Todos viven del llaurador, menos el llaurador». Esta frase resume el sentir general de quienes en Castellón se dedican al cultivo de cítricos, un sector que pese a la sempiterna crisis que vive la agricultura mueve casi 1.000 millones de euros al año solo en exportación. Pero de toda la cadena, el productor sigue siendo el eslabón más débil. Las cotizaciones en el campo llevan 30 años estancadas mientras los costes no paran de subir. Y cada vez son más y más altos. A los desorbitados gastos a los que tiene que hacer frente el agricultor esta campaña para intentar combatir la plaga del cotonet, se une la nueva tarifa eléctrica, que encarecerá el riego entre un 40 y un 50%.

El Ministerio de Transición Ecológica empezó ayer a aplicar las nuevas tarifas eléctricas para el regadío, unos cambios que hacen todavía más complejo el sistema y que incorporan nuevos tramos horarios dependiendo del día, mes y zona, incrementando los periodos más caros y reduciendo los más baratos. «Esto ya es lo último que nos faltaba. Nos tocará adaptarnos a las nuevos tramos para intentar amortiguar como sea el alza de los precios, aunque en principio calculamos un sobrecoste de entre un 40 y un 50%, asegura Enrique Font, presidente del Sindicado Central de Aguas del Río Mijares, una entidad que engloba a unos 20.000 propietarios de Almassora, Vila-real, Nules, Castelló, Onda o Burriana.

El nuevo sistema establece que todos los suministros de media y alta tensión así como los de baja tensión de más de 15 kilovatios (kW) pasa n a tener seis periodos tarifarios. O lo que es lo mismo: seis precios diferentes para la potencia según el periodo y seis costes distintos para la energía. «Estos cambios dificultan y encarecen todavía más la gestión hídrica de las explotaciones agrarias, al incorporar más periodos, más restricciones y más penalizaciones que van a incrementar la factura en miles de euros», asegura Cristóbal Aguado, presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja). Pero es que, además, los tramos horarios menos caros son más breves y hacen prácticamente imposible que el agricultor pueda calcular y agrupar sus riegos en los periodos más baratos. De hecho, y según estimaciones de esta organización agraria, los sobrecostes para una entidad de riego pueden elevarse a más de 1.000 euros solo por utilizar los pozos 15 minutos durante un periodo inadecuado. 

Un 'sablazo' detrás de otro

Hasta el año 2000, el sector agrícola tenía unas tarifas eléctricas especiales, pero ese año el Gobierno decidió pasarlas al régimen general argumentando que así favorecía la competencia del mercado eléctrico. «Desde entonces, la tarifa ha aumentado más de un 140%. Lo curioso es que durante todos estos años nos han incentivado a modernizar el regadío, a hacerlo a presión, donde el gasto energético es mucho más elevado», explica Font, para quien una solución pasa porque la Administración de facilidades a la instalación de paneles solares para autoconsumo en las comunidades de regantes.

La tarifa eléctrica supone una vuelta de tuerca más para un sector cuyos costes de producción no dejan de crecer. «Si cambia algo siempre es para peor y los agricultores no tenemos ni un respiro», resume Juan Francisco Nebot, ingeniero, citricultor de Les Alqueries y responsable de la sectorial de cítricos de la Unió de Llauradors. Y para ilustrar lo que está pasando cita solo un ejemplo: la clemenules, que representa un 60% de la producción citrícola, se está liquidando en estos momentos entre 0,15 y 0,18 euros el kilo. «Combatir el cotonet cuesta 0,14 euros por kilo, con lo que si tienes una finca afectada por este insecto todo lo que has ganado en un año se va en tratamientos contra la plaga. Es inasumible».

Producir un kilo de naranjas es cada vez más caro y AVA-Asaja estima que en 30 años los costes han aumentado un 70% (el cálculo excluye los gastos por el cotonet’ y el impacto de la nueva tarifa eléctrica). Y mientras, los precios en origen se han estancado. «Los números salen rojos por muy verdes que los políticos quieran barnizar al sector», añade Aguado, quien insiste en que una de las claves pasa por actuar sobre las importaciones agrarias de países terceros y que jueguen con las mismas reglas que las naranjas valencianas.