La de Miura fue una señora corrida de toros. Ofensiva sin excepción. Seriamente armada. Y con romana de infarto, pues algunos rozaron los 700 kilos. Los seis toros se llevaron seis ovaciones. La familia Miura vino con todo veinte años después, con ganas de quedarse en una tierra de tanta vocación al hierro legendario, como se pudo comprobar en el gran ambiente que había en los tendidos. Y se cumplió con la expectación generada. Un The End perfecto para una Feria de cine homenaje a García Berlanga

La corrida fue una delicia de estampa. La variedad cromática alegró más si cabe la vista. Y la complejidad de comportamientos fue motivo de atención. Hubo cuatro toros con mejores intenciones y virtudes para el toreo moderno, los tres primeros y el sardo quinto, aunque se afligió pronto. El resto, cuarto y sexto, guardaban más perversas intenciones. En conjunto, el encierro peleó en el caballo y el tercio de varas, por fin en la feria, cobró protagonismo, para beneplácito de los más toristas. 

Quien sacó rédito fue Rafaelillo, que es un consumado experto en la materia. La ganadería que a punto estuvo de mandarlo al hule, de nuevo le dio gloria y laureles. Cortó una oreja de cada uno de sus toros y abandonó la plaza feliz por la puerta grande. 

Valor y raza

Era un tren el primer miura. Cinqueño y con 650 kilos, llenaba la plaza. Salió abanto, pero su galope y son invitaban al optimismo. Y así fue, como se vio en el recibo capotero. Peleó bien en varas, derribó en el primer encuentro y se arrancó con brío en el segundo. Rafaelillo, todo un experto en la cuestión, le sacó faena por ambos pitones. El miura, que buscaba el estaquillador y derrotaba al final del viaje, se descomponía más ante los toques violentos, pero pasaba sin perversas ideas, lo que aprovechó el murciano con sus habilidosas maneras. Dejó una soberbia estocada que por sí sola ya merecía la oreja, que le concedió el palco.

Muy ofensivo el cuarto, se frenó en el capote de Rafaelillo, que se lo sacó a los medios bregando sobre las piernas. Le sopló dos grandes pares Lipi, que saludó junto a Pascual Mellinas. El Soro le cambió el tercio con su ya habitual diana floreada y Rafaelillo le brindó el toro. Lo vio claro Rafael ante un miura que nunca rompió adelante, con media embestida y a la defensiva a veces. Buena actitud del torero, que dominó la situación en todo momento. 

Ramos, por poco

Mejoró en banderillas el segundo de la tarde, que antes había saltado al callejón. Acudió con alegría y se lucieron Josele y Diego Valladar, que se desmonteraron. Eficaz el inicio de faena de Paco Ramos, doblándose y rompiendo adelante la embestida. Pasaba el miura pero se quedaba mirando al tendido al final del viaje, lo que impedía la ligazón, obligando al torero a buscarle siempre el pitón contrario. Muy asentado el castellonense, toreó a la altura que requería el toro y abrochó las series con largos pases de pecho. Cortó una oreja. 

698 kilos pesaba el sardo que hizo quinto, que parecía salirse de la plaza. De bella lámina, se llevó una gran ovación a su salida. Lo toreó de capa con poder y recursos Paco Ramos, que lo lució en el caballo. Salió espoleado el de la tierra, consciente que debía aprovechar la oportunidad. Pero las ilusiones que despertó el toro se esfumaron demasiado pronto. Se vino abajo el miura y no hubo opción alguna para demostrar las cualidades de este torero, que tuvo una actuación más que digna, por encima de sus oponentes. Mató con eficacia al primer envite y aunque hubo petición, el palco, con buen criterio, decidió no otorgar la oreja. La vuelta al ruedo dejó mejor sabor de boca en los graderíos.

Muy hondo el tercero, lució cuajo y lustre. Salió apuntando virtudes y aprovechó Rubén Pinar su vivo galope para recetarle un variado saludo abusando de las chicuelinas. Lo cambió con un solo puyazo, dada su buena condición y las fuerzas justas. El albaceteño entendió muy bien al toro, que tomaba los engaños por abajo aunque requería tandas cortas. Asentado Pinar, corrió bien la mano y al natural le echó los vuelos. Solvente y maduro con el miura.

Serio y astifino el sexto, se vino arriba en banderillas. Rubén Pinar, que brindó a sus compañeros, le dio distancia para aprovechar la inercia y lo fue consintiendo poco a poco, a su altura. Llevaba la cara alta el toro y su embestida fue cada vez más geniuda. Lanzó gaitazos, que es condición que viene de serie. Perdió pie Pinar, que cayó al suelo y lo perdonó el miura. Antes de ponerse más complicado, se fue a por el acero, dejando un espadazo. Fin.