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La increíble historia de Joshua: El último rastaman de Castellón

El venezolano se ha ganado el cariño de sus vecinos: "El reggae para mí es amor, es vida; es todo. Estuve con Chávez en el ejército y viví 21 años en Alemania; ahora quiero ir a Jamaica"

Vídeo: Joshua Alexander Quesada, el rastaman que reside en el Camí Serradal de Castelló

Sergi Juan

Si circulas por el Camí Serradal es habitual que te llame la atención una pequeña parcela caracterizada con motivos del movimiento rastafari. Allí comparten escenario lemas como ‘One Love’ con retratos de Bob Marley. El responsable de estos dibujos no es otro que Joshua Alexander Quesada Pérez, nacido en Maracaibo (Venezuela) hace 67 años y que ha tenido a bien compartir su peculiar historia con los lectores de este periódico.

“Llevo 17 años en Castellón. Vine porque me trajo el destino. No tengo dinero ni pasaporte, pero no lo necesito. Como dice la canción, hago siempre lo que quiero. La gente me quiere mucho; me dan ropa, comida y también trabajo. Nunca me falta de nada. Hago zapatos, sandalias, sé cantar, también soy masajista y ayudo a quien me lo pide”, reconoce. Lo cierto es que los vecinos del Serradal se preocupan por su bienestar: “Yo también me preocupo por el suyo. Somos como una familia y nos cuidamos mutuamente”.

Su trayectoria vital es prolija en historias y anécdotas como detalla a continuación: “Me crié con el diablo y con Dios: Mi papá era malo, malísimo. Tengo una cicatriz en el brazo porque intentó arrancármelo con un machete. Mi madre era un ángel. Como no quería enfrentarme a mi padre me alisté en el ejército. Allí coincidí como oficial de la Marina con Hugo Chávez, al que conocí personalmente, y con Hernán Grüber Odremán”.

Fiel al movimiento nacido en Jamaica, Joshua es pacifista, por lo que no tardó en dejar la carrera militar. “Un rastaman nace siendo rastaman. Desde niño ya tuve problemas porque quería dejarme el pelo largo”, recuerda. Entre sus principales hitos, afirma, se encuentra “una estatua en Kiel, Alemania. Allí estuve trabajando 21 años en el gimnasio de la universidad y me gané a la gente con mi forma de ser. Antes residí también en Trinidad y Tobago, Jamaica, Martinica, Guadalupe o Italia”. 

No oculta Joshua que su vida no ha sido un camino de rosas, al tiempo que añade lo siguiente: “Nunca he hecho daño a nadie ni he cometido ningún delito, pero mi imagen no me ayuda. Intento ser un hombre de bien y de luz, pero como cuando llego a un sitio intento moverlo con mi forma de ser y de pensar he tenido algún problema”.

Ya en Castellón, este ‘rastaman’ afirma que ha elegido otras residencias antes de llegar al Serradal: “Estuve en el Ortega Playa y también he pasado muchas noches durmiendo en la playa de Orpesa o Benicàssim. Aquí en el Serradal llevo unos seis años y unos policías me ayudaron a empadronarme aquí porque saben que soy bueno”. Sobre la propiedad del solar asegura que “esto es de Dios; nada es de nadie. Cuando llegué esto estaba lleno de arena, sucio y feo, y nadie ha venido a reclamar nada. Cuando yo me vaya, otro lo cogerá”.

Al preguntarle por su futuro, Joshua dice que su intención es la de “viajar a Jamaica. Me gustaría cantar con The Wailers, el grupo de Bob Marley. No sé cuándo será, pero cuando obtenga el pasaje de ida y el pasaporte en regla me iré”. Cuestionado sobre su momento vital, el venezolano de nacimiento y castellonense de adopción afirma esto: “Quién puede ser feliz aquí. Yo bailo y canto por fuera, pero lloro por dentro. Sufro todos los días por los que sufren. Me sentiré realizado cuando el mundo esté libre, cuando no haya guerras ni maltratos. Tengo el mismo sueño que Martin Luther King”.

Mientras tanto, este políglota que habla perfectamente alemán, español o inglés, y en la actualidad estudia francés, encuentra la paz en el reggae: “Para mí es amor, es vida; es todo. Su mensaje es el de amar al prójimo y siento que hay veces que los que lo escuchan no lo entienden, les seduce lo del sexo y las drogas, pero su mensaje no va por ahí”. De hecho, cuestionado sobre por qué no cobra la pensión que merecería tras trabajar más de dos décadas en Alemania contesta: “Maldigo el dinero”.

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