El autoestop no goza a día de hoy de la popularidad de antaño. Esta práctica realizada por viajeros que buscan ser transportados de forma gratuita por un vehículo ajeno no cuenta en la actualidad con demasiados adeptos en países como España. Sin embargo, un profesor de Castellón ha demostrado que se pueden recorrer más de 2.000 kilómetros entre Turquía, Georgia, Armenia, Irán e Irak alzando el dedo junto a la carretera… y volver sano y salvo a su Castelló natal un mes después: “No tardaba ni 15 minutos en que me cogiera un coche y nadie de los que me subió me pidió dinero”.  

Sin miedo a equivocarnos podríamos decir que el viaje de Nacho no es el típico que se realiza para obsequiar a los pequeños de la casa cuando celebran la primera comunión. El protagonista de esta historia se ha alojado en pensiones de 2,90 euros la noche en las que compartía letrina con una treintena de huéspedes y ha pasado por países a priori poco turísticos como el siempre conflictivo Irak, en concreto el Kurdistán iraquí, Irán o Georgia, en permanente conflicto con la no poca conflictiva Rusia.

Sin embargo, el castellonense de 27 años afirma que Irán “es un país muy seguro y acogedor; los locales me invitaban a todo y alguno me dijo que no había visto un extranjero en su vida”, mientras que en territorio iraquí se sintió como en casa: “Irak está dividida en dos y la parte kurda es más segura. Ves chicas con el pelo suelto, puedes encontrar alcohol y son más similares a nosotros que por ejemplo en Irán, donde vi hasta un desfile de hombres flagelándose, aunque fue en Irán donde conocí a las mejores personas del viaje”. 

Una aventura en solitario

A Nacho, profesor de Geografía e Historia, le movía sobre todo la curiosidad: “Quería ver cómo era aquello. Después de subir al Monte Ararat turco en grupo me separé y me fui solo haciendo autoestop por todos estos países. No tuve ningún problema, pero lo que peor llevé fue la soledad porque en algunos sitios era imposible comunicarse con los locales pese a que hablo inglés y francés”.

Destaca el aventurero “los contrastes que puedes encontrar en cada país”, así como las trabas burocráticas que se ha encontrado para cruzar alguna frontera. Curiosamente, después de recorrer todos estos países haciendo autoestop, al llegar a España utilizó una aplicación para compartir vehículo para llegar a Castellón. Y es que como decíamos, en territorio patrio esta práctica parece cuanto menos obsoleta. 

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