El pasado miércoles, una pequeña tasca de Castelló celebró el 20 aniversario de su apertura. Es poco más que una modesta barra y un piso superior en el que se sirven comidas o cenas a grupos reducidos. Ese fue, sin embargo, el punto de partida de un auténtico imperio que ha escrito un importante capítulo en la historia gastronómica de la capital de la Plana.

Tasca Guindilla. Así llamó José Romero, más conocido como el Guindillo, al local que abrió en 2003 en la calle Barracas, es decir, en plenas tascas. Su entonces suegra se había jubilado y la peluquería que allí regentaba se había quedado libre, por lo que se lanzó a la aventura junto a su exmujer, María Bausá. Primero hizo algo parecido a un estudio de mercado --"fui a muchos locales y me fijaba en qué ofrecían"-- y pronto llegó a una conclusión: el castellonense, en lo gastronómico, era más bien conservador.

Interior de la tasca La Guindilla. Mediterráneo

Por ello, para diferenciarse, empezó a ofertar en su tasca platos que no se despegaban mucho de la tradición pero que no se veían en ninguna carta. Lo fue, aunque hoy en día parezca mentira, el de alcachofas con huevos y jamón: "Vendimos miles de raciones".

En esos años nació una idea que empezó a aplicar posteriormente en todos sus locales. "Lo normal en la época era pedir un par de entrantes para el centro de mesa y luego cada uno lo suyo. Nosotros empezamos a ofrecer platos que en teoría eran para una persona, como por ejemplo el solomillo con foie, para compartir. También fue muy importante lo de cerrar menús a 30/35 euros con bebida incluida", explica.

La tasca era todo un éxito y al Guindillo le picaba la curiosidad. "Quería más".

Expansión

Porque José Romero tiene una virtud muy necesaria en este negocio: se le da bien la gente. En ello influyó que desde muy joven trabajó cara al público vendiendo carne en los mercados junto a sus padres. "Los clientes querían que les atendiera yo porque les hacía gracia", recuerda.

En 2009, junto a su socio Virgilio, abre la bodega La Guindilla en la calle Ruiz Vila --el colmo del guindillismo, ya que hay hasta cuatro locales que llevan su firma--. De nuevo, el restaurante va como un tiro. "Estuvimos ocho meses con todas las mesas completas".

Malabar, una muestra de que el diseño de interiores es un factor importante en el Grupo Guindilla. Mediterráneo

Ahí nace el modelo de negocio que empezó a aplicar a partir de ese momento: abrir bares y restaurantes con un socio, trabajador de ese mismo local, conservando para él el 51% de la sociedad.

De sus viajes, a Dubai, Madrid o Nueva York, trajo ideas de decoración y también platos como sashimis o tatakis, que en esa época aún no era usuales en Castellón. El concepto era crear entornos sofisticados en los que, al margen de la comida, a la gente le gustase ver y dejarse ver. "No me he inventado nada; traje cosas que veía que en otros lugares estaban funcionando y que aquí no estaban", detalla.

Presente y futuro

La locomotora del Grupo Guindilla se puso en marcha y ya no paró. En 2011 el Mercat de les Tapes --ya cerrado-- y 15 Tapas, en 2013 el Mercado Gin&Bar, en 2015 Malabar... Hasta 16 locales ha abierto en los últimos 20 años, extendiéndose de Castelló a Benicàssim y Vila-real.

José Romero en Playachica, que abrió en 2018. Mediterráneo

Sigue pendiente, junto a otros inversores, el proyecto del nuevo Eurosol --falta la autorización de Costas-- y ya trabaja en la posibilidad de extenderse a Ibiza, donde Romero reside actualmente.

"Estoy súper agradecido a los castellonenses", resume el Guindillo, que el pasado miércoles sopló la tarta de aniversario en el local donde empezó todo.