A la hora de elegir, los expertos instan a poner al alumno en el centro del debate sobre la jornada escolar. Así, Daniel Gabaldón, doctor en Sociologia i Antropologia Social de la Universitat de València, considera que «el alumnado, sus necesidades, ritmos y capacidades deberían ser los que marcasen la organización del tiempo escolar». La Conselleria de Educación contempla tres tipos de jornada escolar. La partida o tradicional, la continua y la mixta

Jornada partida

La jornada partida es la más común en los centros de Primaria. Habitualmente se entra a las 9.00 horas, se termina a las 12.00 y, por la tarde, se retoman las clases de 15.00 a 17.00 horas. En junio y septiembre, las clases se hacen de 9.00 a 13.00 horas.

Jornada continua

El horario continuo no es como el intensivo de junio o septiembre, ya que las escuelas no cierran antes en la jornada continua. Así, consiste en reorganizar el horario escolar manteniendo las mismas horas lectivas. Por ejemplo, un periodo lectivo de 9.00 a 14.00 horas con 45 minutos (pueden repartirse en 15 y 30) en Infantil y uno de media hora en Primaria. El comedor, por ejemplo, se haría de 14.00 a 15.30 horas y extraescolares desde esa hora hasta las 17.00 para quien quiera.  

Jornada mixta

Una fórmula mixta o flexible consiste en la jornada lectiva realizada en horario de mañana y en tardes que determine el centro según lo aprobado. En el caso de las modificaciones de jornada partida, el inicio es en una horquilla entre las 8.30 horas y las 9.30 horas y una hora y media mínimo de horario de atención al comedor. El horario lectivo semanal no varía.

A favor de la continua

Los partidarios de la jornada continua defienden, entre las ventajas, que favorece la conciliación familiar, y que los niños tienen más tiempo para jugar, estar con la familia o descansar. Además, aducen que las familias tienen más flexibilidad para ir a recoger a sus hijos de la escuela, ya que pueden hacerlo, por ejemplo, a las 14.00, a las 15.30 y a las 17.00 horas e incluso hacer solo un viaje de ida y vuelta a la escuela. Esto permite adaptarse a las circunstancias de cada familia.

A la hora de esgrimir argumentos, señalan que el modelo continuo beneficia a los alumnos, ya que concentra la actividad académica en los horarios de mayor atención del niño, permitiendo un mejor rendimiento con un horario que se adapta a sus ritmos biológicos, permitiendo reducir la fatiga, reduce los tiempos muertos entre después de comer y el inicio de la tarde (2,5 horas); permitir que voluntariamente el alumno pueda optar a hacer actividades gratuitas, organizando mejor su tiempo de ocio y estudio. También señalan que mejora la convivencia escolar.

Investigación

Daniel Gabaldón, doctor en Sociologia i Antropologia Social de la Universitat de València, considera que «no hay estudios que sustenten la hipótesis de la mejora del rendimiento con el paso a la jornada continua. Los pocos datos disponibles sobre pruebas diagnósticas en Madrid y Comunitat Valenciana indican lo contrario, una ligera bajada en las puntuaciones de los centros que pasan a jornada continua. «Tanto en estudios del grupo de Caride como en nuestro estudio TIME lo que se ve es que el alumnado en jornada continua dedica más tiempo a hacer deberes y repaso fuera del colegio, lo que sustenta la hipótesis de que se rinde peor en ese tipo de jornada», señala este experto. Entre las desventajas añade que el alumnado en jornada continua duerme menos, come demasiado tarde, hace más deberes y estudio durante el tiempo libre, y pasa más tiempo con las pantallas (videojuegos, móvil, TV).