Casi nadie habla ni escribe de ellas, pero existen. Al igual que existen las jornadas laborales extenuantes que muchas trabajadoras de hogar de Castellón soportan a diario. O los despidos casi libres. O la imposibilidad de disfrutar de los horarios de descanso. O el temor a ser contagiadas y no poder trabajar. «Somos completamente invisibles, no contamos para nadie y por eso estamos luchando para que se reconozca nuestro trabajo y, de una vez por todas, mejoren nuestras condiciones laborales». Quien habla así es Azucena Alonso. Tiene 60 años, es de Colombia aunque lleva una década en Castelló, y forma parte del colectivo de casi 3.700 profesionales de la provincia que se dedica al sector del trabajo doméstico. «Cumplimos un papel importante y lo único que quedemos es ser tratadas como el resto de trabajadores. Ni más ni menos», reflexiona.

Azucena trabaja todos los días de la semana y se ocupa, junto a otra profesional, del cuidado de una anciana de Castelló. Duerme en su casa y procura que no le falte de nada. Allí permanece hasta un poco antes del mediodía y, ya por la tarde, vuelve al trabajo. «Con la pandemia muchas compañeras han perdido el empleo. Yo he tenido la suerte de mantenerlo, aunque nuestras condiciones laborales son muy malas», explica.

Azucena cuida de una persona mayor en Castelló. Mediterráneo

Pese a que no libra ni un solo día a la semana, a esta profesional el sueldo no le da para grandes alegrías. «Solo trabajo con esa señora y aunque muchas veces me han ofrecido algunos empleos en negro nunca los he aceptado», dice Azucena, quien asegura que si perdiera su puesto se quedaría sin nada. «Me iría con una mano delante y otra detrás. Como trabajadora de hogar no tengo derecho a absolutamente nada», lamenta. 

Precario, pero Azucena tiene trabajo e ingresos. Mayerly Moncada carece de ambas cosas. También es colombiana y hasta que llegó la pandemia se ganaba la vida atendiendo unas horas al día a personas mayores, muchas de ellas grandes dependientes. «El covid ha supuesto un mazazo para todos y para nuestro colectivo, todavía más. Muchas familias, por miedo al contagio, han decidido despedir a la persona que cuidaba a sus mayores y ahora lo único que aceptan es una interna. El problema es que los sueldos que ofrecen son muy bajos y no llegan a los 600 euros al mes», cuenta.

Mayerly es empleada doméstica, pero ahora no tiene trabajo. MEDITERRÁNEO

Mientras espera a que la situación económica mejore, Mayerly ha decido hincar los codos. Se ha matriculado en un curso de valenciano y hace poco tiempo completó otro de cuidados de personas mayores. Pero con cero ingresos no ha tenido más tenido que recurrir a las oenegés y a los Servicios Sociales. «Salgo adelante gracias a Cáritas y al buen corazón del propietario del piso en el que estoy de alquiler. Comprende mi situación y le voy pagando poco a poco», explica esta profesional de 43 años que lo único que desea es tener un trabajo digno, con contrato y un sueldo que le permita salir adelante.

Maryerly y Azucena cuentan con todo el apoyo de la Plataforma por la igualdad de los derechos de las personas de las trabajadoras del hogar de Castellón, una entidad comprometida con las dificultades laborales y sociales del colectivo y para quien el reconocimiento con reto y efectivo de las condiciones de trabajo justas ya no admite más excusas. Ni tampoco más parches ni demoras.