Si hay algo además de las reuniones sociales que ha condicionado la pandemia son los desplazamientos, por lo que los movimientos migratorios no iban a quedar exentos de alteraciones. La crisis ha provocado de una manera evidente que se produzcan menos cambios de residencia, aunque se han seguido realizando, pero de una forma diferente: más españoles de otros lugares que en los últimos 15 años han optado por hacer de Castellón su lugar para vivir.

El balance final en la provincia del saldo migratorio, término con el que se conoce al valor resultante de las personas que vienen y las que van, resulta positivo al final de las cuentas, con una ganancia de 5.242 residencias según los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este estudio está elaborado a partir de las altas y bajas en los padrones municipales motivadas por cambios en el domicilio, por lo que así se pueden conocer los flujos migratorios en España, con otros países o incluso a nivel de los propios municipios, siendo una de las metodologías más fiables para esta cuestión.

Si bien esta cifra supone un retroceso importante en relación con el 2019, cuando Castellón captó 6.327 residentes, lo que arroja una pérdida del 18%. En cambio, este mismo saldo, desglosado por la nacionalidad de las migraciones, apunta que en el ejercicio marcado por la crisis sanitaria se aproximaron los saldos de las llegadas de extranjeros y nacionales, con 2.957 y 2.285, respectivamente. Es este último dato el que se dispara en relación a años anteriores, pues en el 2019 apenas sobrepasaba el millar, lo que supone un 109% más y un máximo no superado desde el año 2006.

La tendencia vuelve a repetirse si en lugar de la nacionalidad se analiza la procedencia. Las migraciones interiores, entre poblaciones del propio territorio nacional y Castellón, crecieron hasta casi doblarse en un 91%, con un resultado positivo de 3.350, mientras que las exteriores, con otros países, cayeron cerca del 60%, hasta situarse en 1.982 residencias.

De hecho, el resultado de las llegadas de dentro del territorio nacional supone el dato más elevado desde el ejercicio 2007, pues desde entonces incluso se han llegado a contabilizar notables pérdidas en la provincia.

EL FRENO

Este es justo el motivo que logra amortiguar el descenso interanual en el balance global y dejarlo en el 18%. La caída resulta mucho menor en comparación con el resto de provincias de la Comunitat Valenciana, pues la de Valencia reduce su saldo migratorio en un 38% y la de Alicante en un 43%, al sumar cada una 21.606 personas y 17.357, cuando un año antes ambas sobrepasaban la barrera de las 30.000 altas.

Regresando a la provincia de Castellón, la tendencia de crecimiento la confirman de nuevo los recientes datos del padrón continuo publicados también por el INE. Y es que esta llegada de personas de dentro de España ha permitido que el auge de la mortalidad por el covid-19 y la drástica caída de la natalidad no se traduzcan en una pérdida de población, sino que al contrario la provincia arrancó el ejercicio con 1.317 personas más al unir las diferentes cifras disponibles, lo que lleva a contabilizar un total de 587.000 castellonenses, que significa la cifra más elevada desde el año 2014.

No obstante, la situación que atraviesa Castellón no queda exenta de otros problemas estructurales que se arrastran desde tiempo atrás. Uno de ellos es el envejecimiento de la población, pues cerca del 20% de los habitantes tiene más de 65 años, o lo que es lo mismo uno de cada cuatro castellonenses supera esta edad.

A ello se suma la concentración de la mayor parte de los residentes en la franja litoral, generando así un acuciante problema de despoblación para todo el interior que fenómenos como la implantación del teletrabajo --con escaso impacto en Castellón-- pretenden combatir en un futuro.