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Crisis medioambiental

La encrucijada de América Latina: ahondar el desastre o buscar el desarrollo sostenible

La región, responsable del 5% de las emisiones mundiales, ha sido fuertemente golpeada por el cambio climático | Las diferencias ideológicas entre los países y su incapacidad para consensuar cuestiones mínimas en temas medioambientales dificulta avanzar hacia un modelo más verde

Vista aérea de una zona deforestada en la Amazonia, en el estado brasileño de Mato Grosso. Reuters

El calentamiento global dibuja sobre el horizonte latinoamericano contornos sombríos. La región es responsable del 5% de las emisiones mundiales, pero todo indica que esa cifra será muy pronto superada. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) predice en ese sentido cambios más intensos en la temperatura, el régimen de lluvias, la aridez de la tierra y sus correspondientes incendios, así como otros fenómenos de fuerza devastadora. Meses atrás, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) dio a conocer un reporte desolador sobre lo que había ocurrido en 2020: fue uno de los tres años más cálidos de América Central y el Caribe, y el segundo en América del Sur. Hubo un récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica, donde la temperatura del mar registro niveles inéditos. Se reportaron además las peores sequías en medio siglo en el sur de la Amazonia, estrés hídrico, deslizamientos de tierra e inundaciones repentinas en las zonas rurales y urbanas. La suma de trastornos provocó 312.000 muertes y afectó a más de 277 millones de personas entre 1998 y 2020.

Detrás del avance de la degradación se esconde una matriz productiva. La cuenca del río Amazonas se extiende a lo largo de nueve países sudamericanos y almacena el 10% del carbono global. Durante los últimos cuatro años experimentó una tala mayor de sus bosques, convertidos, a un ritmo cada vez más trepidante, en grandes pastizales para el ganado y en terrenos para plantar soja. Una de sus previsibles consecuencias fue una propagación más voraz de las llamas. La tala descontrolada es una marca de época sobre la tierra. El reporte del Panel Intergubernamental sobre Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Ecosistemas (IPBES) ha dado cuenta recientemente que un 40% de los bosques tropicales devastados a nivel mundial entre 1980 y 2000 pertenecían a América Latina.

Brasil echó por tierra el compromiso de frenar la deforestación. El Observatorio del Clima sostuvo que las metas de reducciones de gases de efecto invernadero (NDC) que son la columna vertebral del Acuerdo de Brasil se han tornado "insuficientes" e "inmorales" desde que gobierna la ultraderecha. El sitio Carbón Brief, que mide las responsabilidades históricas de los países en la destrucción del medio ambiente, ubica a Brasil en el cuarto lugar de los mayores contaminantes, solo superado por Estados Unidos, China y Rusia.

Desacuerdos

En vísperas de que arranque la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26), la región se debate sobre cómo cumplir con los compromisos adquiridos en París y, a la vez, poner en marcha un nuevo modelo productivo que saque de la pobreza a casi 210 millones de personas. Los liderazgos tienen visiones divergentes. Según Manuel Pulgar Vidal, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la fragmentación regional no solo es del orden ideológico y político entre sus países. Existe una dificultad para "articular decisiones y en consensuar cuestiones mínimas" en temas ambientales.

Semanas antes de la cita de Glasgow se reunieron en la ciudad de Buenos Aires representantes de casi todos los países, junto con los organizadores de la COP26. Faltaron a la cita Brasil y México. El presidente argentino, Alberto Fernández, pidió "construir un nuevo paradigma del desarrollo". Para lograrlo, remarcó, es necesario un mayor "multilateralismo ambiental" y emprender una transición justa que no "encubra proteccionismos y agigante las brechas del planeta". La distancia entre las palabras y los hechos, los anhelos y las realidades, sigue siendo enorme.

El PIB regional se derrumbó un 7,7% durante el primer año pandémico. Para evitar calamidades mayores, los países gastaron 318.000 millones. Un informe de la ONU revela que solo el 2% de ese total fue destinado a proyectos "verdes". América Latina se encuentra en ese sentido frente a la encrucijada de insistir por el camino ya recorrido o trazar una nueva hoja de ruta que sea sostenible y, también, más equitativa. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha estimado que la región se ahorraría unos 261.000 millones anuales si los sectores de energía y transporte lograran la neutralidad de emisiones en 2050. Se generarían, además, 7,7 millones de nuevos empleos. Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la transición declamada es posible. "El futuro depende de nuestra capacidad para transformar su vía de desarrollo de forma fundamental. Si fracasamos, esto podría revertir años de progreso y hacer casi imposible lograr un crecimiento sostenible e inclusivo".

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