«Este es un pueblo al que viene a veranear mucha gente y nos encontrábamos en nuestras fiestas patronales. Estaba bastante lleno», explica la alcaldesa Jéssica Miravete. Azuébar suele duplicar su población en época estival. «Si de normal tenemos 310 vecinos censados, en verano podemos rondar los 600-700. Era el fin de semana más fuerte», explica, y añade que algunos han vuelto a sus primeras residencias. Maru Castillo, responsable del restaurante Las Eras, apunta: «iba a ser mi día más fuerte del año, pero no me quita el sueño». Y es que, para ella, lo más importante es que nadie ha sufrido daños, dentro de lo malo. Un día de trabajo perdido se puede pasar». 

"Iba a ser mi día más fuerte del año, pero no me quita el sueño"

«Gran parte de la montaña está quemada, eso te da ganas de llorar» y todavía olía «a chamusquina conforme ibas entrando al pueblo. Ahora, dentro de las casas hay que limpiar. La terraza del bar, está llena de cenizas. La piscina ayer (lunes) no abrió porque estaba un poco mal el agua pero probablemente lo haga hoy martes», expone Castillo.

"Gran parte de la montaña está quemada, eso te da ganas de llorar"

Los vecinos rememoraban lo ocurrido el sábado. Así, una vecina declaraba a Europa Press que oyó un rayo y no le dio más importancia pero empezaron a ver lucecitas detrás de la montaña. Al ver ardiendo toda la montaña delante otra vecina admite que sobre las 3.30 horas, le dijo a su marido que corrieran porque el fuego ya llegaba. «Impone mucho el fuego; da mucho miedo, nunca en la vida había visto un incendio así», dice.

«Sería a las 3.30 cuando nos enteramos porque echaron bando», señala María Isabel González, a Mediterráneo. Al principio no sabía la hora, pero escuchó «las sirenas. Daba mucho miedo, mucho», explica González.

Vista del incendio de Azuébar desde el vuelo de reconocimiento este lunes.

 Salieron con prisas, procurando dejarlo lo mejor que pudieron. «Al final lo que tienes está todo en tu casa y te tienes que ir y dejarlo todo. Es muy duro; es difícil cerrar las puertas e irte y que sea lo que Dios quiera», añade otra mujer.

"Es difícil cerrar las puertas e irte y decir que sea lo que Dios quiera"

Por su parte, González dice que en Soneja «dormí a ratos pero mal» y quiere destacar la solidaridad del pueblo vecino: «Se portaron de categoría, de comida, bebida, todo lo que hacía falta». Al igual que ella, otra vecina detalla que vivió todo «un poco dramático» porque hay mucha gente mayor en la localidad.  

También destacaron que el trabajo de los medios de extinción «no se paga con nada del mundo porque arriesgan su vida». Una vecina apelaba a «prevenir» y recordó la importancia de los cortafuegos.