El Periódico Mediterráneo

El Periódico Mediterráneo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Testimonios

El día a día de los refugiados ucranianos en Castellón

Mujeres y niños llegados a la provincia intentan emprender una nueva vida con un futuro incierto

Refugiados ucranianos que viven en la provincia. Mediterráneo

Los más de 1.000 refugiados que ya han llegado a la provincia de Castellón tienen sus vidas truncadas por la guerra, aunque se aferran con valentía a un hilo de esperanza. El Consell ya ha expedido 1.063 tarjetas sanitarias a ucranianos. Desconocen cuánto tiempo estarán aquí y si podrán volver a su casa. Por tanto, tras las jornadas iniciales de adaptarse a una cierta normalidad, siempre con el pensamiento en los que allí siguen sufriendo el sin sentido de las bombas, toca emprender una nueva vida, empezar de cero. 

Poco a poco los niños están siendo escolarizados, por lo que sus madres empiezan a pensar en buscar un empleo, un sustento para no depender de las ayudas y la solidaridad. En concreto, según datos recientes de la Conselleria de Educación, como ya informó Mediterráneo, hay más de 200 menores que reciben clases en centros escolares o en el albergue Argentina de Benicàssim, que se ha convertido en el principal refugio que el Consell ha puesto a disposición de aquellos que han llegado a la provincia huyendo de la guerra sin tener familia aquí.

Para poder trabajar, necesitan disponer del permiso de trabajo que se obtiene de forma casi inmediata al solicitar la protección especial en la Comisaría de la Policía Nacional de Castelló. Muchas de las mujeres ucranianas que han llegado tienen conocimientos de inglés, lo que les puede ayudar en su integración en el mercado laboral. Se trata de intentar crear nuevas rutinas que, por momentos, les hagan olvidar el horror que han dejado atrás. De todos modos, sus pensamientos diarios y su corazón están en Ucrania, donde siguen sus maridos, padres, amigos y otros familiares. 

Burocracia

Todos ellos se sienten afortunados de estar a salvo y agradecen la acogida mostrada por los castellonenses, aunque a nivel burocrático encuentran algunos escollos. La primera atención que reciben de los Servicios Sociales de los ayuntamientos está funcionando bien. Allí se les informa y facilita la escolarización o la tramitación de la tarjeta sanitaria, un SIP provisional que expiden los centros de salud de toda la provincia. El principal escollo está a la hora de solicitar la protección temporal, una especie de asilo exprés, en la Comisaría de la Policía Nacional de Castelló. Se debe requerir cita previa, enviar la documentación requerida y esperar a que algún encargado de Extranjería se ponga en contacto con las personas solicitantes. Este proceso está siendo muy lento, aunque el plazo máximo de resolución, una vez se tramita, no debe exceder las 24 horas. 

Acogida

Una de las entidades que está realizando la primera acogida de aquellos que llegan sin tener familiares es Cruz Roja Castellón. Actualmente, atiende a 110 refugiados, 37 de ellos menores, en un hotel de la provincia. Su objetivo es ayudarles en su día a día y cubrir sus necesidades básicas. Se trata de darles apoyo, pero también ciertas herramientas que les permitan su adaptación. Esto se realiza a través de talleres grupales, según explicó el vicepresidente de Cruz Roja provincial, Antonio Fayos, donde se les da atención emocional y herramientas para su día a día. También se les da información sobre cultura española o se les familiariza con herramientas de internet, como portales de empleo usados en España. Fayos indicó que las familias atendidas tienen «múltiples situaciones, pero están contentas y agradecidas, aunque un poco desubicadas y preocupadas por su futuro porque han dejado su vida atrás». Les toca empezar de cero.

Testimonios

Svitlana, su hija y sus sobrinos agradecen todo el apoyo recibido y solo quieren tener un futuro. Mediterráneo

«Todos estamos ahora aprendiendo español»

El testimonio de Svitlana cuando huía de su ciudad, Irpin, ahora prácticamente destrozada por la invasión rusa, lo recogió Mediterráneo cuando estaba de camino a Alcalà de Xivert, donde viven sus padres. Hace ya semanas que llegó junto a su hija de dos años y dos de sus sobrinos. Ahora intenta recuperar cierta normalidad por el bien de los pequeños para que olviden por momentos la tragedia que sigue asolando su país, donde sigue teniendo a su familia.

«Lo principal que quiero transmitir es agradecer a los vecinos de Alcalà cada palabra amable, su apoyo y amabilidad. Intentamos estudiar la cultura española para mostrar respeto por este país». «Nuestra vida aquí es buena. Nos han ayudado tanto las autoridades locales como las personas que se enteraron de que habíamos llegado. Mis sobrinos estudian en línea todos los días en su escuela ucraniana para obtener un certificado de finalización. Y después de la escuela todos aprendemos español juntos», explica.  

«Salgo a caminar con mi hija Eliana todos los días. En Alcalà hay hermosos parques infantiles y una iglesia grande y bonita», remarca Svitlana. « Nuestro corazón está en Ucrania, con nuestra gente, pero mientras estemos aquí, queremos ser útiles a España. No sabemos qué pasará pero hasta ahora estamos haciendo lo que podemos», indica.

Justo el pasado jueves recibió la protección temporal, un trámite para el que solicitó cita previa el pasado 17 de marzo. Ahora dispone del Número de Identidad de Extranjero (NIE) que le permite poder trabajar. De ahí que esta editora y traductora con conocimientos de inglés, piense en poder trabajar. Al igual que sus compatriotas, jamás pensó poder vivir una situación así y tener que depender de la ayuda y la solidaridad de otro país.

Victoria, junto a Roma, Masha y Genia, ya están instalados en Morella. Javier Ortí

«Solo podemos que dar las gracias por esta acogida»

Roma, Masha y Victoria llevan una semana en Morella, gracias a la labor incansable de José Miguel Gasulla y Ana Viol. «El pasado domingo probaron por primera vez la paella y les encantó, fue un buen inicio a nuestra gastronomía», bromea Gasulla. La comunicación sigue siendo el principal hándicap, pero la buena voluntad, la tecnología y el inglés facilitan la conversación.

«Estamos muy agradecidos, solo podemos que dar las gracias por la gran acogida», señala Victoria. «Son días de papeles y son muchos los que se necesitan para poder dar los primeros pasos», explica Gasulla. En este sentido, según relata, los primeros trámites han sido con la Policía con quien se debe tramitar el NIE y, seguidamente, deberán registrarlos como Menores Extranjeros No Acompañados (MENA). Después de esto, los tres serán empadronados y se convertirán oficialmente en morellanos. Informa Javier Ortí.

Yulia, junto a su hijo de ocho años, vive ahora en Castelló. Mediterráneo

«Quiero trabajar y poder ser útil para el país»

Una de las refugiadas que ya ha empezado a buscar trabajo es Yulia. Llegó a Castellón tras recorrer 4.000 km con su hijo, un perro y un gato. «Mi hijo Antón tiene ocho años. El 24 de febrero a las cinco de la mañana nos despertaron las explosiones. Por un momento, se hizo muy claro en nuestra habitación, un cohete voló sobre nosotros. Después de esto, corrimos varias veces al día para escondernos en el baño cuando sonaba la alarma, pero mi hijo empezó a tener mucho miedo y decidimos irnos». «Estuvimos parados en la aduana durante más de un día, pero después de 500 metros di la vuelta al coche de vuelta a casa, para no salir de Ucrania. A los pocos días de nuevo volvieron las explosiones y nos fuimos», narra Yulia. «En una hora empaqué todo, viajamos durante una semana por siete países sin saber a dónde íbamos, pero en un chat de Telegram sobre ayuda al pueblo ucraniano, escribí y María respondió sin conocernos de nada. Ahora vivimos con ella y con su novio aquí en Castelló y me ayuda con todo el papeleo y me hace muchos regalos», detalla esta refugiada. 

«En Ucrania, trabajé como jefa del departamento de ventas, tengo formación sobre desarrollo personal y también enseñé a mi equipo de ventas. Cada año hemos tenido los mejores resultados, siempre nos esforzamos para que nuestra empresa creciera. Ahora me gustaría encontrar un trabajo similar en España, me gusta mucho trabajar con la gente, espero poder ser útil para el país, que me tendió una mano en un momento tan terrible para Ucrania», indica, mientras intenta sonreír a diario por su hijo.

Oksana (52), Christina (32) y Nikita (14), abuela, madre e hijo, residían en Kiev y ahora viven en Vinaròs. Javier Flores

«Estamos muy agradecidos, pero nuestra mente está allí» 

Llegaron a España la primera semana de marzo, siendo de los primeros refugiados ucranianos en Vinaròs. Oksana (52), Christina (32) y Nikita (14), abuela, madre e hijo, residían en Kiev, cuando tras iniciarse los ataques del ejército ruso a la capital, decidieron dejarlo todo y venir a la capital del Baix Maestrat, donde reside y trabaja otro hijo de Oksana desde hace ya ocho años. Han contactado ya con los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Vinaròs y gracias a algunos conocidos, también con Cáritas, que les ha dado ayuda, ya que llegaron con lo justo.

«Estamos muy agradecidos, pero no podemos dejar de pensar en nuestro país», señala Okdana. Nikita será escolarizado próximamente y Christina y Oksana ya están buscando algún trabajo que les permita vivir sin caridad. Confían en que la barrera del idioma sea solo cuestión de tiempo y que la burocracia para poder acceder al mercado laboral, la educación y la sanidad sea ágil y no un impedimento. Informa Javier Flores.

Yulia llegó con su hija Angelina (3 años) y su hijo Dennis (13) a Alcalà. Juan Francisco Roca

«Salimos a pasear y nos dan clases del idioma» 

Dos semanas después de llegar a Alcossebre, el medio centenar de ucranianos y ucranianas que se encuentran instalados en el complejo Kione Resorts continúan adaptándose a esta nueva vida. Son todo mujeres, acompañadas por sus madres e hijos pequeños y adolescentes. Sus maridos, padres e hijos mayores de edad se han quedado en su país «para defenderlo con honor». 

Algunas de ellas ya se atreven a decir alguna palabra en castellano. El «gracias» y «muchas gracias» es lo primero que han aprendido a decir. Hace una semana que empezaron las clases de castellano, los martes y los jueves, y buscan aprender el nuevo idioma, que para ellos es un gran obstáculo, para hablarlo y, en especial, para escribirlo dado que el ucraniano se basa en el alfabeto cirílico.

Yulia llegó con su hija Angelina (3 años) y su hijo Dennis (13). Son de Avdeevka, una ciudad de la zona de Donetsk, el territorio más castigado por el ejército ruso. «Nos levantamos pronto, nos hacemos el desayuno, nos arreglamos; luego vamos a intentar arreglar todo el tema burocrático para regularizar nuestra situación, que no es nada fácil por el tema de la traducción de los documentos; los niños juegan y se distraen. Por la tarde, unos días tenemos clase de castellano, otros salimos a pasear por la playa», indica Julia. «Estamos muy a gusto, la acogida ha sido muy buena. El lugar es tranquilo y estamos muy contentos con los vecinos que tenemos porque tienen muchos detalles con nosotros, por lo que sólo podemos dar gracias, muchas gracias». Informa Juan Francisco Roca.

Compartir el artículo

stats