informe anual del juego en la comunitat valenciana

Las tragaperras ya no tienen suerte en Castellón

Las máquinas de «tipo b» desaparecen lentamente de los bares en el último año

Las tragaperras ya no tienen suerte.

Las tragaperras ya no tienen suerte. / LEVANTE-EMV

PABLO RAMÓN OCHOA

Son tiempos de declive para las máquinas tragaperras. Su soniquete ya no acompaña tanto a los bares, los «avance» ya no resuenan. Lamentablemente esto no es porque la ludopatía y el mundo de las apuestas hayan desaparecido, sino porque los juegos de azar se han trasladado a otros campos, como los eventos deportivos y los casinos online, donde por cierto sigue habiendo tragaperras pero ya no son físicas, sino digitales.

El Informe Anual de Juego en la Comunitat Valenciana, elaborado por la Conselleria de Hacienda, constata la realidad que se palpa cuando se entra a un bar: las máquinas tragaperras pierden terreno a marchas forzadas.

El pasado 2021, año al que hacen referencia los datos publicados por la Generalitat en los últimos meses de 2022, había instaladas en la autonomía un total de 24.750 máquinas tragaperras. Así se constata en en el apartado del estudio dedicado a los aparatos «tipo b», que es el nombre técnico de las tragaperras. Esa cifra supone casi 1.000 de ellas menos que el año anterior, 2020.

Las complicaciones para la hostelería en 2020 debido a la pandemia de covid-19 también jugaron su papel para que en 2021 se redujera la cantidad hasta las 24.750 instaladas. Todo ello supone un descenso del 3,72 % en el total de los lugares contabilizados por el estudio, que son bares, bingos y casinos. Sin embargo, si se cuenta solo la hostelería, las tragaperras cayeron hasta un 4,99 %, rozando el 5 %, por lo que la tendencia, que ya viene de los años previso a la pandemia, se pronuncia todavía más.

La Subdirección General de Juego, que es más específicamente la que dentro de la conselleria redacta el informe, apunta al respecto de esa tendencia a la baja que en 2019 había un total de 25.941 máquinas tragaperras en la hostelería valenciana. El último período interanual en el que el número creció levemente fue de 2018 a 2019.

Ministerio de Consumo

Regresando a los datos de 2021, se puede ver que los aparatos «tipo b» sí que aumentan en los bingos y en los salones de juego --los «mini casinos» que proliferan en los pueblos y que generan problemas de adicción en las localidades, que el Ministerio de Consumo ha tratado de regular durante estos años desde el Gobierno central--. En concreto, allí subió un leve 1,66 %.

Se trata de 5.460 las que hay a disposición de los clientes de estos salones y los bingos, noventa más de las que había en el año 2020, cuando el guarismo se quedó en 5.370. Así, pues, el estudio concluye que el 76 % de las máquinas que todavía hay están en hostelería y que el 24 % están en salones y bingos, pero la diferencia se acorta poco a poco.

Por provincias, es Alicante la que experimenta la mayor caída de este tipo de aparatos de juegos de azar entre el total de los establecimientos contabilizados en el informe de la conselleria, con un -4,13 % respecto a 2020: las comarcas del sur pasaron de contar con 10.459 a 10.027 máquinas. 

En segunda posición aparece la provincia de Valencia, donde el descenso fue del 3,71 % - prácticamente idéntico al de la media global del 3,72 %-. Las tragaperras que había en 2021 eran 11.886, por las 12.344 que había registradas en el pasado 2020.

El impacto de esta tendencia se notó algo menos en las comarcas del norte, ya que Castelló tuvo una bajada reducida respecto a las otras dos provincias: el retroceso fue del 2,24 %, lo que supuso que de 2.902 «tipo b» pasaron a 2.837 máquinas.

El presidente de la Fundación Patim contra las adicciones, Francisco López, recela en conversación con Mediterráneo del descenso de las tragaperras y lo atribuye a una mezcla entre lo que la pandemia perjudicó a la hosteleria --«el alquiler de las máquinas cuesta un dinero, así que muchos las devolvieron»--, a la «reubicación» de esta clase de juegos adictivos en lugares específicos como los casinos, ergo más privados y menos excluyentes socialmente, favoreciendo su aislamiento, y a que «ha vencido el juego online», sobre todo entre los más jóvenes, que lo consideran más rentable y adaptado al mundo actual de internet, las redes sociales y la globalización de las apuestas, su mundo en suma.

Perfil del apostador

«El jugador de máquinas ‘tipo b’ es un ludópata con mezcla de alcoholismo y desarraigo familiar que baja a su bar de barrio con su cerveza o su copa de alcohol fuerte dependiendo de la hora del día, esperando a que la máquina, como dicen ellos, ‘se caliente’. Puede ser que ese perfil se esté transformando y se esté haciendo polijugador, pero todo apunta a que las tragaperras son más utilizadas por gente mayor, con problemas para acceder a internet.

De cualquier manera, los datos de la conselleria no dicen que el juego esté bajando sino más bien lo contrario: «hay un aumento del juego sustancial. Nada más viendo lo que se saca del juego legal y conociendo la parte en negro de internet...», explica López.

El sociólogo que preside Patim, que cuenta con nueve centros en la Comunitat Valenciana, es claro al afirmar que «el jugador es un enfermo» que por ahora no cuenta con unidades especializadas en el sistema de salud público para demandar tratamiento. «Hace cuarenta años las asociaciones de alcohólicos anónimos eran enormes», dice, mientras destaca que ahora en las unidades de adicciones está englobado su problema, por lo que esas asociaciones son cada vez menores.

«Necesitamos empezar a poner en práctica una metodología con centros específicos para la atención de las ludopatías», considera el presidente de Patim. 

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