Es difícil establecer estadísticas exactas sobre cuántos pueblos o aldeas fantasma hay en Castellón. El motivo es que de vez en cuando algunas casas son ocupadas de forma temporal por familiares de antiguos habitantes; también por amantes de un estilo de vida alternativo. Como sucedió en Bibioj, cerca de Villahermosa del Río, deshabitado desde hace muchos años hasta que a principios de la pasada década se instaló en la antigua escuela una familia, que también acabó yéndose. Pero al margen de llegadas puntuales son lugares, en definitiva, donde la expresión el Castellón vacío no es una metáfora: están, realmente, vacíos.
Se calcula que existen alrededor de una treintena de núcleos poblacionales de este tipo, en mayor o menor grado de abandono. Como por ejemplo, Les Alberedes, uno de los mejor conservados. Situado a unos 20 kilómetros de Portell de Morella, en el límite con la provincia de Teruel, estaba formado por unas 20 viviendas.
Lo idílico del entorno hizo que el director de cine británico Ken Loach filmara allí una de las escenas de su conocida película Tierra y libertad. En 1990 el último matrimonio que vivía allí se fue rumbo a Morella, aunque en la actualidad los vecinos de Portell siguen celebrando allí la romería a la ermita de Sant Marc, el 25 de abril.
Tiempos mejores
Bibioj es muy conocido por los aficionados al senderismo de la provincia. El pueblo, cuentan las antiguas crónicas, llegó a tener más de 100 habitantes, una escuela a la que iban los niños del entorno y hasta tabernas. El acceso a la población no es sencillo, incluso con vehículo, ya que discurre por una pista forestal en un entorno agreste, aunque no por ello poco vistoso.
Más pequeño era El Rul, en el término de Zucaina, que estaba compuesto por unas 12 viviendas. La aldea quedó deshabitada en el año 1972 cuando la última familia que quedaba se marchó. Como testimonio de tiempos mejores, todavía sigue en pie el horno comunal que compartían los habitantes de la aldea.
En el término municipal del Castillo de Villamalefa está La Granella. Una vía pecuaria de aproximadamente un kilómetro lleva a lo alto de una colina donde hay una decena de casas en avanzado estado de ruina. Las difíciles condiciones de vida que soportaban sus escasos habitantes hicieron que en la década de los 60 el pueblo se quedara vacío, con sus antiguos vecinos en busca de un mejor porvenir.
Una comarca especialmente afectada por el proceso de emigración a otras zonas, que se agudizó entre los 50 y los 70, fue Els Ports. Allí está La Saranyana, pedanía de Todolella. El Ayuntamiento hizo un esfuerzo inversor para urbanizar y mejorar el entorno, en busca de familias interesadas en vivir allí, pero no parece haber dado resultado.
Inversiones
En los últimos años ha surgido una tendencia que podría significar una nueva oportunidad para estos pueblos, no ya como núcleos poblacionales, sino como puntos de actividad turística. A lo largo de toda España, son muchos los inversores que buscan estos espacios para llevar a cabo proyectos, y hay ejemplos en la provincia.
Uno, ya consolidado, es Aldea Roqueta, un conjunto de masías situadas entre Culla y Els Ibarsos, habitadas en su día por agricultores y ganaderos, que se rehabilitó en el 2006 para convertirse en un hotel.
De vuelta a Les Alberedes, allí podría suceder algo parecido. Y es que gracias a la iniciativa privada de una familia, ha comenzado un proyecto de remodelación de inmuebles que pretende recuperar este paraje del norte provincial para convertirlo en un espacio de turismo de interior en el futuro.