La clemenules es la soberana en el reino de las mandarinas y supone algo más de la mitad de los cítricos que se producen en la provincia y siete de cada diez clementinas. Pero pese a que el nombre de Castellón va unido al de la nulera, en cuestión de precios las diferencias con las nuevas variedades híbridas son sustanciales. Y eso que en este principio de campaña la clemenules alcanza en origen cotizaciones de hasta 0,50 euros el kilo, una cifra pocas veces vista.
Las operaciones que en estos momentos se están cerrando a pie de campo van a arrancar más de una sonrisa a los productores de nulera, aunque desafortunadamente no siempre ha sido así. Es más, la mayoría de llauradors llevan años en números rojos, lo que explica el progresivo abandono de fincas y la falta de relevo. Y mientras la clemenules se paga a precios de hace varias décadas (en 1996, por ejemplo, cotizaba a 0,60 euros el kilo), las nuevas variedades de mandarinas viven un época dorada. ¿El problema? Que en Castellón todavía son una minoría.
Los 0,40 euros que, de media, alcanzó la clemenules durante la pasada campaña suponen prácticamente la mitad de la cantidad a la que cotizaron variedades premium como tango, nadorcott, leanri u orri, que el año pasado superaron incluso los 0,80 euros el kilo. Es más, la orri llegó incluso a alcanzar en el campo los 1,5 euros el kilo. «Todas estas variedades híbridas, a las que se podría añadir la clementina sando, exceden de forma regular los 0,80 euros», apunta Carles Peris, secretario general de la Unió Llauradora i Ramadera y que defiende la necesidad ordenar la citricultura y plantar variedades para estirar la campaña, tanto durante las semanas anteriores a la recolección de la nulera como en las posteriores.
Una reconversión cara
La teoría está clara, pero la práctica no es tan sencilla. Y la clave está en que el mercado paga bien variedades que cuentan con un royalty y este no suele ser barato. De hecho, la patente suele oscilar entre los 150 y 160 euros por árbol, por lo que para plantar una hectárea se necesita una inversión de unos 24.000 euros, un dinero que no todos están dispuestos a pagar.
Los expertos coinciden en que el futuro de la citricultura en Castellón pasa por una reconversión varietal, pero esa realidad choca con una estructura productiva basada fundamentalmente en el minifundio. «Para el propietario de una finca pequeña y que no se dedica profesionalmente a la citricultura invertir toda esa cantidad de dinero es inviable», reconocen las fuentes consultadas que insten en reclamar un plan de reconversión y un mapa agronómico que ayude a adoptar decisiones acerca de las variedades a plantar.
Un plan para evitar la llegada del dragón amarillo
La reconversión varietal es uno de los retos a los que se enfrenta el sector citrícola y otro, y no menor, es la lucha contra las plagas. Y las más temida es la Huanglongbing (HLB), más conocida como dragón amarillo que si entrara en España supondría el fin del cultivo.
Para analizar cómo prevenir la entrada de esta plaga, el consorcio de 24 entidades de Europa, Asia y América que conforma el proyecto PRE-HLB instó durante una jornada celebrada en Valencia a que todas las autoridades de la Unión Europea «estén lo mejor preparadas posible para tratar de evitar la llegada de los vectores y de la enfermedad, dado que sería el infierno para el sector».
Así, el investigador del CSIC, Leandro Peña, destacó en la inauguración de un acto organizado por AVA-Asaja que «el demonio está cada vez más cerca y cuando llegue podrá ser demasiado tarde». No en vano, el vector Trioza Erytreae se encuentra en el norte de España y en Portugal, próximo a los cítricos de Huelva, mientras que el vector Diaphorina citri (más peligroso aún por su adaptación al clima mediterráneo) se ha detectado en Israel y en Chipre. «Hay que actuar ya, adoptando un plan de contingencia integral», insistieron.