El día 24 de agosto de 1906, el joven juez y aficionado a la fotografía Carlos Sarthou Carreres y el profesor de dibujo Fernando Martínez Checa realizaron la primera excursión documentada fotográficamente al macizo de Penyagolosa

Fue tal el impacto que les produjo, que Sarthou le dedicó algunos capítulos de sus libros Viaje por los Santuarios de la provincia de Castellón (1909) e Impresiones de mi tierra (1910), así como diversos artículos en la revista ilustrada La Esfera (1918).

Por su parte, Martínez Checa hizo lo propio en una crónica publicada justo cinco días después, el 29 de agosto de hace 115 años, en el periódico de Castellón de la época.

Los textos de ambos autores son una auténtica delicia literaria, pura literatura romántica de montaña, que, desde las primeras líneas, nos invitan a acompañarlos en su excursión, o quizá habría que utilizar el término expedición, habida cuenta la logística requerida y el arrojo y determinación necesarios para emprender semejante empresa en aquellos tiempos.  

"Nos hablaron del mal camino, de lo expuesto que era hacer esa excursión, y no se cuantas cosas más, pero nosotros, los más débiles de cuerpo, pero más animosos y fuertes de alma, no cejamos en nuestro empeño y salimos decididos a todo…"

Fernando Martínez Checa

Así pues, con los machos (mulos) de los guías que les acompañaban cargados con todo el material necesario, nuestros excursionistas comienzan su aventura a las cuatro de la mañana descendiendo al río Llucena.

"La del alba sería cuando, montando fornidos rucios y vadeando el río de Lucena, comenzamos a internarnos en la alta sierra"

Carlos Sarthou Carreres

Los guías los llevan con toda probabilidad por el camí dels nevaters, que desde tiempos inmemoriales ha sido utilizado para llevar la nieve de las neveras de Penyagolosa a la plana y que en la actualidad coincide en buena parte con el sendero balizado PR-CV-79.

Sarthou y Martínez Checa disfrutan los primeros kilómetros del camino, a veces reflexionando en silencio, a veces charlando animadamente.

"Vamos llegando a sitios que nos producen grande entusiasmo, donde las tajadas rocas, los altos picachos, los árboles seculares que crecen entre sus grietas y las grandes escarpadas dándole un aspecto de grandiosidad"

Martínez Checa

Aunque están ansiosos por visualizar Penyagolosa de cerca, ésta se les resiste. El camino es largo y sinuoso.

"Anhelando ver ante nosotros la Peña-Colosa, pero en su lugar hallamos la meseta que nos separa de un nuevo monte más alto aún que el primero… Por empinada senda, de atrevida pendiente, lo salvamos, para sufrir en lo alto una segunda decepción…"

Carlos Sarthou Carreres

Finalmente poco antes de la lloma saltadora, se dan de bruces con su objetivo, no sin antes haber superado, según Sarthou, el "difícil" paso de la muerte. Probablemente con esta hipérbole se refería a la zona conocida como Les Graes.

"Y así invertimos seis horas remontando cuestas hasta el difícil paso de la muerte con su imponente precipicio, y contemplar, al fin, frente a frente la soberbia mole cretácea de enorme altura. Jamás olvidaré aquella impresión de asombro"

Carlos Sarthou Carreres

Penyagolosa en una de las primeras fotografías SARTHOU

Esa primera visión de Penyagolosa les impresiona gratamente, y no es para menos, lo hace incluso al más avezado conocedor de la zona. 

"Después de contemplar extasiados tan hermoso espectáculo se dispone el señor Sarthou a hacer algunas fotografías y yo una mancha de color a toda paleta y aún me parece poco para meter en una tabla tanta variedad de tonos de colores tan múltiples"

Fernando Martínez Checa

Una vez tomadas las fotografías y pintado los bocetos, prosiguen su camino bordeando la montaña por su vertiente este hasta que se topan con la Font Trobada, donde paran a comer y descansar.

Repuestos físicamente, continúan su ascenso hasta que se encuentran con un "ventisquero que aprovechamos para refrescar con un pedazo de nieve". A este respecto, Sarthou afirmaría posteriormente: "He saboreado la nieve que se conserva siempre en las neveras".

A día de hoy sería impensable encontrar nieve en ventisqueros a finales de agosto. Incluso en Pirineos y a doble cota, no son muchos los que aguantan los rigores estivales.

Sarthou y Martinez Checa dejan atada la caballería y continúan subiendo, llevándose consigo únicamente la cámara fotográfica y material para pintar.

"Dejamos allí nuestras cabalgaduras, y vuelta a subir como pudimos medio a gatas, resbalando por la pinocha, saltando por entre las piedras…"

Fernando Martínez Checa

No existía el trillado sendero actual que parte del Corralico, al fin y al cabo, no serían muchos los que debían subir a la cima; aún faltaban muchos años para la fiebre del excursionismo masivo como actividad deportiva o de ocio. Poco a poco se van acercando al punto culminante, un esfuerzo más… y por fin alcanzan su Everest¡Tienen Penyagolosa en sus pies! 

Las sensaciones que experimentan son sublimes, casi épicas. Martínez Checa las describe así:

"No hacemos caso de nuestro maltrecho cuerpo; allí domina el espíritu, la sensación de las grandes alturas, las emociones indeterminadas de los espectáculos de la sublime, de la incomparable naturaleza"

Fernando Martínez Checa

Mientras que Sarthou:

"Desde este observatorio natural seis veces más alto que la torre Eiffel, de París y cerca de cuarenta veces el Miguelete de Valencia… Sueño viajar en aeroplano… o creo contemplar mi patria desde una nube"

Carlos Sarthou Carreres

Aunque todo este deleite sensorial no anestesia su sentido del peligro.

"Nos asomamos para ver abismos profundos que dan vértigo y al borde de uno de estos hacemos estación para sacar fotografías y pintar…Un mal paso, un resbalón, un mareo nos pudo haber cortado la vida, pero no hacemos caso, somos dos chiflados..."

Fernando Martínez Checa

Al tiempo de escribir estas líneas me pregunto cuál sería el grado de estupefacción de Sarthou y Martínez Checa si vieran las aglomeraciones en la cima que se forman algunos días en la actualidad.

Torreón cimero en 1906 SARTHOU

Nuestros protagonistas se encuentran la cima en estado casi natural: ni antenas, ni caseta para el guarda forestal ni monstruosos pararrayos; solo el Piló, que era  como se conocía por la zona a un antiguo torreón cimero, parcialmente derruido por inclemente tormentas.

Posteriormente, durante el franquismo, sobre los restos del torreón se construyó una base cilíndrica coronada con una gran cruz que tampoco sobrevivió a las severas condiciones meteorológicas. En la actualidad persiste únicamente la estructura de la base.

Cima secundaria de Penyagolosa, en la actualidad hay una caseta de antenas justo donde se encuentran los excursionistas SARTHOU

Precisamente una inoportuna tormenta estival hace acto de presencia y les obliga a descender rápidamente. Discuten sobre si refugiarse en una masía cercana o continuar bajando directamente al santuario de Sant Joan.

"Los truenos se sucedían de momento en momento; avanzaba el nublado; gruesas gotas presagiaban lo que podía suceder y por lo que pudiera seguir tronando confieso que me despedí, mentalmente de mi familia y amigos"

Fernando Martínez Checa

Acertadamente, deciden continuar camino del santuario, ya que la tormenta escampa al poco tiempo. Bajan por el barranco de la Pegunta, y como era de esperar, sucumben a su encanto

"En el centro del barranco nace la fuente de la Pegunta, notable por sus ricas de tan baja temperatura que, hasta en la canícula molesta beberla"

Carlos Sarthou Carreres

Finalmente llegan al santuario. La hospedería tenía entonces mayor capacidad; su ala porticada derecha tenía dos plantas superiores que fueron derribadas en los años setenta.

Los recibe un amigo que se hospedaba allí y son invitados a disfrutar de la fuente "con mejor agua de aquellos contornos", apunta Martinez Checa,) y con "salutíferas virtudes" (Sarthou): la fuente de Entona, tímidamente escondida en el barranco homónimo, a poco más de media hora. Ya de regreso, después del gratificante paseo por los pinares del barranco, se dedican a recoger fósiles, conocidos localmente como “orelletes”:

"Los visitantes discuten unos su procedencia de tiempos prehistóricos en que el mar circundaría la isla de Peñagolosa; otros miran en estas pechinas petrificadas un elocuente testimonio del diluvio"

Carlos Sarthou Carreres

Cenan y se acuestan para descansar "de tanta fatiga y tantas emociones”. Al día siguiente se levantan a las cinco de la mañana para disfrutar de la salida del sol. Posteriormente visitan la ermita, en la que Sarthou, erudito en la materia, pormenoriza con ojo crítico los elementos arquitectónicos y artísticos, “con reminiscencias góticas, pretenciosos artesonados, ya en ruinas, y resto de pasado esplendor, con revoques de mal gusto, hijos de la necesidad....”.

Plaza del santuario en donde se observa la zona porticada derecha con las dos plantas superiores que fueron derribadas posteriormente SARTHOU

Finalizada la visita, en torno a media mañana, se despiden de su amigo y emprenden el regreso “casi por los mismos sitios que el dia anterior recorrimos siempre admirando, sacando fotografías y tomando notas de color”, dice en sus escritos Martínez Checa.

Llegados a la falda del pico, sobre el mediodía, Sarthou decide subir otra vez a realizar las últimas fotografías, mientras que Martinez Checa se queda pintando unos óleos. 

"He querido subir por última vez a la cumbre de esa famosa peña, tan orgullosa, que solo se saluda con el Moncayo, los Pirineos y Sierra Nevada"

Carlos Sarthou Carreres

Martínez Checa finaliza su crónica con un lamento con el que seguramente se fustigaron buena parte del camino de vuelta.

"El Dr Sarthou me decía: ¡Qué lástima el no tener unas cuantas docenas de placas para impresionar!. Contestándole yo: ¡Qué lástima también el no tener tiempo para manchar unas cuantas decenas de tablas!"

Fernando Martínez Checa

Sarthou, por su parte, concluye su relato así:

"En la cumbre hay un antiguo torreón... en él subo como puedo y emocionado me descubro, admirando el poder del creador y despidiéndome de Peñagolosa, quizás, quizás para siempre. Una lágrima resbala por mi mejilla…"

Carlos Sarthou Carreres