El Parkinson no tiene edad: un testimonio de vitalidad

Afectados y trabajadores de la asociación de Castellón destacan la importancia de las ayudas públicas

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Manolo Nebot

Laia Meseguer

La Asociación Provincial de Parkinson de Castellón ha celebrado este viernes un evento solidario para pacientes, familiares, cuidadores y amigos en COSDA, la Escuela de Hostelería y Turismo del Grau de Castelló. El acto ha constado de una paella multitudinaria, precedida por una bienvenida por parte de miembros de la asociación y una intervención de la alcaldesa de Castelló, Begoña Carrasco, quien ha incidido en la futura apertura del nuevo centro de atención diurna para enfermos de Parkinson, que «es un proyecto que comenzó en la legislatura pasada y seguimos apostando por él», ha explicado, acompañada de miembros del PSPV-PSOE y de Compromís de Castelló. 

Por su parte, el psicólogo de la Asociación de Parkinson de Castellón, Manuel Cruz ha mostrado su preocupación respecto a la financiación: «Por problemas de subvenciones que no han llegado, este año hemos tenido que subir la cuota de los usuarios». Así lo corrobora uno de los pacientes: «Ha subido de 80 a 110 euros anuales, y las sesiones de 10 a 17 euros». Asimismo, celebran la construcción del nuevo centro, pero inciden en la importancia de la financiación del centro actual, que se encuentra en condiciones «precarias», según ha explicado Cruz. 

La enfermedad

El Parkinson es un trastorno neurodegenerativo complejo y se presenta de forma heterogénea con síntomas como temblores, rigidez, inestabilidad, deterioro en capacidades cognitivas, pérdida de expresividad, depresión, falta de apetito e insomnio. Y no sólo afecta a las personas más mayores, sino a gente de diversas edades

Testimonio joven

A Edgar Peris, de 44 años, le detectaron Parkinson hace dos años, tras un tiempo con falta de equilibrio, caídas, dolores, lentitud, rigidez y depresión. En su caso, «el diagnóstico fue un alivio», porque pudo poner nombre y tratamiento a lo que le sucedía, según ha explicado. Actualmente, se encuentra estable gracias a la medicación y puede andar bien. El problema llega cuando tiene brotes: «Hay días que no puedo, que estoy fatal y me dan ataques de rigidez o pierdo el equilibrio. También me afecta mucho en la memoria».

Para él, la solución es ser optimista y tomárselo con humor: «Mis amigos me hacen muchas bromas y nos reímos, pero sobre todo me cuidan y se preocupan por mí allá donde vamos». Edgar disfruta de las salidas con sus amigos y su familia, sobre todo si son en la naturaleza o cerca del mar, donde le gusta practicar la pesca. Ahora está de baja laboral permanente, puesto que tuvo que dejar su carrera profesional como ingeniero técnico, pero intenta mantenerse «siempre activo» pese a todo. 

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