«De victoria en victoria vamos de cabeza hacia el desastre». Esta célebre frase de Georges Clemanceau, que llegó a ser Primer Ministro y a Jefe de Gobierno durante la Tercera República Francesa, puede aplicarse a la situación de la lucha contra la pandemia de Covid-19 en buena parte de Europa. Por cierto, Clemanceau era médico.

Mientras nos empeñamos en creer que la pandemia del coronavirus es cosa del pasado, la OMS insiste:

«Europa es el nuevo epicentro de la pandemia de Covid-19». Hans Kluge, director para Europa de esta organización, estima que en los próximos meses morirán de Covid-19 medio millón de europeos.

A nuestra estrategia le falla algo

¿A qué se debe este nuevo repunte?

Para derrotar al coronavirus las autoridades europeas apostaron por vacunar masivamente a su población y muy pronto comenzaron a eliminar las medidas epidemiológicas convencionales (rastreos, distancia social, cuarentenas, restricciones a la movilidad).

Lo importante era volver a la normalidad cuanto antes, y asumieron que con tasas de inmunizados de alrededor del 70% se conseguiría la inmunidad de grupo.

Parecía fácil lograrlo si en la política de vacunación seguíamos la estrategia de «nosotros primero».

También ayudaba que un porcentaje nada despreciable de la población ya se había contagiado de la Covid-19 y se había recuperado.

Pero no había evidencia científica de que un 70% de inmunizados fuese suficiente para conseguir la inmunidad de grupo. Más bien al contrario.

Y encima nuestro estilo de vida, que nos lleva a hacinarnos en bares, restaurantes, cines, estadios, aulas, comercios, etc. crea las condiciones propicias para que un virus respiratorio se contagie fácilmente.

Si a esto unimos nuestra avidez por viajar, la dispersión rápida del coronavirus está asegurada.

Cantar victoria cuando aún hay 223 millones de europeos sin vacunar…

Somos alrededor de 745 millones de europeos. Y si se consigue vacunar al 70% de la población todavía quedarán más de 223 millones de individuos susceptibles de enfermar.

Son demasiados.

Alrededor del año 1000, la población europea apenas llegaba a los 30 millones. La gente vivía mucho más dispersa que ahora y su movilidad era mucho menor.

Y sin embargo, pandemias de enfermedades como la peste, mucho menos contagiosa que la Covid-19, fueron capaces de contagiar a cerca de la mitad de la población provocando más de 5 millones de muertos.

Pues tener 223 millones de individuos susceptibles de contagiarse son todavía una situación idílica… pero para el SARS-CoV-2.

Además hay que tener en cuenta que las actuales vacunas contra el SARS-CoV-2 no son esterilizantes.

Los vacunados tienen una menor probabilidad de contagiarse que los no vacunados cuando se exponen al virus, pero pueden contagiarse. Incluso siendo verdad, como lo es, que una vez contagiados el coronavirus proliferará en ellos muchísimo menos de lo que lo hace en los no vacunados, por lo que contagiarán a mucha menos gente.

Con la estrategia actual necesitamos vacunar casi al 100% y…

En nuestro actual contexto y con la estrategia elegida en Europa, resulta imprescindible llegar a porcentajes de vacunación muy próximos al 100% de la población para terminar con el problema de la Covid-19.

Pero incluso así pendería sobre nuestras cabezas la espada de Damocles.

Porque en cualquier momento podría surgir un mutante de escape en alguno de los países del mundo donde no se hubiese vacunado masivamente o controlado el virus mediante medidas epidemiológicas convencionales.

Y si eso se produjese, que desgraciadamente no es un imposible, entonces habría que volver a vacunar a toda la población con una nueva dosis, adecuada al nuevo mutante.

El problema está en que si hemos decidido que vacunar masivamente a la población es nuestra estrategia para derrotar a la Covid, entonces hay que ser coherentes y hacerlo. Pero sabiendo que es imprescindible vacunar a todo el mundo.

Y eso no es nada fácil.

Nadie contó con los antivacunas.

Los datos de vacunación no cumplen expectativas

En un continente donde sobran dosis de vacunas y los medios para inocularlas, las cifras de vacunación se han estancado por culpa de los antivacunas.

En el Reino Unido y en Francia solo se ha vacunado el 68% de la población, en Alemania apenas el 66%. Y las cifras de vacunados en los países del este de Europa son ridículas (desde poco más del 30% en Rumanía al 50% en Letonia).

Como se han eliminado la mayoría de las medidas para la prevención de la Covid-19, en el Reino Unido la incidencia acumulada ronda ahora los 875 casos por 100.000 habitantes, en Bélgica los 810, en Alemania los 310 y así sucesivamente.

En nuestro país batimos un récord de vacunados con algo más de 37 millones de personas con la pauta completa.

Es un éxito. Lo hemos hecho mucho mejor que los otros países de nuestro entorno y hay que celebrarlo.

Pero las cifras se han estancado a pesar de las múltiples facilidades para vacunarse en cualquier momento. Y ni de lejos son suficientes para garantizar una inmunidad de grupo.

Por eso ya hemos empezado con una subida, de momento lenta, pero continua, y pasamos de los 53 casos por 100.000 habitantes.

Medio millón de muertos serán demasiados muertos

Hay que decirlo claramente.

Este invierno medio millón de personas morirán de forma absurda principalmente por culpa de quienes se niegan a vacunarse.

Un ejemplo resulta de lo más revelador. En Alemania, pese a todas las campañas y controles hay trabajadores de residencias de ancianos que no están vacunados. Y la tasa de ancianos que mueren por Covid-19 en Alemania es mucho mayor en las residencias donde sus cuidadores no están vacunados que en las que sí lo están.

Seguramente si nuestra madre muriese en una residencia donde su cuidador es un antivacunas, no entenderíamos por qué no se le obligó a vacunarse o a dejar ese trabajo.

Los datos sobre la seguridad de las vacunas son demoledores.

Con casi 7.200 millones de dosis administradas en el mundo, las dudas sobre posibles efectos adversos de las vacunas de RNA que hubiese podido haber al principio están totalmente disipadas.

Respecto a su eficacia, hay un seguimiento masivo de datos sobre personas vacunadas (por ejemplo, a través de la red Covid-NET), y los resultados son demoledores.

Una persona vacunada tiene mucha menos probabilidad de contagiarse, de acabar en el hospital una vez contagiado y de morir una vez en la UCI, que un no vacunado.

Estimar cuánto de estos efectos se debe solamente a la vacuna tiene la dificultad de que los datos demuestran fehacientemente que los vacunados son como media más inteligentes y mejor formados que los no vacunados, y en consecuencia saben protegerse mejor del contagio, acuden antes al hospital y una vez allí colaboran en su tratamiento mucho más que los no vacunados.

En todo caso:

1. Un vacunado tiene 5 veces menos posibilidades de contagiarse que un no vacunado.

2. Un vacunado que se haya contagiado tiene 29 veces menos probabilidades de acabar en el hospital que un no vacunado

3. Un vacunado que ingresa en UCI tiene 3 veces menos probabilidades de morirse que un no vacunado

Queda una esperanza. Los nuevos fármacos anti-Covid-19 salvarán la vida de los antivacunas.

Menuda contradicción.