Reencuentros de familias de Castellón tras el 9-M. El fin del cierre perimetral de la Comunitat y de otras autonomías desde ya supondrá romper las cadenas de las fronteras blindadas para frenar contagios por el covid-19 y permitirá por fin el acercamiento de familias, parejas y amigos separados por la distancia demasiados meses ya. Cataluña y Madrid son zonas con una fuerte conexión con la provincia por los castellonenses establecidos en ellas por motivos laborales. Y viceversa. Muchos de ellos llevan sin verse con sus allegados residentes en la provincia de Castellón desde octubre, hace siete meses.

Demasiadas fechas señaladas que no han podido compartir, por el bien común ante la crisis sanitaria. Desde cumpleaños a nacimientos o defunciones. O las entrañables Navidades. Muchos abrazos por dar y muchas sonrisas y besos a distancia, fríos, a golpe de vídeollamada.

Son los casos de Marta y Julio, de Burriana, que viven hace más de 20 en Calella (Barcelona), que todavía pudieron conocer a su sobrino recién nacido pero que lo volverán a ver ya casi gateando y sin que apenas les conozca. Aunque seguro les querrá fácil y rápidamente. O las vivencias de Inma Jiménez, que por motivos laborales reside en Vinaròs y no ha podido visitar a su madre de 84 años de la que la separan 200 kilómetros. ¿Y quién le devuelve los momentos perdidos? Las llamadas diarias no son lo mismo, la echa mucho de menos. Con todo, pronto estas y otras familias podrán vivir la emoción de volver a verse cara a cara. Sueñan con ello y ya planifican sus mejores vacaciones: las de volver a su hogar cuanto antes.

Un fin de semana clave

El próximo fin de semana del 15 y 16 de mayo es la fecha elegida por muchos para estos viajes, ya permitidos, al terminar el cierre perimetral, pues así podrán disfrutar de más tiempo. Durante estos meses se han producido situaciones muy difíciles, de allegados a los que le separaban no cientos de kilómetros, sino muchos menos. Como las localidades fronterizas con Cataluña, en la costa norte de Castellón --entre Vinaròs y Alcanar (Tarragona)--. O las limítrofes con Teruel, en el interior, tanto al sur, con casos de familiares separados, por ejemplo, entre pueblos aragoneses y otros del Alto Palancia o el Alto Mijares. O similar lo concerniente a residentes en la comarca de Els Ports, por ejemplo, en Morella; con parientes en Cantavieja (Teruel) o cualquier otro municipio prohibido por las restricciones sanitarias y de movilidad sin precedentes que ha planteado esta pandemia.

Las triquiñuelas

Ahora bien, hecha la ley, hecha la trampa. Y aún con los férreos controles, intermitentes, que han dispuesto las fuerzas y cuerpos de seguridad durante este confinamiento perimetral, a fin de evitar que se quebrantara la normativa, las triquiñuelas no han faltado. La Delegación del Gobierno en la Comunitat hará balance esta semana próxima de las infracciones detectadas --entre otras, por saltarse el cierre-- en este segundo estado de alarma que arrancó tras el verano, posterior al primer confinamiento domiciliario de marzo.

En este largo periodo de blindaje, con las Navidades de por medio, hubo quien se arriesgó a ser pillado en un control, otros probaron suerte con horarios dispares y hasta utilizaron vías secundarias de montaña para ir a ver a sus familiares esquivando los controles. ¿Y los motivos justificados? Las autorizaciones por cuestiones laborales --y excusa para de paso visitar a familiares-- siempre estaban a buen recaudo en la guantera del coche, para mostrarlas al agente si llegaba el caso. O los viajes obligados al territorio de origen, para pasar la revisión con el especialista médico, más insustituible que nunca. Y luego están los residentes en el extranjero, que solo podían planificar una visita a Castellón previa PCR y vuelo a la Comunitat, sin posibilidad de llegar por carretera, ni siquiera desde Francia, al encontrarse luego las fronteras autonómicas cerradas. 

Los testimonios de Castellón

Marta y Julio, entre Burriana y Calella: «Nuestro sobrino era solo un recién nacido y ahora gateará» 

Marta y Julio, de Burriana, llevan residiendo dos décadas en Calella.

Marta y Julio, de Burriana, llevan residiendo dos décadas en Calella. Mediterráneo

Marta Marqués y Julio López viven desde hace dos décadas en Calella (Barcelona), donde se instalaron por cuestiones laborales. «Solo nos separan 400 km de nuestras familias y amigos, distancia que hemos recorrido cada dos o tres semanas durante 20 años. Eso nos ha permitido mantener nuestra vida en Burriana donde, además, pertenecemos a una comisión fallera y asistimos a todos los actos que organiza», relatan. Pero desde el 13 de octubre no han podido regresar. «Tanto tiempo sin ver a los nuestros es muy duro. Nuestros padres son mayores y, aunque nos llaman constantemente por teléfono, no pueden reemplazar un abrazo por una videoconferencia. Lo más duro fueron las navidades; la soledad en Nochebuena y Navidad fue especialmente difícil. El día de Reyes abrimos los regalos por videollamada, pero no pudimos percibir la emoción de los pequeños igual», relatan. Marta, la hermana de Julio, tuvo un niño (Pablo) a finales de agosto. «Le conocimos recién nacido y no lo hemos vuelto a ver. Ahora cuando nos dejen ir nos recibirá gateando y como dos extraños, pues no nos conoce», apuntan. N. M.

Familia Ortega-Botías, entre la Vall d'Uixó y Barcelona: "Nos vimos por última vez en octubre, en un cumpleaños"

Miguel y Chelo, en el mes de octubre, celebrando el cumpleaños de uno de sus dos hijos, Miguel. Mira

La última vez que Miguel y Chelo --propietarios de Multicopias, un conocido negocio de la Vall d’Uixó--, vieron a sus dos hijos fue en octubre, coincidiendo con el cumpleaños de uno de ellos, Miguel. Desde entonces, la familia ha sobrevivido a la distancia con el entusiasmo y optimismo propio de su linaje, y con el peso de la responsabilidad que otorga que uno de ellos trabaje como sanitario en Barcelona. Allí es donde viven los hermanos. Un recorrido relativamente liviano en otras circunstancias, insondable por la pandemia y los cierres perimetrales que les han impedido reencontrarse como habrían querido.

El gran día, ese momento que todos esperan como el que recibe un regalo muy esperado pero que se ha hecho demasiado de rogar, llegará el próximo 22 de mayo, cuando la añoranza dará paso a la felicidad de tenerse cerca de nuevo. Chelo, sufridora como todas las madres, ha sido una embajadora de la conciencia social todo este tiempo. Su sacrificio responde a un bien mayor y no a sus inquietudes particulares. El tiempo que no han podido disfrutarse, a la larga, se verá recompensado. MÒNICA MIRA 

Inma Jiménez, entre Vinaròs y Barcelona: «Cada día llamo a mi madre, pero no es lo mismo»

Inma Jiménez añora volver a ver a su madre, que reside en Barcelona. Flores

Vive y trabaja en Vinaròs, pero Inma Jiménez tiene a su madre, de 84 años, y a gran parte de su familia residiendo en Barcelona. Desde el pasado verano que madre e hija no han podido abrazarse al residir en diferentes comunidades autónomas, y ahora que su madre ya está vacunada y a partir del 9 de mayo va a concluir el cierre perimetral entre comunidades, espera por fin emprender en los próximos días un viaje a la capital catalana para poder visitarla. «Tengo muchas ganas de verla, desde julio o agosto que no he podido ir a visitarla, y eso me entristece. Cada día nos llamamos por teléfono, pero no es lo mismo, falta esa proximidad, las miradas, los gestos, ver que está bien y no solo oírlo de su voz. La echo de menos», explica. Inma asegura que, a pesar de que se ha acostumbrado al confinamiento y que ha respetado las normas en todo momento, el cierre perimetral «es lo que peor he llevado y me ha resultado más difícil, tan solo por la imposibilidad de poder visitar a mi madre durante tanto tiempo». Ahora ya está pensando en poder volver a abrazarla y disfrutar de su compañía unos días, «probablemente el próximo fin de semana» y ver por fin también a algunos de sus familiares más cercanos. «Tenemos mucho que contarnos», concluye. JAVIER FLORES

Jesús y Marián, entre Barcelona y Morella: «Se hace duro no poder despedirte de un ser querido»

Jesús Royo y su familia ya preparan las maletas para volver a Morella. J. O.

La familia compuesta por Jesús Royo, su esposa Marián Querol y sus dos hijos no han podido visitar Morella desde que se impusiera el cierre perimetral en octubre. Según explica Jesús, de todo este tiempo ha habido días en los que entiendes la situación sanitaria y «se lleva bien»; otros, por el contrario, «la distancia pesa más que nunca». En este sentido, Royo cuenta que uno de los momentos que más le ha dolido no poder viajar fue para asistir al sepelio de una familiar. «Es de esos días que la distancia pesa más, sabes que no puedes ir por las circunstancias, pero se hace muy duro no poder despedirte de un ser querido». Su esposa Marián también ha acusado las restricciones, pues «toda mi familia vive en Morella y no poder ir en Navidad no fue agradable. Ha sido la primera vez que hemos pasado esas fechas tan señaladas en Barcelona», manifiesta. Siete meses sin visitar su patria chica hacen aflorar la nostalgia. «El día de la cabalgata de Reyes es de esos días que más te acuerdas de Morella». Y es que Royo está muy implicado en la organización de la cabalgata y su rostro ha conectado durante décadas con el del rey Melchor. «Verlo por televisión dista mucho de lo vivido en las calles en esa tarde mágica», reseña. Con todo, Jesús y Marián ya preparan maletas para cruzar el Ebro, subir el puerto de Querol y reencontrarse con la inconfundible silueta de la ciudad amurallada. JAVIER ORTÍ

Alberto y Neus, entre Cinctorres y Barcelona: "La última vez que vimos a nuestra sobrina tenía días"

La familia Guardiola-Ferreres planea ir a Cinctorres el 20 de mayo. J. O.

Alberto Guardiola Deusdad y Neus Ferreres Troncho, junto a sus hijos Cesc y Gerard, esperan ansiosos el momento para reencontrarse con sus familiares en Cinctorres y conocer a una sobrina que nació días antes del cierre de la Comunitat. «La última vez que la vimos tenía días, ahora la hemos visto por fotos y está enorme, tenemos muchas ganas de cuidarla», señala Neus. En una línea muy similar se manifiesta Alberto, pues «en circunstancias normales vamos, al menos, una vez al mes, y ahora tanto tiempo se ha hecho muy largo. Durante todos estos meses Alberto y Neus se han conjurado para cumplir con todas las restricciones. «Sabíamos que hay posibilidades de ir recurriendo a la pillería, pero hemos optado por la responsabilidad. En el pueblo tenemos a familiares y amigos, lo último que queríamos sería crear un problema por saltarnos las normas», subraya. «Iremos el fin de semana del 20 de mayo que coincide con la segunda pascua en Cataluña. Los niños tienen un día más de fiesta y podremos aprovechar el puente», avanza con ilusión Neus. JAVIER ORTÍ