El edificio okupado íntegramente de la calle Deán Martí de Castelló y cuya veintena de intrusos tiene amedrentados a los vecinos tiene dueño. O, para ser exactos, dos propietarios. El inmueble, según ha podido saber este periódico, pertenece a la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Restructuración Bancaria (Sareb), más conocido como banco malo, con la excepción del entresuelo, que en su día adquirió una familia de Castelló con la intención de convertirlo en un local comercial.

Ambos interpusieron a finales del pasado mes de agosto una denuncia ante los juzgados y están pendientes de que se celebre un juicio de desahucio. El problema es que la justicia va lenta y todo indica que la resolución no llegará antes del próximo verano, con lo que el calvario que sufren los vecinos de esta calle va para largo.

Los problemas en la calle Deán Martí, a muy pocos metros de la Farola y justo detrás de la delegación de Hacienda, empezaron el pasado mes de julio, cuando un grupo de okupas tomaron un edificio entero. El inmueble, de cuatro plantas de altura y compuesto por ocho viviendas y un entresuelo, nunca llegó a estrenarse. La promotora entró en concurso y el edificio acabó en manos de la Sareb. A principios de este mismo año reformó las viviendas con la intención de sacarlas al mercado, pero los okupas se le adelantaron. «Cuando se dieron cuenta tenían a los intrusos dentro. Todo hace pensar que sabían que estaban haciendo obras en los pisos», apuntan algunos vecinos.

Sin poder entrar

A los propietarios del entresuelo les sucedió algo muy similar. «Un día les avisaron de que el local había sido tomado y, aunque trataron de entrar porque guardaban documentos y otras propiedades, los okupas se lo impidieron. Y eso que iban acompañados de la policía», explican los vecinos, que lamentan la situación. «Es muy fuerte que uno invierta su dinero en una propiedad y no pueda entrar porque está okupada por unos sinvergüenzas que se aprovechan de las lagunas legales y de la lentitud de la Justicia», explican.

Además de incurrir en un presunto delito de allanamiento de morada, lo que preocupa a los vecinos del número 36 de la calle Deán Martí es el clima de inseguridad que se respira en la zona. Los gritos, peleas y fiestas hasta altas horas de la madrugada que protagonizan la veintena de personas que rondan el edificio (la mayoría tiene entre 25 y 50 años) son unas constante y los residentes aseguran sentirse «atemorizados».

La policía, tanto la Nacional como la Local, conoce los hechos, ya que las llamadas de los vecinos alertando de las peleas y los gritos son constantes. «Esta gente sabe muy bien lo que hace. Conoce que el edificio es propiedad de un banco y se aprovechan de ello. Y también es consciente de que la autoridad policial tiene las manos atadas. Incluso se burla de los agentes», añaden los residentes.