El Periódico Mediterráneo

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Este instituto de Castellón, que celebra su 175º aniversario, es uno de los 56 más antiguos del país

Tesoros de la historia entre las aulas del IES Ribalta: 15 cosas que no sabías

Con un patrimonio digno de compartir, planea abrir sus dos museos al público en 2023. Un estudio recopila 15 anécdotas desde su fundación, en 1846

Arquitectura. El actual edificio, en la avenida rey don Jaime, es un proyecto de Francisco Traver. DAVID GARCIA FERNANDEZ

El IES Ribalta de Castelló respira historia por todos sus poros. Su fundación en 1846 ha devuelto a la actualidad más que nunca este emblemático centro de enseñanza ubicado en el corazón de Castelló y que en este curso 2021-2022 conmemora 175 años como el primer instituto de Secundaria de la provincia y uno de los 56 más longevos de España.

Su actual director, José Luis Lorenz, explicó que han organizado varias actividades para recordar todo lo que ha sido y será, desde la exposición en el Menador de hace unos meses al acto conmemorativo con 200 invitados, con la asistencia de políticos y exalumnos, como uno de la promoción de 1940-1947. Un acto en el que se ha presentado a la comunidad educativa los dos galardones conseguidos este año: el premio Onda Cero Castellón Educación 2022 y la placa de honor de la orden civil de Alfonso X El Sabio, que se entregó al hijo del científico burrianense Federico García Moliner, alumno en 1942-1949 y Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias en 1992 --quien excusó asistencia por su edad--). 

Personalidades ilustres

Por las aulas del Ribalta pasó el ministro durante la Segunda República, Marcelino Domingo; o los ministros del franquismo Serrano Suñer o Herrero Tejedor. También la práctica totalidad de alcaldes de Castelló, desde José Ferrer a Eduardo Codina, Daniel Gozalbo, Antonio Tirado, Alfonso Bataller o la actual, Amparo Marco; así como un alcalde y presidente de la Generalitat, Alberto Fabra; rectores de la UJI; la neuróloga Ana Simón, arquitectas, ingenieras y pintoras de alcance internacional como Angélica Sos Alcácer; o el químico moncofense Avel.lí Corma (Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2014) realizaba los exámenes en el centro, donde estaba matriculado aunque seguía clases desde Burriana. Hoy día el Ribalta también cuenta con jóvenes prometedores, como Alba Marín, mejor expediente en 2021-2022 en la Facultad de Biotecnología de la Universitat de València.

Colección de grabados en la exposición del Menador. ANDREU ESTEBAN

Divulgar a los colegios 

Entre los próximos proyectos a acometer figura la apertura de los dos museos del centro, el de Ciencias Naturales y el de Física y Química, al público. «La Conselleria de Cultura nos respalda pero falta acabar trámites. El objetivo es abrirlo para que otros colegios lo visiten a partir de febrero o marzo del 2023», indicó. Sus salas albergan una colección de patrimonio artístico e histórico superviviente a las guerras. Desde láminas de Botánica del profesor P. Manfredi, otra de anatomía humana de Raphaël Blanchard, colecciones de diapositivas, una mesa anatómica de Schreiber, especies naturalizadas o tres cajas didáctica de Luis Soler Pujol (de 1901).

Artilugios del museo. PASCUAL MERCE MARTINEZ

En la sala de Física y Química, se custodia material empleado por el profesorado como apoyo en las clases del siglo XIX y buena parte del XX, sobre todo en el aspecto práctico. En las instalaciones del Ribalta se conservan preciados objetos de la antigüedad, como puede ser un fonógrafo de Edison o un gramófono primitivo, una linterna mágica Brevete y otra linterna de proyección con arco voltaico, o bien un telescopio de Gregory. En el apartado de Geografía e Historia, es muy relevante un mapa hisométrico y batimético en relieve tanto de de España como Portugal; así como un telurio lunar (maqueta del sistema solar, adquirido en el curso 1882-1883 como planetario). 

Museo de ciencias. PASCUAL MERCE MARTINEZ

Con motivo del 175º aniversario, otra iniciativa destacada es un dossier que recopila los 15 hechos más destacados de la historia del IES Ribalta, desde su fundación en 1846. Su contenido se va a explicar próximamente en las aulas de Historia y se divulgará entre el alumnado. Lo han elaborado los profesores Francisco Mezquita Broch y Pascual Mezquita Broch, bajo el título Moments a la història de l’IES Francesc Ribalta, y he aquí una muestra, un breve extracto, con permiso de los autores.

Claustro: directiva y profesorado en los inicios. Mediterráneo / IES Ribalta

  • Origen. El claustro inaugural del instituto se inicia un 5 de octubre de 1846, a las 13.00 horas. Reina Isabel II (1833-1868). Se fundan centro de enseñanza secundaria en casi todas las provincias.
  • Carlistas. La tercera guerra carlista se extiende por todo el territorio y en alguna proclama se amenaza con ejercer violencia contra el profesorado del instituto castellonense por divulgar el saber científico y laico (aunque había asignatura de Religión).
  • Clima y astronomía. En el curso 1879-1880 fue sede de un observatorio meteorológico (se construye una pequeña torre, que en los años 90 del s. XX pasa a uso astronómico; y el climático se traslada a Almassora (aunque hoy hay otro de la red Avaemet).
  • Siglo XX. Desde su fundación y hasta el curso 1900-1901 pasan unos 80 profesores, todos hombres, hasta que llega la primera mujer, una de las primeras de España: la catedrática de Latín María LUisa García-Dorado Sierul.lo, en 1923.
  • Edificios. Tras la sede en el viejo edificio de la calle Mayor, se construyó otro inaugurado el 14 de enero de 1917, siguiendo el modelo de la Universidad de Barcelona.
  • Denominación. El instituto ha tenido varios nombres. En 1846 era, en castellano, Instituto Provincial de Segunda Enseñanza; y ahora, en valenciano, es el IES Francesc Ribalta. Llegó a llamarse Juan Marco, por un alumno abatido en el frente.
  • Museos. El centro conserva patrimonio tales como las pinturas de Vicente Castell Doménech del salón de actos, una colección de 150 grabados destacando los de Goya; y sus museos de Ciencias Naturales y Física y Química.
  • Bombardeos. En 1937 los bombardeos de la Guerra Civil afectan al centro, sobre todo la pared este y la zona donde hoy está la cantina. Tiene conexión con un refugio subterráneo por el cual se entraba a los pies de la escalera principal.
  • Religión. Un sábado de 1987 se toma la decisión de quitar los crucifijos que presidían las aulas y despachos.
  • Agrimensura. Uno de los títulos que se podían obtener en el instituto durante el siglo XIX era el de Agrimensor perito tasador de tierras.
  • Huelgas. Impactó la huelga estudiantil del 18 de abril de 1934 en solidaridad con alumnos de Medicina de la Universidad de València, cuyo local asaltó la Falange.
  • Gimnasia. La asignatura de Gimnasia en el bachillerato fue esporádica desde 1847 y optativa en 1873.
  • Banderas. Del balcón cuelgan tres banderas: de España, Castellón y la Comunitat. En la Guerra Civil ondearon dos por sorpresa: Lenin y el poeta Miguel Hernández.
  • Valenciano. La primera cátedra de valenciano se creó durante la guerra civil, el 24 de enero de 1938.
  • Base de datos. El archivo histórico acumula ingente documentación. Como los datos de ingreso de alumnado desde 1846 hasta 1975: unos 32.000 hombres y mujeres. 
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175 años del instituto Ribalta de Castellón, uno de los más antiguos de España Andreu Esteban | Mediterráneo

*Lee el discurso íntegro de Federico García Moliner, exalumno del IES Ribalta y Premio Príncipe de Asturias.

El instituto Ribalta en los años 40. Por Federico García Moliner (Promoción 1942-1949)

  •          A los que no conocieron aquellos años les es imposible imaginar el ambiente y las circunstancias de entonces, apreciar el obstáculo que suponían distancias hoy consideradas como insignificantes, comprender las diferencias entre la capital y los pueblos de la provincia y valorar el privilegio especial que suponía estudiar el bachillerato en el instituto y el esfuerzo que a veces había que hacer para acceder a ese privilegio.

        Algunos veníamos de los pueblos como palominos boquiabiertos y nos acercábamos a nuestra primera cita con el instituto presas de una mezcla de respeto, temor y esperanza que aún recuerdo. A mí lo primero que me impresionó fue el edificio. Después, andando el tiempo, he comprendido por qué: es un edificio que tiene dignidad. Yo no sé cómo otros concebían a Castellón. Para mí era la ciudad donde estaba el Instituto Francisco Ribalta.

        Como pequeño pueblerino sin malicia a mí me parecía que los de la capital tenían que ser de alguna manera superiores y en verdad tenía mucha curiosidad por conocerlos y por ver cómo me desenvolvería entre ellos. Enseguida descubrí que todo aquello no era más que una nube vacía en mi imaginación. Toda mi vida he recordado con cariño a mis compañeras y compañeros de promoción con quienes fui muy feliz en aquellos años tan importantes. Fue una convivencia generosa y magnífica de jóvenes procedentes de familias muy diversas y de chicas y chicos juntos con naturalidad. Lo de las chicas no era pequeño privilegio. En aquellos tiempos se nos separaba en cuanto se podía, pero en el Ribalta tuvimos la suerte de estudiar y crecer juntos. A mí aquello me parecía tan natural, pero después al ir a la universidad me enteré de que casi todos habían tenido un bachillerato segregado y realmente los compadecí por ello. Viendo cómo a veces alguien sentía una auténtica turbación al estar por primera vez en clase con personas del otro sexo comprendí la suerte que tuve. Recientemente hemos celebrado el quincuagésimo aniversario del comienzo de nuestro bachillerato y ha sido una gran emoción reunirnos otra vez. Hemos dado todos muchas vueltas por la vida, pero aquellos años que convivimos y crecimos juntos están siempre dentro de nosotros y son una parte importante de nuestra formación y de nuestros recuerdos.

  •         Y son unos años muy importantes los del periodo entonces cubierto por el bachillerato. Es cuando uno ha dejado de ser un mero embrión escolar y ya empieza a ser un proyecto de algo que uno aún no sabe lo que es, pero ya presiente que le va a llevar a alguna parte. Son los años en que se empieza a soñar, a sentir curiosidad y algo de ansiedad por el propio destino futuro, a la vez que todo el cúmulo atropellado de sensaciones, sentimientos y confusiones de la adolescencia que producen en el fondo del espíritu un aleteo de constante inquietud que mantiene al joven en una tensa expectación muy excitante. Y son también años muy decisivos en la formación, años de maduración y de hacer lo que el espíritu del vino en el poema de Baudelaire:  "... para engendrar mi vida y llenarla de alma."
  •         No es poca la fortuna de encontrarse en esos años con unos buenos profesores y un buen plan de estudios. Supongo que algunos se sorprenderán de que considere bueno un plan anticuado, muy recargado y posteriormente con frecuencia denostado, de modo que convendrá hacer algunos comentarios, empezando por aclarar que no intento en absoluto sentar doctrina. Otros podrán opinar con más fundamento sobre cuestiones de filosofía pedagógica o de política educativa y yo acato de antemano su autoridad de expertos. Simplemente quisiera explicar por qué estoy contento con lo que yo tuve, dentro de lo que cabía en aquellos tiempos. Para empezar había una cuestión crudamente política sobre la que, en términos prácticos y a toro pasado, es ocioso opinar: No se enseñaban las lenguas y las culturas vernáculas. Partiendo de ese hecho limitativo como un dato sin más comentarios la experiencia posterior me permite reflexionar sobre la formación que a mí me dio mi bachillerato.
  •         No creo que exista una fórmula universalmente aplicable. Hay por ejemplo el modelo de Estados Unidos. Desde el punto de vista de conocimientos académicos aquello es muy pobre comparado con los estudios medios comunes en Europa, pero este solo comentario constituiría un análisis muy superficial. A los alumnos de las escuelas medias norteamericanas se les dan pocas ideas pero se les enseña a defenderse muy bien con ellas, invierten bastante tiempo en cuestiones prácticas como salvamento o cómo actuar en situaciones de emergencia y se les forma, en conjunto, de una manera que es consecuente con el modelo de sociedad que ellos han escogido. Si una persona sin estudios superiores aparece por cualquier causa ante unas cámaras de televisión se maneja con gran naturalidad y desenvoltura, como si no hubiese hecho otra cosa en toda su vida. Lo que dice aburriría a un universitario español, pero lo dice mucho más claro que él. Y una muchacha con algunos años de estudios medios probablemente sabría ponerse a dirigir el tráfico en una emergencia o tener idea de qué hacer con alguien que se está ahogando. Después viene el primer grado que se recibe en la universidad y que viene a ser lo que aquí se llama el primer ciclo de los estudios de licenciatura. De esa manera, planteando unos estudios más elementales, hay más gente que accede a ellos. Los que quieren seguir una carrera académica pasan al doctorado, que además del trabajo de tesis conlleva unos estudios superiores muy completos y en los que se suele exigir con bastante rigor. Al final de la historia no hay ninguna diferencia entre uno que se ha doctorado en una buena universidad norteamericana y otro que lo ha hecho en una buena universidad europea. Entretanto las escuelas medias han formado a grandes cantidades de alumnos proporcionándoles una educación que les prepara bastante bien para vivir y funcionar en el tipo concreto de sociedad que es la norteamericana (que, dicho sea de paso, no es la mía ni es mi ideal).
  •         Todo esto es simplemente para insistir en que no tiene sentido proclamar en términos absolutos que sólo hay un modelo educativo bueno. Caben distintas opciones, pero es claro que un modelo del tipo descrito sería sencillamente inaplicable en  nuestro caso, con unas características sociales y culturales diferentes. Probablemente el propio cuerpo docente español no funcionaría en consonancia con un sistema semejante. Nuestro modelo en los años cuarenta era copia del clásico estilo academicista francés y tal vez nada significativamente distinto hubiera sido entonces fácilmente concebible. Aquel bachillerato de siete años era ciertamente muy recargado. Tenía una densa carga memorística pero, aunque tampoco viene tan mal ejercitar intensamente la memoria, lo que hay que preguntarse es cómo era su contenido. En mi opinión la ausencia de la música constituía una laguna importante, pero viendo cómo hoy un estudiante puede llegar a una facultad de ciencias o a una escuela técnica superior sin haber visto el latín y el griego y con una escasísima formación literaria y humanística creo que en conjunto fuimos afortunados en recibir una educación bastante completa. Siete años de latín, de lengua y literatura, de geografía e historia, de dibujo, de ciencias naturales y de matemáticas no me parecen nada mal. A esto se unían seis de francés y cuatro de alemán y de física y química, además de tres de griego y de filosofía. Realmente muchos cursos de religión parecerían más bien indicados para el que elige el seminario por vocación y nuestros siete años de esta materia podrían haber sido una pesadez de no haber tenido la fortuna de tener un profesor como D. Fernando Andrés (con quien fue una emoción reunirnos en nuestra reciente conmemoración) que supo hacerlo interesante. Además del contenido académico de sus enseñanzas, su manera de ser y de tratarnos influyó mucho en el desarrollo de mi personalidad como ser humano.
  •         Este es el factor importante. La calidad y la dedicación de los profesores. Personalmente, y habiendo ejercido varios años como profesor universitario, tengo una idea muy diferente del valor relativo de los distintos factores en el periodo de estudios universitarios, pero en enseñanza básica y media no tengo la menor duda. Ningún plan de estudios vale nada sin una suficiente calidad y dedicación de los profesores. Para todos los que enseñan hasta las puertas de la universidad yo reivindicaría el viejo y honroso título de maestro, absurdamente desdeñado. Su magisterio es fundamental para todo lo que sigue.

        En esto fuimos en conjunto muy afortunados. Recuerdo desde luego todo lo que entonces nos parecía dudoso, molesto o aburrido, supongo que unas veces sin razón y otras con ella, pero es mucho lo que después recapacitando he llegado a valorar. ¡Qué hueso tan terrible D.César Marín! Pero aprendimos con modelos de cartón todos los sistemas cristalográficos de la naturaleza, tuvimos una respetable introducción a la fascinante historia de la paleontología e hicimos cosas tan instructivas como la disección de una rana para identificar al microscopio las especies parásitas en su intestino, cosa que probablemente no han hecho muchos que hoy se licencian en biología. Nadie parecía entonces sentirse muy impresionado por D. Eduardo Marqués, pero nos dio una buena preparación en lengua y unos conocimientos de literatura castellana que después he aprendido a valorar, llegamos a adquirir unas nociones razonables de poética y de gramática histórica y también salimos teniendo una idea de lo que es el Ramayana. D. Luis Castaños, tan intransigente a veces, tan pintoresco, mi maestro más importante en el Ribalta. Para mí en su caso sobran todos los comentarios. Basta con decir que fue él quien determinó el curso futuro de mi vida: por él yo me hice físico.

        Y muchas cosas más que podríamos decir. Al final de aquellos siete años de temblar ante los profesores huesos, de hacer novillos alguna que otra vez y de mucho trabajar salimos con una idea de los principales sistemas filosóficos, con una cierta visión del mundo griego y con unos razonables conocimientos de la geografía y la historia de España y del mundo que incluían la historia del arte. Nuestra base de latín era bastante rica y aparte del valor formativo que su propio estudio tiene no me cabe duda de que nos preparó muy bien para ir asimilando todo el léxico que después hemos tenido que ir ampliando en nuestras diferentes trayectorias. Y desde luego nuestra base después de los siete años de matemáticas era más que respetable, según pude comprobar después en mis estudios universitarios.

        Todo ello fue debido a nuestros maestros. Evitando la mera glorificación nostálgica he reflexionado muchas veces a la luz de mi propia experiencia posterior y he comprendido que, aun con las inevitables asperezas y conflictos de personalidad que siempre se dan, estaban en general muy dedicados a nosotros, como maestros vocacionales. Ellos mantenían en conjunto un ambiente de trabajo y una relación con nosotros que era básicamente afectiva; nosotros éramos sus alumnos y su responsabilidad. Siento que les debo mucho. A ellos y a todos mis compañeros y compañeras. Entre todos se creó un ambiente que fue decisivo en mi formación. Todo esto es algo que sólo puede recordarse con afecto y emoción.

        Que me perdonen los demás. Nuevos centros docentes han surgido con el tiempo. Eso es desarrollo y es muy bueno y yo les deseo a todos lo mejor. En Castellón y su provincia hay hoy personas muy interesantes en sus estamentos docentes. He tenido la fortuna de conocer a algunas y tengo información de primera mano de otras. Es seguro que muchos hoy alumnos tendrán en el futuro recuerdos igual de gratos del centro donde pasaron esos años. Pero para mí, compréndanlo, Castellón sigue siendo la ciudad donde está el Instituto Francisco Ribalta.   

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