William y Nelson contaban con una situación económica holgada en El Salvador. El primero era azafato de vuelo y el segundo, el encargado de compras en un ayuntamiento. Mantenían una relación sentimental estable que ya se prolonga durante los últimos 15 años y solo contemplaban venir a España como turistas, pues ya habían visitado Madrid anteriormente y pretendían viajar a Barcelona. Sin embargo, la homofobia y el clima de violencia imperante en su país les obligaron a refugiarse en una ciudad desconocida para ellos como era Castelló cuando se les notificó el destino un día antes de su llegada: “Nos la tuvieron que señalar en el mapa porque no sabíamos ni dónde estaba”.

Si hay que señalar una fecha que sirva como punto de inflexión en la vida de esta pareja, esa fue cuando un grupo de cuatro personas con armas de fuego asaltaron a Nelson en la parada de un autobús. Así lo relata: “Sabían quién era. Me insultaban y se burlaban mientras me clavaban una pistola en las costillas. Yo les di todo lo que tenía, el móvil, la mochila… y pensaba que ahí se acabaría el tema. Pero la pesadilla no había hecho más que empezar”, recuerda la pareja refugiada en Castelló gracias a la inestimable labor de Cruz Roja.

Estando ambos en su casa recibieron una llamada que Nelson relata todavía con el miedo en el cuerpo: “Cogí el teléfono y eran ellos. Comenzaron a decirnos que sabíamos dónde vivíamos y nos pidieron dinero. Lo podríamos haber hecho, pero después nos hubieran pedido el doble, el triple… Es el cuento de nunca acabar”. Wilson estaba obligado a presentar denuncia ante su profesión de azafato de vuelo, lo que aseguran era prácticamente firmar una sentencia de muerte: “Dentro de la misma policía estos grupos tienen infiltrados. Preguntamos a Fiscalía y abogados por lo que iba a pasar a nivel judicial y nos reconocieron que tienen tantas denuncias de este estilo, que sería archivada sin más”.

Crímenes con ensañamiento

La pareja temía entonces por su vida, y no solo eso, pues afirman que en su país los asesinatos con una motivación homofóbica son especialmente crueles: “No salíamos de casa por miedo y con esos nervios vimos dos crímenes de odio cometidos en el país contra miembros de la comunidad LGTB. Te matan con barbarie. A una chica trans la ataron viva a un coche y la arrastraron por la ciudad y a otro chico le cortaron el pene y se lo dejaron en la boca. Estas situaciones se te vienen continuamente a la cabeza. Sabes que no es una broma”. De hecho, recuerdan que “los semáforos nos daban pánico. Cuando se ponía en rojo no pasaban los segundos. Temíamos que viniera una moto y nos disparara”. Fue entonces cuando tomaron, como es lógico, “la decisión de salir del país”.

Su primera parada fue Barcelona, donde tenían programadas unas vacaciones. “Lo más duro fue tener que vender los muebles y todo lo que teníamos en El Salvador para reunir dinero suficiente para cubrir el mayor tiempo posible nuestras necesidades básicas”, confiesan emocionados en una entrevista a Mediterráneo. “Era como deshacer tu vida, vaciar todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo, dejar familia, amigos… y adentrarte en lo desconocido, porque no teníamos ni idea de lo que nos encontraríamos una vez aquí”, reconocen.

En la Ciudad Condal recibieron la ayuda de la Asociación ACATHI, pero vieron que “los plazos se dilataban demasiado y se acababan los recursos”, por lo que se desplazaron a Madrid, donde agradecen la colaboración de otra oenegé, en este caso Kifkif, así como de la Cruz Roja, la organización que les ha arropado desde aquel momento hasta la actualidad. “Cruz Roja nos dio una tarjeta para ir al comedor cuando ya no teníamos dinero y estábamos casi en la calle. Era un tiempo muy estresante, con muchos altos y bajos, y recibir ese apoyo es algo grande porque te sientes frágil y necesitas algo a lo que agarrarte como si fueras un bebé”, destacan William y Nelson, que subrayan “el papel de Silvia, la trabajadora social de Castelló que nos ayudó a encontrar piso de alquiler porque llegamos a ir hasta a 16 inmobiliarias”.

William y Nelson, junto a Silvia, la trabajadora social de Cruz Roja que tanto les ha ayudado desde su llegada a la capital de la Plana. MANOLO NEBOT

¿Y por qué Castelló y no otra ciudad? Así lo relatan: “La trabajadora social que nos atendió en Madrid nos preguntó que dónde queríamos ir en caso de que aprobaran la plaza dentro del programa de acogida para solicitantes de protección internacional. Les contestamos que donde fuera, así que a los pocos días nos dijeron que teníamos acogida en Castelló”. Una vez aquí están encantados: “Castelló es una ciudad que nos aporta mucha paz y la gente es muy acogedora. Aquí hemos recibido la ayuda de Cruz Roja Castellón, una atención integral que nos ha permitido cambiar nuestra vida y esperanzas, nos han ayudado en todo, temas administrativos, orientación laboral… estamos muy agradecidos al trabajo interdisciplinar que realizan”.

Libertad y seguridad

Una vez asentados en Castelló, y con el asilo concedido, admiten que uno de los aspectos que más agradecen de su nueva vida “es la libertad de poder andar cogidos de la mano, algo impensable en El Salvador, donde a la mínima muestra de cariño entre personas de un mismo sexo lo mejor que puedes esperar es que te insulten llamándote ‘culero’ o algo peor. La seguridad y la paz que se respiran aquí no tienen precio”. Lamentan que esta homofobia está completamente enraizada en su país de origen, y de hecho Nelson confirma que le despidieron de su trabajo “por ir a un bar de gays. Allí me vio el alcalde del ayuntamiento en el que trabajaba y a los días me despidió. No me dijo directamente el motivo, pero se encargó de que lo supiera. Es un país muy machista y las pandillas han instalado un régimen de violencia exagerado”.

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Pese a todo lo acontecido, en la actualidad dan gracias a todos quienes les han ayudado y a Dios: “Somos muy religiosos y decimos que hace las cosas perfectas. Pese a todos los problemas al final siempre nos ayudaba”. Son voluntarios de Cruz Roja desde 2019 porque es su “manera de devolver a Cruz Roja todo lo que ha hecho por nosotros. La mejor gratitud es ayudar a otras personas como nos ayudaron a nosotros; pertenecer a Cruz Roja nos llena de orgullo”, mientras están buscando trabajo, tras realizar varios cursos en campos como la atención socio sanitaria y trabajo social.

Si crees que puedes ofrecer un trabajo a esta pareja refugiada en Castelló o tienes un testimonio interesante que contar puedes ponerte en contacto con ‘Mediterráneo’ enviando un mensaje privado al perfil oficial del periódico en Facebook, Instagram y Twitter. Pudiendo escribir también al correo electrónico rfabian@epmediterraneo.com, o si os es más cómodo vía whatsapp, en el número de teléfono 680558577.