«El balneario y el río serán nuestra esperanza para salir adelante». Es la reflexión que hace Joaquín Navarro, de 70 años, «Eso no se ha quemado y confiemos en que la gente siga viniendo para disfrutar de ello, a pesar de la desgracia natural que supone este incendio», explica este vecino de Montanejos. Y es que, aunque es natural de Barcelona y vivió allí durante 65 años, desde niño veraneó en Campos de Arenoso --el pueblo expropiado para construir el pantano en los años 70-- y, cuando se jubiló, decidió instalarse en Montanejos. Siente la comarca del Alto Mijares como su hogar y se impresiona con lo ocurrido.
«Nuestro pueblo está sin luz; da miedo»
Conchín Moya, de 61 años, se encuentra en el cámping de Navajas junto a su hija y su nieto. Admite que, aunque a ratos es «optimista», el estado de ánimo oscila según el momento del día. «Nos han dicho que igual nos podemos marchar pronto a nuestras casas. Ojalá sea así porque tenemos la esperanza de que lo que se ha quemado no sea tanto como parece», dice esta trabajadora de la gasolinera de la localidad. «En nuestro pueblo no hay luz y la verdad es que el humo que se ve desde aquí, con una columna tan grande y negra, da verdadero miedo», reconoce, afectada, en conversaciones con este periódico.
«Vine hace solo un mes desde Madrid»
Hugo Vidal tiene 62 años y es de origen argentino. Tras muchos años en Madrid, hace un mes y medio cambió de vida y puso rumbo al Alto Mijares. En esta bonita comarca del interior de Castellón se había instalado con nuevas ilusiones y había comenzado a trabajar como operario de mantenimiento en el cámping de Montanejos. «Esto será un desastre y da una pena horrible. En mi puesto de trabajo estábamos preparando todo para el turismo de Semana Santa y ahora mismo no sé qué puede pasar», explica, todavía impresionado por la columna de humo que se divisa. «Salí corriendo con lo puesto», recuerda.
«Soy del Sáhara, pero mi casa es Montanejos»
Bachir Djamai, de 46 años, vino del Sáhara y vive desde hace tres años en Montanejos, junto a su esposa y su hija. Trabaja en el Hotel La Rosaleda de la localidad, que también fue evacuado de huéspedes y empleados el pasado jueves. «Estamos preocupados; el fuego da mucho miedo y no se sabe qué pasará», dice Bachir, con dificultades para expresarse en castellano, pero la incertidumbre en los ojos. Los nervios que le invaden se respiran de forma compartida en el cámping de Navajas, donde hay alojados 76 vecinos de Montanejos. «Nos tratan muy bien y son muy amables, pero el miedo lo llevamos dentro», dice Djamai.
«No puedo estar sin hacer nada las 24h»
Manuela Peco, de 69 años, lleva tres años viviendo en Montanejos, aunque es natural de València. Reconoce que, tras varias jornadas desalojada, hay momentos de «desesperación», de «no saber qué hacer». «Esta mañana, por ejemplo, me he ido a dar un paseo y he llegado a la zona del Salto de la Novia; algo tenemos que hacer. No podemos estar encerrados en el cámping las 24 horas o nos volveremos locos», comenta a este diario, mientras departe con otros vecinos del Alto Mijares y juega con una niña para mantener la mente ocupada. «Son muchas horas aquí y la cabeza juega malas pasadas», admite.
«Dicen que igual hoy nos vamos a casa»
Margarita Gil, de 75 años, tiene la esperanza de que este martes pueda regresar a su casa de Montanejos, aunque la negativa evolución del fuego de las últimas horas lo hace improbable. «Estar aquí, aunque nos tratan muy bien, ya se hace pesado», comenta esta vecina desde el cámping de Navajas, donde permanece desde el pasado jueves, hace ya cinco días. «A nuestras casas el fuego aún no ha llegado, pero la preocupación está ahí. Limpiar los montes debería ser una prioridad para que no pasen este tipo de cosas. Una vez sucede, todo el mundo se lamenta», asevera en conversaciones con este diario.