Ha sido una de las palabras más repetidas en los últimos meses. Héroes. Y los ha habido en muchos lugares. Por su puesto, en los hospitales y los centros de salud. También en los supermercados, en las calles, en el interior de las residencias... y, como no, en las aulas de los colegios e institutos de Castellón. Un ejército de profesores, directores, jefes de estudio, monitores de comedor, cocineros, conserjes y personal de limpieza han ido metro en mano garantizando las distancias, han reconvertido aulas, han repartido gel y mascarillas , han pasado frío y han demostrado que si se quiere se puede. Entre todos han hecho posible que este miércoles acabe con sobresaliente un curso difícil e intenso en el se ha demostrado que las aulas han sido uno de los espacios más seguros. ¿La clave ? Trabajar y trabajar, seguir a rajatabla los protocolos y nunca bajar la guardia ante un virus que lo ha puesto todo patas arriba.

Cuando a principios de septiembre del año pasado empezaba el curso escolar nadie daba un duro por los colegios. «Cuando se abran las aulas, en dos semanas estamos todos confinados de nuevo». Era el sentir general. La apertura de los centros escolares causaba pavor y, en el fondo, era comprensible. Quince o veinte adolescentes encerrados en un aula, niños compartiendo baños y mesas de comedor... pero la realidad ha sido distinta. En Castellón la media de aulas confinadas ha sido del 0,5%, según datos de la Conselleria de Educación que apunta a que «solo con servicios públicos solventes se puede hacer frente a emergencias como esta». 

Elena Aris es una de las heroínas que trabajan en los colegios e institutos de Castellón. Es de Torreblanca, tiene 41 años y es maestra de Primaria y jefa de estudios del CEIP La Mola de Alcossebre. «Ha sido un curso duro, diferente... pero si se ha demostrado que las aulas son un sitio seguro ha sido gracias al trabajo de todos. Profesores, alumnos, la Conselleria que nos ha proporcionado todo el material, docentes y monitores de refuerzo... creo que hemos sido todos unos campeones», explica.

Elena todavía recuerda los primeros día del curso. Había entusiasmo por volver a clase y también miedo a los contagios. «Al principio teníamos mucha inseguridad, pero desde el minuto cero nos organizamos muy bien. Aulas burbuja, desdobles y clases que han hecho la función de comedor», resume orgullosa de que en todos esos meses, en su colegio solo haya habido un aula confinada.

Como no hay mal que por bien no venga, uno de los aspectos positivos del curso covid ha sido la mejora de la calidad educativa. «El número de alumnos por aula se ha reducido y, lógicamente, eso ha repercutido en la calidad de las clases. Ojalá el curso que viene se pudiera mantener», manifiesta.

En centros como el Colegio Rural Agrupado (CRA) Sot de Ferrar-Azuébar-Xovar, el covid también ha aportado una buena noticia: una recuperación de alumnos. «Algunas familias con niños en edad escolar han retornado a los pueblos y gracias a eso hemos tenido más estudiantes», cuenta Manoli Rodríguez, maestra y directora de un centro al que asisten 41 alumnos de entre 3 y 12 años.

La distancia en un colegio rural

Cada alumno nuevo en un colegio rural es un premio, y de los importantes, y en este tipo de centros han jugado con la ventaja de que mantener la distancia ha resultado mucho más fácil que en una escuela con 300 estudiantes. «Tenemos aulas de ocho alumnos, con lo que la distancia interpersonal no ha sido un problema», dice la directora que ensalza el comportamiento de todo el alumnado. «Nos han dado una lección increíble», asegura Manoli para quien lo peor del curso ha sido la falta de contacto con las familias. «Hemos echado en falta ese contacto tan estrecho, como también el hecho de que los alumnos de los tres aularios no hayan podido juntarse en todo este tiempo. Eso ha sido la parte más negativa», dice.

Una de las cosas que Rocío Montoliu, profesora de Lengua y Literatura Castellana del IES Jaume I de Burriana, ha llevado peor es no poder ver la expresión de la cara de sus alumnos y compañeros y estar más cerca de ellos. «Da la sensación de que vives a medio gas, a distancia», resume esta docente, orgullosa también de que en el centro no se haya registrado ningún brote de covid. «Hemos intentado que el curso fuera lo más normal posible y, siguiendo con todos los protocolos de seguridad, hemos desarrollado prácticamente todas las actividades».

Si el papel de los equipos directivos y de los docentes ha sido esencial para salir victoriosos del curso más difícil, el de los monitores de comedor y cocineros también ha resultado determinante. Javier Boix, monitor del CEIP Tombatossals de Castelló, aún recuerda lo difíciles que fueron los primeros días de septiembre. «Todo era nuevo y teníamos un reto importante. Nosotros somos los que vigilamos el patio durante las horas del comedor y teníamos que procurar que los alumnos, que en clase estaban separados en aulas burbuja, nos se juntaran durante el patio», explica Javier que compagina su trabajo como monitor de la empresa Cuinatur con la preparación de las oposiciones a maestro de Primaria.

Natividad Peña, cocinera del CEIP Santa Águeda de Benicàssim desde hace más de 30 años, asegura medio en broma que este curso ha caminado tanto entre la cocina y los comedores del centro que no le ha hecho falta ir al gimnasio. «Desde el principio de curso se habilitó el gimnasio y varias aulas como comedor y hemos hecho dos turnos de comida, uno en el piso de arriba y otro en el de abajo. Ha sido un no parar, pero nos hemos organizamos muy bien, hemos cumplido los protocolos a rajatabla y lo hemos dado todo», describe Natividad que comparte cocina con su compañero Fernando.

Esencial ha sido también el papel de las profesionales de la limpieza, unas de las grandes olvidadas esta pandemia. Aurora González pertenece a ese colectivo. Es limpiadora y forma parte del equipo de seis profesionales con los que la empresa Fovasa ha reforzado este curso la limpieza y mantenimiento de los colegios públicos de Vila-real. «Nuestra tarea consiste en desinfectar picaportes, interruptores, sillas, mesas, ordenadores, baños.... Ha sido un trabajo muy intenso. Entre el refuerzo y el equipo de limpieza ordinario nos hemos pasado todo el día desinfectado. Ha valido la pena y me siento orgullosa», sentencia.