«La inmensa mayoría de redes urbanas y de riego se han proyectado ignorando la eficiencia energética, se han diseñado con pólvora de rey». Así de contundente se muestra Enrique Cabrera, catedrático emérito de Mecánica de Fluidos de la Universitat Politècnica de València (UPV), durante su conferencia en el IV Foro del Agua. Pero pese a que esa falta de eficiencia supone un claro inconveniente, el experto aseguró que es también una oportunidad por el margen de mejora.

En su ponencia, Cabrera aportó algunos datos sobre el consumo de energía en Castellón ligada al transporte de agua. Y, por ejemplo, en el caso de los pozos detalló que en la provincia existen entre 20.000 y 25.000 (el 1,31% sobre la tasa de habitantes y el 1,21% del total de superficie), que consumen una energía de 10.000 gigavatios hora y cuyo gasto energético por bombeo asciende a 1.500 millones de euros al año. En el caso de las redes urbanas, aunque no existen datos, el experto insistió en que no es una cantidad menor. «Hay mucho margen de mejora», dijo.

Consumo de energía

«El problema es que mover el agua consume mucha energía. Y hay que moverla», explicó al tiempo que describió que el objetivo es no gastar ni un kilovatio de más. ¿Y cómo se consigue? El catedrático de Mecánica de fluidos enumeró los pasos a seguir: diagnóstico, auditoría e implementación de las acciones que de los estudios precedentes se deriven. «También contribuiría de manera importante la certificación de la mayor o menor eficiencia del transporte», sentenció.

Antes de explicar los pasos a seguir para minimizar la presión del agua (depende de los desniveles a vencer, las necesidades en el punto de consumo y las pérdidas de carga, en las tuberías y en la estación de bombeo), Cabrera diferenció entre la fase de diseño y la de operación. «La primera es importante porque ineficiencias en esta etapa hipotecan el sistema mientras opere. En la fase de operación una mala gestión del sistema se traduce en un tener que trabajar con presiones superiores a las necesarias, determinó. Entre las causas de ineficiencias operacionales, destacó que la estación de bombeo no opera como debe, excesivas pérdidas de agua en los sistemas y diámetros insuficientes. «La insuficiencia de los diámetros obliga a emplear aljibes y eso se debería erradicar. En la provincia son demasiado frecuentes», explicó. Y citó un ejemplo. «En una ciudad de 50.000 habitantes puede suponer 260.000 kWh/año con un coste de más de 60.000 euros al año, además del gasto adicional de agua embotellada».

Dos casos de éxito

Tras insistir que la importancia de un buen diseño y un buen diagnóstico, el experto citó como ejemplos de casos de éxito los de Jávea, que racionalizando diseños, mejorando algunos procesos ha logrado un 62% de ahorro, y las redes de riego de Vila-real, mediante una racionalización que supone un menor consumo energético.

Enrique Cabrera defendió que los sistemas simples «tienen un diagnóstico fácil y preciso que debiera ser de obligado cumplimento, como en las viviendas, a partir de un consumo de energía anual determinado». En sistemas complejos, hay mucho margen de mejora, tanto en pérdidas operacionales como, sobre todo estructurales. «El margen de ahorro es formidable. El cambio climático y la necesidad de ser más sostenibles exige que el consumo de energía sea el estrictamente necesario», insistió.

En sus conclusiones puso de manifiesto el potencial que encierran las energías renovables. "Con la energía solar y el autoconsumo ya no tendrá sentido bombear de noche, porque la energía más barata y eficiente será por la mañana; cambiarán muchas de nuestras costumbres", comentó.