Las imágenes de los ucranianos corriendo en busca de un lugar seguro cuando suenan las sirenas avisando de un posible ataque ruso se han colado en los hogares castellonenses. Sótanos particulares, bajos de edificios públicos o estaciones de metro se han convertido en búnqueres para huir de la destrucción de las bombas. Algunas familias se han instalado de forma permanente allí ante la amenaza constante. Sin duda, la guerra que azota Ucrania ha traído a la memoria recuerdos casi olvidados de una época pasada, la de la Guerra Civil española, como el de los refugios antiaéreos.
Castelló puso en valor hace varios años uno de los más importantes que tuvo la capital, el de la plaza Tetuán, el cual se puede visitar. El objetivo no es otro que dar a conocer la historia de la ciudad y contribuir a la consolidación de la cultura de la paz. Además, se organizan visitas guiadas para adentrarse en la historia que, desgraciadamente, ahora se repite a poco más de 3.000 kilómetros de distancia. Raúl Martínez, de Bambando, se encarga de explicar cada uno de los detalles para que la gente sea consciente de lo que allí se vivía.
Castelló fue atacada durante los años 1937 y 1938 de forma indiscriminada en 44 ocasiones, lo que causó 160 muertos, numerosos heridos y la destrucción de multitud de viviendas. «Cuando empezó la guerra, los aviones no paraban de bombardear. Durante los bombardeos la alarma no paraba de sonar, a veces no sabíamos si era la arma o desalarma, porque tocaban muy rápido y las personas iban corriendo desorientadas», narra uno de los testimonios que recoge la guía informativa del refugio.
43 refugios públicos
Castelló llegó a construir 43 refugios públicos y unos 237 privados. Los primeros se ubicaban en zonas céntricas como la plaza Santa Clara, Clavé, calle San Roque, plaza de la Independencia (la Farola) o la avenida del Rey don Jaime. «Tocaba la sirena del Fadrí; si tocaba una vez era de avión y, si lo hacía cinco, de barco», recuerda otro de los testimonios de personas que aportaron sus vivencias.
Martínez explica cómo se elaboraron unas instrucciones para el buen uso de los refugios, que eran difundidas por radio y escritos que se repartían. Figuraba la expresa prohibición de pernoctar, una regla que hacia el final de la guerra se rompió. «Se producían aglomeraciones en las bocas de los refugios y se creó una guardia de vigilancia. Debían lucha contra el frío, la humedad y la oscuridad. Había quien se llevaba los colchones o los animales», remarca el guía.
Algunos niños jugaban a pesar del miedo, a veces incluso con el propio barro del refugio hacían bolitas. Era habitual que llevaran colgando del cuello un palito de madera que mordían durante los bombardeos para así evitar quedarse sordos debido a las fuertes explosiones.
Las sirenas sonaron 354 veces
«En la primavera del 38, las sirenas sonaban hasta 30 veces al día. Los últimos días ya ni bajábamos a los refugios». Se sabe que las sirenas del Fadrí sonaron un total de 354 veces durante la Guerra Civil.
Se trata de conocer la historia para no cometer los errores del pasado. A pesar de estos, Putin ha decidido cometerlos.