos de temporada.

Porque a diferencia de lo que ocurría hace unos años, ahora nos encontramos con que el mercado actual nos oferta casi los mismos alimentos durante todo el año, y tendemos a repetir comida una y otra vez.

Por ejemplo, los más pequeños suelen comer muy bien el plátano, y como lo tenemos siempre a la venta, no diversificamos el consumo.

Pero la variedad en la alimentación alentará la variedad en nuestra microbiota intestinal lo que, como ya sabemos, mejorará la salud de nuestro cuerpo.

Hay que enseñar a los niños a comer bien y sano… aunque cueste

En el aprendizaje y el desarrollo de las buenas prácticas alimenticias, los niños tienen un papel fundamental.

Si no aprendemos de pequeños a comer bien y sano, el cambio de las conductas alimenticias se complica con la edad.

Por ello, hace algunos años el Gobierno estableció la prohibición de instalar máquinas de vending en los centros educativos.

Y sería muy beneficioso para nuestra salud que este ejemplo se siguiera en otros ámbitos de nuestra vida diaria, como los hospitales o los entornos laborales, donde estas máquinas siguen dispensando alimentos poco o nada sanos.

Fibra, imprescindible en una dieta que nos aleja de las enfermedades

Por último, es muy importante aumentar la ingesta de fibra, bien a través de frutas, verduras u otros productos.

Normativas como la del pan, que entró en vigor hace no mucho, inciden en que los productos calificados como integrales, tengan realmente este tipo de componente en gran cantidad.

En caso de que la ingesta de fibra no sea posible por cualquier causa, una intolerancia por ejemplo, ésta se puede proporcionar a través de suplementos específicos.

Modificar nuestra flora intestinal para combatir las intolerancias

El asunto de las intolerancias parece estar de moda en los últimos años y las empresas han aprovechado el tirón para comercializar productos libres de todo aquello que nos sienta mal: la lactosa, la fructosa o el gluten.

En el caso de la lactosa, se ha constatado que los españoles genéticamente estamos predispuestos a ser intolerantes. La lactosa es un azúcar que para poder digerirla, los individuos segregamos una enzima denominada lactasa.

Pero a medida que nos hacemos mayores, nuestra capacidad de generar esta enzima se va reduciendo, lo que permite que el azúcar llegue íntegro a nuestro intestino.

Allí estos azúcares son devorados con gusto por las bacterias, hasta el punto que la fermentación de estos azúcares por las bacterias intestinales genera un excesivo aire muy molesto, con clínica de hinchazón, malestar, dolor…

Esta intolerancia, como otras, se agudiza con el estilo de vida que llevamos actualmente, el estrés, la mala alimentación y el exagerado consumo de antibióticos.

Todo este cóctel hace que nuestra flora intestinal genere bacterias muy fermentadoras, que harán que nos sintamos mal tras la ingesta de algunos productos.

Modificar nuestra flora intestinal, mediante cambios en la dieta, realizar ejercicio regularmente y recurrir a probióticos, mejorará nuestra capacidad para metabolizar este tipo de azúcares